jueves, 13 de noviembre de 2008

Australia (1): Melbourne

Salíamos de Japón con una duda en la cabeza, y esa era si al llegar a Sydney nos pondríamos el pantalón corto o directamente el bañador para ir a la playa. Al llegar, nuestras ilusiones se fueron al traste, ya que sí, tuvimos que cambiarnos, pero para ponernos toda la ropa de abrigo de la que disponemos. La llegada y estancia en la ciudad más conocida de Australia estubo marcada por la lluvia, el viento y el frío.

La noche que teníamos que pasar de escala a Melburne, la pasamos en el hostal más popular de la cuidad, y recomendado por Jacobo, el Wake Up. Un hostal lleno de gente jóven ( eramos de los más mayorcitos) y con un ambiente de fiesta a todas horas. Para tener, tienen hasta discoteca en el sótano, que por supuesto tuvimos que probar. Así, y siguiendo con lo de compartir habitación, nos instalamos en un dormitorio de 10 personas con el miedo de volver a sufrir los ronquidos de la gene por la noche y de no poder dormir. Al final, por suerte, ninguna de las otras 8 personas hacía ruiditos nocturnos......menos mal.

El día y medio, lo gastamos paseando por las calles, viendo la ópera ( edificio más emblemático), gestionando el transporte, escapando de la lluvia y del viento, tirando de mc'donalds y dejando parte de la mochila en casa de un amigo de Toni par cargar menos equipaje. Para quien no conozca a Toni, es el "personaje" con el que haremos nuestra ruta por Australia y Nueva Zelanda, para quien lo conozcais.....sobran las palabras.

La ruta a Melburne la hicimos en autocar, primero porque el avión es más caro y también porque de esta manera nos ahorramos una noche de hostal, y esque todo cuenta a la hora de mirar por el budget. Así, sumábamos 12 horas y 800 kilómetros a nuestro curriculum, y seguimos haciéndonos fuertes a la hora de soportar noches larguísimas, aunque todo sea dicho, después del sud-este asiático nada, absolutamente nada nos parece duro.
La llegada no pudo ser mejor, en la estación estaban esperándonos las que serían nuestras anfitrionas, perdón, nuestras magníficas anfitrionas durante los siguientes 10 días. Ellas son Valeria y Zoë, a la primera ya la introducimos en el post de china ( amiga de infancia de Prada), y la segunda es su pareja. También, y antes de que se nos olvide, tenemos la obligación de mencionar a James ( hermano de Zoë) y a sus padres, que nos trataron de 10 y nos hicieron sentir por unos días como si estubiéramos en casa. En muchas ocasiones era tanta su hospitalidad que nos hacían sentir hasta incómodos. Una vez hechos los agradecimientos, vamos a ver el porque de ellos.

Como hemos dicho, al llegar estában esperando en la estación, y tiene más mérito cuando la llegada fué a las 6,45 de la mañana, nos metieron en el coche y nos llevaron directamente a su casa, donde nos estaba esperando la madre con un suculento desayuno estilo americano, con huevos, baicon, tostadas, ensalada, fruta, y si, cereales, que placer volver a comer cereales después de 5 meses.

Una vez con el estómago lleno, nos fuimos a conocer un poquito de la ciudad, y como viene siendo habitual, con un tiempo poco propio de la primavera, así que no nos separamos de las chaquetas. Melburne es una ciudad muy nueva y moderna, con la city no demasiado grande y con barrios de viviendas en los alrededores. Nos pareció una ciudad muy bonita y con mucho encanto.
Después de pasear por el jardín botánico, descansamos un rato en el apartamento, y mientras esperábamos para ir a tomar algo con una amiga de ellas, recibimos las advertencias sobre los animales del país. Y así, ya sabíamos que nada de bañarse en ríos ni en playas no vigiladas por peligro de los cocodrilos, palabras textuales " cada año se comen a algún turista despistado". Y es que se ve que los listos se esconden en el mar para atacar a la mínima posible. En cuanto a los tiburones, los consejos fueron por el mismo sentido, nada de meterse en el fondo en playas sin redes de protección, y mantener los ojos bien abiertos por las medusas mortales que nadan en sus aguas.

