lunes, 15 de diciembre de 2008

Australia (2): De Cairns a Byron Bay

De acuerdo, de acuerdo. Antes que nada debemos disculparnos por el retraso; mil perdones. Las condiciones en las que hemos viajado últimamente han hecho difícil el actualizar este pobre blog, que ha estado dormido durante casi un mes. Vamos a ello pues.


(¡Nota! Para hacer esta larga lectura algo más entretenida, hemos subrayado algunas partes del texto sobre las cuales se puede clicar para ver una foto relacionada comforme se va leyendo)


Tras pasar nuestra última noche en Melbourne durmiendo en los incómodos bancos de su aeropuerto, volamos hacia Cairns, al noreste de Australia, para allí encontrarnos con el único e inigualable Toni Sastre, quién está siendo y será el tercer hombre durante lo que dure nuestro paseo por las antípodas. Toni, quien (muy para nuestra sorpresa) en Australia se hace llamar Anthony, es un amigo de Barcelona que ha pasado los últimos siete meses en Sydney y ha aprovechado para subirse al carro durante un mes y medio para después volverse de forma definitiva a Barcelona.


Ya en Cairns y habiéndonos reencontrado con Toni, el plan estaba muy claro: alquilar una furgoneta y recorrer en poco mas de veinte dias los tres mil quinientos kilómetros que separan Cairns y Sydney. En tal empresa nos acompañarían tres conocidos de Toni, que no pudieron resistirse a venir en cuanto supieron de la expedición. Estos tres personajes, a quienes introducimos algunas lineas más abajo, llegarían con un par de días de retraso, así que aprovechamos el tiempo de espera para practicar el deporte rey de nuestro viaje: el goce y disfrute.


El primer dia lo dedicamos a bañarnos en la piscina pública de Cairns. Sí, piscina. Cairns está a orillas del Pacífico y tiene una magnifica playa. La particularidad es que adentrarse en sus terrenos arenosos entraña peligros tales como el de ser partido en dos por un cocodrilo o morir en un lapso de cinco segundos tras ser letalmente mordido por una serpiente. Aunque haber sido picado por una serpiente o amputado un brazo por un cocodrilo hubiera sido una gran historia que estar escribiendo ahora mismo (con el otro brazo, claro est
á), decidimos conformarnos con unos bañitos en la piscina. Tampoco vamos a quejarnos: un baño en aguas de 25 grados, con temperatura exterior de 30, a 5 de noviembre, no es moco de pavo. El segundo dia lo aprovechamos para hacer una inmersión en la gran barrera de coral austrliana, uno de los parajes más famosos del mundo para el submarinismo, donde tuvimos la suerte de ver hasta cuatro tiburones.


También durante estos dos días de relax nos encontramos con otro exalumno del Sant Ignacio (al final lo de haber estudiado en un colegio con tres mil almas más está dando sus frutos) al cuál no teníamos el placer de conocer pero quién nos identíficó gracias a la inequívoca camiseta del Espanyol que lucía Barbe. De nombre Pablo y apellido que desconocemos, también estaba viajando por Australia en furgoneta y pasaba por Cairns para sacarse la licencia de submarinista. El mundo es, otra vez, un pañuelo.


Tras dos dias de tranquilidad, empez
ó a llegar el resto del equipo. El primero de ellos fué KJ:


Ficha técnica

Nombre: Kook Joon Kim (KJ para los amigos).

Nacionalidad: Surcoreana.

Edad: 25.

Resumen del primer encuentro: Le conocimos en el hostal de Cairns y, desde el primer momento, supimos que era un tipo especial. Quizá porque en nuestra primera mañana de convivencia no dudó en sacar su cámara de fotos para enseñarnos unos videos que bien podrían ser catalogados como porno casero o quizá por el uso desenfrenado de expresiones como "hey bro", "ooohhh man", "fucking+ complemento" o "sweeeeeet as", siempre verbalizadas con un fuerte acento coreano, KJ se hizo rápidamente con el número uno del ránking de personajes curiosos con los que viajaríamos, incluso antes de conocer al resto de especímenes.