Una vez repasados los animales marinos, pasaron a los terrestres. Las serpientes tuvieron un capítulo especial, y ya sabemos con que color hay que correr al hospital en caso de picada, y con cuales no hace falta ni perder el tiempo en tus últimos minutos de vida. Por último le tocó el turno a las arañas, y es que Australia es el país del mundo con más animales mortales.
Con todo eso, no nos dejaron muy tranquilos, y más con nuestros planes futuros de acampada por toda la costa, pero siempre es mejor estar bien avisados.

Por la noche nos fuimos a dormir con un buen entrecot entre ceja y ceja, y después de muchos meses, disfrutamos de ese sabor a carne roja que tanto nos gusta y que probaríamos durante los siguientes días para coger provisiones.

El segundo día en la ciudad lo pasamos, por la mañana en una reserva natural, y por la tarde-noche disfrutando de una buena barbacoa, en compañía de las amistades de Zoë, en las instalaciones públicas que hay habilitadas al lado del río...que gustazo!

Finalizada nuestra primera estancia en Melburne, pusimos rumbo a la casa de la playa que la famiilia Roberson tiene en una pequeña localidad llamada Port Fairy, a 300 kilómetros al sur-oeste, donde pasaríamos toda la semana y desde donde visitaríamos "la granja".

Nada más llegar a este pueblecito tranquilo de apenas 2.000 habitantes ( casi todos de orígen escocés), nos llevamos otra grata sorpresa, al ver que disponíamos cada uno de su propia habitación, con una cama de matrimonio enorme, donde descansaríamos como nunca durante 5 noches. Y esque despúes de cinco meses de dormir en colchones de todo tipo, normalmente no demasiado cómodos, aprendes a valorar una buena cama y un buen descanso. Dicho y hecho, dejamos las cosas y nos preparamos a pasar una semanita de relax.

Para que os hagais una idea, la casa tenía un comedor enorme con vistas directas sobre el océano, donde pasábamos la gran mayoría del tiempo. Por las noches, encendíamos un buen fuego ( ya hemos comentado que el tiempo no era precisamente veraniego) y nos dedicábamos a ponernos al día sobre las novedades cinematográfias mientras oíamos el ruido de la leña al quemar. ¿Suena bien verdad?

Durante los días hicimos varias salidas para conocer la zona y poder disfrutar de las impresionantes vistas de la costa. En uno de los paseos, nos acercamos al faro del pueblo, en una zona arbolada donde vimos los primeros canguros en libertad, saltando de un lado al otro mientras nos miraban con una mezcla de curiosidad y de miedo. Otro de los días nos acercamos a una reserva natural para pasear entre emus ( avestruz australiana), ver a koalas en libertad y cruzarnos con algún que otro lagarto. En cuanto a animales marinos, fuimos a una localidad a 1 hora en coche, donde cogimos una lancha rápida para ir a ver una colonia de focas que vive permanentemente en unas rocas relativamente cerca de la costa. Al llegar pudimos ver como nadaban a escasos metros de nosotros, mientras el guia nos decía que una semana antes habían visto un tiburon de 5 metros cazando por esa zona.

Pero sin duda, la mejor de las salidas fué la que hicimos para conocer la granja de la familia, donde trabaja el padre junto con otros 4 trabajadores. Y aquí está el primer dato a remarcar, y esque la granja en cuestión tiene 10 km de largo por 6 de ancho, y pastan miles de vacas y de ovejas, con lo que nos parecía increíble que con tan poca gente pudieran gestionar todo aquello. Evidentemente en diferentes momentos necesitan contratar trabajadores temporales.
El padre nos llevo ha hacer un tour y pudimos ver la zona donde esquilan las ovejas, y donde unas semanas antes habían "pelado" a las más de 8.000. Una lástima no poder verlo en directo porque dicen que es realmente impresionante, aunque aún quedaban restos de los trozos de lana que aún estaban por transportar. Lo que si que tuvimos la suerte de ver, es el "pregnacy test", o lo que es lo mismo, el test de embarazo, para ver si las vacas estan esperando terneros. Y esque esta es la actividad principal de la granja, producir unos 2.000 terneros anuales para la venta y que otros los engorden antes de convertirse en carne para el consumo humano.No hace falta que en este blog describamos el procedimiento, ya que todo el mundo se puede hacer una idea, pero si que diremos que Prada tenía curiosidad de probar una nueva experiencia y al ver como iba exactamente, se le pasaron todas las ganas.

Con tanto animal ( imaginaros la cantidad de vacas y toros que se necesitan para tener dos mil terneros anuales) es lógico pensar que estan apilonados y que su vida es aburrida, pero nada más lejos de la realidad, ya que, como hemos dicho, la granja es enorme y está dividida en parcelas muy grandes donde dejan 30 vacas con 1 toro, y apenas los molestan. Si, nosotros también lo pensamos, quien fuera uno de esos toros....De esta manera, los animales corren a sus anchas por donde quieren y incluso nos dijeron que no estan demasiado acostumbradas a ver a humanos.
Otra de las cosas que nos impresionó, es el inmenso lago artificial que han construido para asegurar el abastecimiento al ganado durante 3 años en caso de sequía. Es tan grande que el gobierno lo a declarado zona protegida porque sirve a las aves de lugar de parada antes y despúes de sus migraciones a sudamérica. Una vez terminado el tour, la madre nos volvió a demostrar su hospitalidad sirviéndonos una comida exquisita como punto final a nuestra estancia en la granja de los Roberson.

La salida de Port Fairy la cogimos con un poco de nostalgia, ya que sabíamos que probablemente no estaríamos tan bien alojados en lo que queda de viaje, pero ya se sabe que todo lo bueno llega a su fin. La vuelta la hicimos por la Great Ocean Road, conocida por sus impresionates vistas y por sus interminables acantilados, que en épocas coloniales habían producido más de un hundimiento.

La llegada a Melburne, la hicimos justo en la semana grande en cuanto a carreras de caballos se refiere, y toda la ciudad estaba volcada y "disfrazada" para ello. Todas las chicas vestían con sus mejores galas y con unos gorros de los más variopintos. Aprovechamos las noches para mezclarnos con ellos, aunque en nuestras mochilas no pudimos encontrar ningún traje y eramos los raritos de los locales, ya sabíamos que algo nos habíamos dejado en Barcelona.

Poco a poco llegaba el punto final a nuestra estancia, pero antes de ello, la madre de Zoë, nos volvió a sorprender con otra buena comida a base de asado de cordero, y de postre, su especialidad, pastel de queso, vaya pastel!.

El último día lo teníamos que pasar sólos en la ciudad, ya que ellas se marchaban de viaje, y en el piso no podíamos dormir, así que fuimos a un hostal para volver a acostumbrarnos a nuestra rutina. Al ir a buscar las mochilas al día siguiente al piso, James, el hermano de Zoë, se ocupó de nosotros todo el día, e incluso nos cocinó una buena ensalada para la cena.

Una vez llegada la noche, fuimos tirando al aeropuerto y esperamos que saliera nuestro vuelo a Cairns, el problema era que lo teníamos a las 6 de la mañana, así que escogimos los dos bancos que parecían menos duros de la terminal y pudimos dormir algunas horas mientras poco a poco nuestro cuerpo y nuestra mente volvían a la realidad.

Para terminar esta entrada, nos gustaría volver a agradecer a Zoë y a Valeria que cuidaran tan bien de nosotros, y ya sabéis chicas, que en Barcelona hay cuentas pendientes.