El resto llegaron al dia siguiente. Estos fueron los hombres que completaron el grupo:


Nombre:Romà Jori

Nacionalidad: Catalana. Muy catalana.

Edad: 28

Resumen del primer encuentro: Romà llegó al hostal de la única forma que podía llegar: regateando como el maestro del regateo que es. Un extremista del ahorro. Un completo adorador de la moneda, capaz de perder las formas, el respeto y lo que haga falta con tal de conseguir un descuento de veinte céntimos de euro. A la vez que nos presentaban, Romà tuvo tiempo de preguntar (con un tono más que agresivo) por el precio de las furgonetas cuyo alquiler ofrecían en el hostal y de informar a la pobre recepcionista (cambiando el registro a un tono de ofendido) de que él conocía miles de compañías que por ese precio alquilaban furgonetas de mejor calidad y que no estaba dispuesto a pagar lo que en el hostal se le pedía. Romà, hijo, por la puerta grande entraste.


Nombre: Takuya Naruse (Taku)

Nacionalidad: Japonesa.

Edad: 25.

Resumen del primer encuentro: La presentaciónde de Taku fué, si bien eclipsada por la entrada triunfal de Romà, muy a la japonesa: un "nice to meet you" seguido de un eterno silencio. El más callado de los tres personajes pero no por ello el más cuerdo.


La relación entre estos tres sujetos (KJ, Romà y Taku) es un tanto curiosa. Romà es al único a quién Toni realmente conocía de antemano, al haber estudiado en la misma escuela de idiomas en Sydney. Taku es el amigo inseparable de Romà. Literalmente inseparable. KJ era conocido de Taku, no amigo, tal y como el propio Taku suele esforzarse en matizar. La pregunta es, pues, ¿cómo se unió KJ al viaje si no era amigo de nadie? Sencillo. Porque Taku le invitó para que trajera un ordenador que había olvidado en Sydney. Lo mejor es que, para sorpresa de Taku y perplejidad del resto, KJ se presentó en Cairns sin el codiciado ordenador. Lo que os decíamos; KJ es un auténtico número uno.


Una vez reunido el equipo, nos pusimos manos a la obra. En este caso la obra consistía principalmente en alquilar un par de furgonetas y hacer una primera compra de comida para subsistir durante los dos o tres primeros dias de viaje. Aunque con un dia de retraso debido a la indisponibilidad de furgonetas en Cairns, finalmente nos agenciamos dos de las furgonetas más molonas del parque automovilístico australiano. El comando Alfa (Toni y nosotros dos) viajaríamos en la "happy guys", una Toyota blanca adornada con grafitis de niños sonrientes vestidos de superhéroes. Al comando Bravo (Taku, Roma y el crack) le tocó una furgoneta pintada de Lou Reed, aunque a Romà no le pareció de suficiente categoría y pidió expresamente un cambio de furgoneta. Al final se desplazarían en "Pinky", una Ford también blanca pero grafiteada con dibujos de la pantera rosa.


Las furgos, aunque pequeñas, iban equipadas con un pequeño fogón a gas, una pequeña pica y una nevera de playa, lo cuál nos permitía cocinar in situ, ayudándonos así a ceñírnos lo máximo posible a nuestro humilde presupuesto. Como para cocinar suele tenerse que comprar comida primero, tras unos pocos kilómetros al volante nos de detuvimos en un gran supermercado para coger provisiones.


En este punto Romà no pudo ocultar su extrema racaneria y propuso que cada furgoneta se ocupara de sus gastos. ¡Cuidado! Cuando Romà propone algo no lo hace porque sí. Lo hace porque sus propuestas siempre (SIEMPRE) esconcen un beneficio económico para él, ya sea inmediato o diferido. En este caso, sin duda pensó que los cuerpos escuálidos de sus compañeros asiáticos serían sensiblemente más baratos de alimentar que tres cuerpos serranos como el de Toni y los nuestros. Eso sí, el rata no dudó en proponer que compraramos una única botella de aceite, pagada por nosotros, por supuesto, que
él usaria a cambio de darnos un poquito de la sal que había robado en el hostal de Cairns. Nosotros, que aunque miramos mucho la pela no llegamos al nivel de este profesional del timo, accedimos a todas sus propuestas, que, sin comerlo ni beberlo, más tarde nos pagarían dividendos.