Muchas gracias.
Thank you very much.

Fotos: http://picasaweb.google.com.au/guillermo.de.prada/Australia1Melbourne#

Prada y Barbe

domingo, 2 de noviembre de 2008

Japón

Y así, después de más de tres meses, nuestro tren llegó a la última parada en su paso por Asia: Japón.

Tras algo más de seis horas de vuelo y unas cuantas menos de sueño, aterrizamos en el aeropuerto de Narita, Tokyo, a eso de las siete de la mañana del 12 de Octubre. En pantalón corto y haciendo gala de ese carácter improvisatorio que ha caracterizado nuestro periplo por Oriente, nos presentamos en tierras niponas sin idea alguna de dónde dormir y con la esperanza de no encontrar alojamiento de ningún tipo y así poder escribir alguna historia interesante en un blog que empieza a estar algo falto de anécdotas divertidas. Sin embargo, la "Tokyo Accomodation Information Office" del aeropuerto (desde luego, que organizados son estos japos) ahogó sin piedad todas nuestras aspiraciones periodísticas indicándonos rápidamente un lugar en el que podríamos dormir a un precio asequible.

Después de tres meses de viajes por paises como Camboya, Laos, Vietnam o Tailandia, hay palabras de nuestro léxico que tienen un significado totalmente diferente al que tenían antes de empezar este viaje. Ejemplo: la palabra "asequible". Asequible, para nosotros, en una habitaciñon doble con baño propio por 3 euros cada uno, a lo sumo. Una habitación compartida con seis individuos más por 21 euros cada uno no entraba, por mucho que así lo quisiera la señora empleada de la "Tokyo Accomodation Information Office", dentro de lo que nosotros consideramos asequible.

Asequible o no, el Sakura hostel (el de 21 euros por cabeza y noche) resultó ser la opción menos cara. Allí compartimos habitación de literas con seis tipos y tipas durante los cuatro días que duró nuestra primera parada en Tokyo. Mal acostumbrados a tener habitación propia práctimanente desde que empezamos a viajar, en Japón llegó la hora de tirarse al rollo backpacker auténtico. A pesar de sus obvios inconvenientes, compartir habitación tiene su lado positivo y es que se conoce a mucha más gente que de cualquier otra forma.

Además, muy curiosamente, el hostal estaba lleno de españoles, a cuál más personaje. Al primero que conocimos fué a Oscar, un gran tipo badalonés de unos veintiséis o veintisiete años que lleva viajando más de veinte meses. Y todo gracias a la ineficacia del INEM y a todos los españoles que con sus contribuciones nutren las arcas de nuestra Seguridad Social. Sí, el tipo lleva veinte meses dando vueltas por el mundo gracias al subsidio por desempleo. Turquia, Siria, Jordania, la India, China, Japón...¿así quién quiere trabajar? Cada tres meses vuelve a casa durante dos semanas para echar la firmita en las oficinas del INEM y reponer fuerzas, y otra vez a viajar. Un auténtico fenómeno. Aunque más fenómeno es quién le permite hacerlo. Estas cosas sólamente pueden pasar en España. "Spain is different", que se dice.

Aprovechados del sistema a parte, el resto de españoles que habitaban el hostal eran un grupo de valencianos que estaban en Tokyo a propósito de un festival de manga que parecia ser el evento de sus vidas. Como os podéis imaginar, unos freakis de categoría, aunque resultaron ser muy buena gente, la verdad. Además tuvimos la suerte de que, cómo no, la mayoría de ellos eran informáticos (y los que no lo eran oficialmente lo eran de manera oficiosa) y fueron capaces de aniquilar al virus que llevaba corrompiendo a nuestro indefenso ordenador desde que nos infectaramos en China.