Una vez en camino, nuestra primera parada fué Mission Beach, una bonita y solitaria playa en la que nadie se atrevió a bañarse por las señalizaciones que alertaban del peligro de cocodrilos. Mientras el resto admirabamos la espectacular puesta de sol que podía verse, KJ se dedicó a intentar abrir, sin demasiada fortuna, algunos de los cocos que habían caído de las palmeras que adornan la playa.


Ya en la primera noche nos dimos cuenta de cuál iba a ser nuestro principal problema durante las siguientes tres semanas: encontrar un sitio para acampar. Por lo general, en todas las zonas urbanas de Australia está prohibido hacer noche fuera de zonas específicas de camping, por las cuales, claro está, hay que pagar. Además, algunos conocidos ya nos alertaron de que la policía era más bien estricta en este sentido y que cada noche se ponían multas a turistas confiados por aparcar la furgoneta donde no tocaba. Nuestra intención era no pagar pero mucho menos ser multados, así que nos quedaban dos opciones: a) Salir fuera de zonas urbanas y hacer noche allí (permitido) o b) colarnos en alguna zona de camping sin ser vistos. Seguro que muchos ya se están imaginando cu
ál fué la opción que más practicamos. Y aciertan.


Nuestro primer intento de colarnos en un camping fué en la propia Mission Beach, del cuál nos sacaron casi a puñetazos un minuto después de haber entrado. Así que decimos, por aquella vez, alejarnos un poco de la ciudad y, tras cenar en el párking de un supermercado de carretera pasamos la primera noche en una de las areas de descanso que se extienden a lo largo de la costa este australiana.


También durante esa primera noche no fué muy dificil comprobar que pasar tres semanas en tan pequeño espacio no iba a ser tarea cómoda. La "Happy guys" y la "Pinky" no son más que unas furgonetas cualquiera a las que se les han quitado los asientos traseros y puesto tres colchones (por no llamarlos esterillas) a modo de camas en los que uno no consigue dormir más de una hora sin despertarse, ya sea por las patadas propinadas por el compañero de al lado, los ruidos y sonidos de todo tipo emitidos por la fauna nocturna australiana, el calor, el frio, un canguro curioso, el olor a toalla húmeda o los ronquidos que KJ emitía desde la furgoneta del comando Bravo.


Primera mañana y primera discusión. ¿Por qué? Obvio: por dinero. Muy a primera hora, Romà se acercó a nuestra furgoneta y en cuanto vió que nuestro gasto en gasolina era bastante menor que el de su furgoneta puso el grito en el cielo. (Recordemos que Romà decidió unilateralmente cambiar la furgoneta que le había tocado en primer lugar). La tomó primero con los de la compañía de alquiler cantándoles las cuarenta por teléfono por haberle dado una furgoneta que consumía más gasolina que el resto. Y vista la pasividad con la que le trataron desde el otro lado del cable, nos propuso que el gasto en gasolina lo dividiéramos entre las dos furgonetas, a lo cuál obviamente nos negamos. Al fin y al cabo, fué él quien propuso dividir gastos para ahorrarse unas perrillas...pues Amén, que se dice en latín. Fué entonces cuando nos dedicó sus mejores palabras diciéndonos que lo que le estábamos haciendo le parecía un "quillada" y una auténtica "gitanada", lo cuál no hizo más que reafirmarnos en nuestra posición de no compartir el gasto en gasolina. Y así, poquito a poquito, se iba abriendo una pequeña brecha entre las dos furgonetas.