No sólamente en cuanto al alojamiento tuvimos que apretarnos el cinturón. Si bien en el sureste asiático nuestra alimentación era algo monótona, siempre fué frondosa. En Tokyo, los prohibitivos precios nos llevaron a pasar nuestras primeras horas de ligero hambre. Un presupuesto de 30 euros al día de los cuáles 21 se destinan a alojamiento y otros 3 o 4 al transporte en metro no da para tres comidas al dia. Así que dos comidas a base de arroz y un poco de carne en una cadena de fast food japonesa (¡te servían agua gratis!) fué nuestra base alimenticia durante los casi diez días días que duró nuestra visita al país del sol naciente. ¿Sushi? Lo dejamos para otra ocasión en que el presupuesto lo permita.

Tokyo es impresionante y los japoneses bien curiosos. Gigantes pantallas publicitarias y miles de luces de neón llenan las calles de un color especial (o mejor lo dejamos en una "vida especial" ya que, como cantaban Los Manolos durante aquella Expo'92, la del "color especial" siempre será Sevilla). Barrios como el de Shinjuku o el de Shibuya, dónde se puede cruzar la calle por el paso de cebra más transitado del mundo (el dato es verídico), son todo un espectáculo por sí mismos. Plagados de enormes tiendas con lo último en tecnologia, locales con interminables filas de maquinas recreativas, y unas calles en las que no cabe un alma más son, seguramente, un panorama único en el mundo. En medio de todo este caos de luz, color y tecnología, pueden encontrarse antiquísimos templos y jardines de corte imperial que evidencian un pasado cultural también único.

A pesar de su pasado, vías de tren que se alzan quince metros por encima del suelo, cientos de enormes edificios y decenas de antenas de comunicaciones luminosas (incluida una réplica de la torre Eiffel) acaban por darle a Tokyo un aire más bien futurista. Y es que en cierto modo, recorrer las calles de Tokyo es darse un paseo por el futuro. Todas, absolutamente todas las calles de Tokyo están habilitadas para que los ciegos se manejen sin problemas gracias a rugosidades en el suelo. Incluso el interior de muchos edificios las tiene. Aquéllo del "para dentro Romerales" ya es historia en Tokyo porque todas las puertas son automáticas. Eso sí, se abren apretando un botón que evita las puertas se abran innecesariamente, evitando así también el despilfarro energético. Todo está pensado y repensado. El metro es un auténtico laberinto que parece no tener fin. Y un ejemplo un tanto escatológico pero que habla por si sólo: hasta el más cutre de los WC del más cutre de los restaurantes tiene un chorrito que ahorra en consumo de papel higiénico. ¿Qué es eso si no el futuro?

Los nipones son raza como niguna otra, desde luego. Ningunos otros seres humanos son capaces de vestir como si recién salidos de un videojuego o de un comic manga. Seres más bien introvertidos, estos tipos se quedan callados cuando se les pregunta por alguna calle, para finalmente soltar un tímido "Soly, I don´t know" tras treinta segundos de silencio. También muy patriotas, más de uno se nos acercó para intererarse por nuestra opinión sobre Japón. Uno de ellos fué el señor Tashimura (que obviamente es sólo un apodo que le hemos dado), un exfuncionario del Metro con quién tuvimos el placer de mantener una interesante conversación sobre Japón, España, geografía, y cómo aprendió su perfecto inglés a base de lecciones por medio de la ya extinta cassete. Éste sí que era un auténtico fenómeno (hay foto).

En la noche del nuestro cuarto dia de callejeo por Tokyo cogimos un autobús nocturno hacia Kyoto, por el módico precio de 37 euros, cantidad equivalente a unas 50 noches de hotel en Camboya...Siete horas después de dejar Tokyo y con 37 euros menos en nuestras cuentas bancarias llegamos a Kyoto, dónde nos esperaba un frío que no habíamos sentido desde hace meses. Ante dicho frío y la aparente decisión del sol de salir más tarde esa mañana decidimos posponer la búsqueda de hostal hasta que al menos el sol hiciera acto de presencia. Duranta la espera, Prada se fué a comer algo (adivina, adivinanza...arroz con carne) mientras que Barbe se decantó por pegar una cabezada colándose en un hostal que estaba lleno, algo que en España suele llamarse "allanamiento de morada".