Con brecha o sin ella, la cuestión es que nos mordimos la lengua y seguimos juntos camino adelante. La siguiente parada fueron las Wallaman Falls. La Wallaman es la cascada con la caída más larga de Australia. Aunque la cascada es espectacular (sin duda la más espectacular de todas las cascadas que hemos visto hasta la fecha), lo que seguro nunca olvidaremos es la eterna caminata de 4km por terreno impracticable que hicimos desde la zona donde dejamos las furgos hasta el pie de la cascada. Algunos pensábamos que íbamos a morir en el intento. Exageraciones aparte, la cascada en sí es increíble. Cayendo desde una altura de casi 300 metros, el agua iba a parar a un lago en el que pudimos bañarnos a pesar de los primeros miedos a los siempre amenzantes cocodrilos. Además tuvimos la suerte de que, tras una larga temporada sin lluvias, el caudal de la cascada no era demasiado frondoso y pudimos nadar hasta el punto del lago en el que caia el agua.


Exaustos por el nado y las caminatas, esta vez sí pudimos colarnos en un camping en el que hicimos noche de camino al siguiente destino: Arlie Beach. Arlie Beach es un pueblo costero famoso por ser el puerto más cercano a las Whitsunday Islands, un aún más famoso archipiélago de islas paradisíacas en cuyas aguas nos prometieron ver todo tipo de animales marinos. Así pues, tras colarnos en un hostal para pegarnos la primera ducha en unos cuantos días, embarcamos en un barco en el que recorreríamos, junto a unos veinte viajeros más, las Whitsunday Islands durante algo más de dos días. (Todo sea dicho, gracias a los pocos escrúpulos del amigo Romà, aquí conseguimos un suculento descuento).


El tour por las Whitsundays fué bastante espectacular. Su principal atracción, Whitehaven Beach, está listada como una de las tres mejores playas del mundo y no es para menos. Su arena es blanca como la harina y sus aguas totalmente cristalinas. Sólo tiene una pega: las picadas de sus medusas pueden llegar a ser mortales (como parece serlo todo en Australia). Para que pudiéramos bañarnos "sin peligro de muerte", en el barco nos dieron un traje antimedusas con el que parecíamos auténticos Power Rangers. Aunque nos prometieron que en el agua veríamos cientos de tortugas y nos fuimos sin ver ninguna, si tuvimos la oportunidad de ver un atún de algo más de un metro y otro pez (desconocemos la clase) que media alrededor de un metro y medio.

Además del buceo, las bonitas puestas de sol, unas comidas más que generosas y algún que otro conciertillo en popa a cargo de Toni y Prada acabaron por hacer de la ruta por las Whitsundays unos días memorables.


Dejando las Whitsundays y de vuelta a las furgonetas, no sin antes volvernos duchar de forma clandestina, nos dirijimos hacia Rainbow Beach. Durante el camino, además de colarnos para hacer noche en varios campings más (en este punto ya no había cámping que se nos resistiera), hicimos paradas en un par de pueblecitos surferos como Agnes Water o Town of 1770. Las playas de estos recónditos pueblos están a todas horas llenas de rubios y bronceados jubilados que se manejan sus tablas de surf como si tuvieran veinte años. Romà, que no podía ser menos, se compró una tabla de bodyboard por 10 dólares que por supuesto no ofreció dejarnos probar.


Rainbow Beach no fué más que una parada estratégica. Allí debíamos encontrarnos con otras cuatro personas que nos acompañarían durante un tour en todoterreno por las Fraser Islands, un conjunto de islas con la isla de arena más grande del mundo. Esas cuatro personas fueron dos alemanes muy auténticos y dos suecas con más peligro que cuatro españoles, un japones y un coreano juntos. Ya los diez, nos agenciamos un Toyota Land Cruiser, cuatro tiendas de campaña, comida para tres días y bebida para cinco, y condujimos rumbo al ferry que nos llevar
ía hasta las Fraser.