Ya con alojamiento y con jersey en mano, nos fuimos de callejeo. El callejeo en Kyoto fué de especial dureza porque ya desde Tokyo veníamos arrastrando unas tremendas llagas en los piés, consecuencia inevitable de volver a ponerse bambas (y pantalón largo) después de pasar los últimos tres meses en bañador y chanclas. Pero no hay llagas que puedan con nosotros.

Kyoto es la antigua capital de Japón y por ello la ciudad con más templos de todo el país. Decían las guías que más de dos mil templos, aunque permitidnos que lo pongamos en duda. Inevitablemente, pues, ni que mencionar cabe que los templos son la gran atracción turística de la ciudad. La otra son las geishas que esporádicamente pueden verse recorriendo sus calles. Se dice que, de las mil geishas que todavía existen en Japón, cien están en Kyoto.

Templos hay por un tubo, eso es verdad, aunque todos son más bien parecidos. Algunos templos, no obstante, son patrimonio de la humanidad y son bastante dignos de ver. Aún así, tras haber visto los templos de la Ciudad Prohibida de Pekín, cuya arquitectura no dista mucho de lo visible en Kyoto (Batlle, matiza a tu antojo), Kyoto no nos impresionó exageradamente.

Más curioso que los templos fué cruzarse con alguna que otra geisha. Algunas auténticas y otras más falsas que una moneda de seis pesetas, para qué engañarnos. En cualquier caso, ahí queda para la posteridad el que hayamos visto a una geisha auténtica. No es moco de pavo.

Templos, más templos, un bonito mercado, geishas y un par de luchadores de sumo son todo lo que vimos en Kyoto. Y es que tres días no dan para más. Así que, mochilas al hombro y de vuelta a la carretera.

Tras otras siete horas de autobús y con otros 37 euros menos llegamos de vuelta a Tokyo para pasar nuestros dos últimos días en Japón con una sola cosa en mente: visitar la lonja de Tokyo, donde se compra y vende todo el pescado que después llena los estómagos de sus habitantes. Ya que no podíamos probar el sushi, íbamos al menos a ver de qué está hecho. Para ver las negociaciones y subastas había que plantarse en la lonja a eso de, como muy tarde, las 6 de la mañana, lo que significaba levantarse a las 4.30. Dicho y hecho. Aunque fuimos por separado en días distintos (Barbe aprovechó una noche de insomnio gracias a los ronquidos de su vecino de litera para escaparse y Prada fué a la mañana siguiente), ahí estuvimos los dos a las 6 de la matina para ver descargar y subastar atunes de más de metro y medio. En una ciudad del tamaño de Tokyo (unos doce millones de personas sólo en el centro) y en cuya dieta el pescado es un elemento fundamental, ya os podéis imaginar el tamaño de la lonja. Todo un espectáculo. Además, la tendencia a la onomatopeya que suelen tener los japoneses hacen que las subastas sean todavía más curiosas y divertidas. Vale la pena el madrugón.

La salida de Tokyo fué un tanto accidentada. Primero porque tuvimos que convencer a un funcionario del metro que nos perdonara cien yenes (algo menos de un euro) del precio para así evitar tener que sacar dinero del cajero (por lo cuál nos cobran unos 4 euros de comisión). Y segundo por que no calculamos bien los tiempos y llegamos al aeropuerto un tanto in extremis.

Y así, como si nada, dejamos Tokyo y con ello Asia. Próximo destino: ese lugar que cuando, de niño, aprendes de su existencia, está tan lejos que te da la impresión de que es ya otro planeta: Oceania.

Fotos: http://picasaweb.google.com/guillermo.de.prada/Japon#

Un abrazo a todos,

Barbe y Prada