En las Fraser dedicamos nuestro tiempo a visitar lagos increibles, playas de ensueño, acampar, hacer barbacoas, algún que otro concierto, a partirnos de risa por todo lo que hacía y decía KJ, a conducir por bonitas dunas y a decirle a Romà que dejase conducir a los demás. Lo de dormir en tiendas de campaña fué curioso y no del todo cómodo, así que algunos decididieron pasar la segunda noche en la playa. KJ, quien se jactaba de proclamar que a él nunca le picaban los mosquitos porque su grupo sanguíneo no era del agrado de los insectos, recibió una buena lección durante su noche en la playa. Y es que no todo es lo que parece: no es que los mosquitos no le picaran porque no les gustase su grupo sanguíneo, sino porque estaban esperando para atacarle en grupo. Pobre chaval, qued
ó hecho un cristo.


De las Fraser nos fuimos hacia Noosa, donde habiamos reservado un tour en kayak durante tres días. Sin embargo, al llegar nos encontramos con que debido a las fuertes lluvias todo el mundo que había reservado el tour con nosotros lo había cancelado, y nos informaron de que éramos libres de cancelarlo nosotros también. Nosotros dos y Toni abogamos por cancelar el tour, por dos razones; la primera, que no queríamos pasarnos tres días remando bajo la lluvia, a una temperatura que nada tenía que ver con los 30 grados bajo los que nos habíamos bañado en Cairns; la segunda, solidarizarnos con KJ, quien quer
ía ver a un médico porque sus picadas de mosquito se habían fusionado todas en una y su pierna parecía más un boniato que una pierna. Romà, a quien le importa menos que poco toda persona que no sea él mismo, dijo que se iba de tour y que si KJ tenía que ir al médico ya se podía ir solito. Taku, que aunque es un gran tipo no es capaz de llevarle la contraria a Romà, también decidió seguir adelante con el tour.


Así que Romà y Taku se fueron en kayak, nosotros dos y Toni en nuestra furgoneta y KJ se tuvo que ir en autobús hasta Brisbane, dónde podría verle un médico. No es que no nos hubiese gustado llevar a KJ en nuestra furgoneta, sino que la furgoneta era estrcitamente de tres personas y el llevarlo con nosotros nos hubiera puesto en peligro de otra multa (sí, ya habíamos cosechado una por exceso de velocidad, la cuál por supuesto no pagamos.Que no busquen...). Podríamos sentirnos culpables por no habérnosla jugado y llevarnos a KJ con nosotros, pero al fin y al cabo KJ viajaba con Romà y Taku, así que si hay alguien debía sentirse culpable eran ellos. Aunque con la poca moral que tiene Romà es poco probable que sienta la más mínima culpabilidad.


Y así finalmente nos separamos. Comando Alfa por un lado, Romà y Taku por otro y KJ más solo que la una. Lo siguiente que supimos de Romà y Taku es que tuvieron que volverse al día siguiente de haber cogido el kayak por el fuerte temporal. De KJ, supimos que llegó sano y salvo a Brisbane y poco más.


Ya solos, nos dimos un paseo por Brisbane, donde no hay demasiado que ver, y por una ciudad llamada Surfers' Paradise (el nombre de ciudad más raro del mundo, junto con Town of 1770), que viene a ser algo así como el Benidorm de la costa este australiana.


Tras Surfers', nos dirijimos a Byron Bay, una de las grandes paradas en nuestra ruta por Australia. Pero esta entrada se está haciendo eterna (si es eterna de leer, imaginaros de escribir), así que Byron Bay será cosa de la próxima. Para narrar nuestras 'aventuras' desde Byron Bay hasta Sydney, contaremos con la colaboración especial de Toni, quién conoce Australia mucho mejor que cualquiera de nosotros dos, y que escribir
á la próxima entrada.


Todas las fotos y alguna más aquí:


http://picasaweb.google.com/guillermo.de.prada/Australia2DeCairnsAByronBay#


Hasta pronto.


Un abrazo a todos.


Barbe y Prada