lunes, 28 de julio de 2008

Vietnam (1): Hanoi, Hué, Hoi An, Nha trang

8.00 de la noche y apunto de salir a cenar para acostarnos pronto porque a las 7.30 de la mañana cogemos un autobus rumbo a Saigon, la capital del antiguo Vietnam del Sur. Han pasado ya diez dias desde que entramos a Vietnam desde el sur de China y nos parece que llevamos una vida dando vueltas por el país.
Llegamos a Hanoi desde Ping Xiang (China) en un trayecto en minibus infernal en cuanto a la conducción se refiere. Hanoi es seguramente la ciudad más caótica que hemos visto (y que veremos) jamás. En primer lugar porque, al parecer, la conducción temeraria no es delito sino obligación. Sin exagerar, cruzar la calle en Hanoi es bastante más complicado que colar una bomba en la Casa Blanca. No podemos verificarlo porque no leemos en vietnamita, pero pondríamos la mano en el fuego a que en el código circulatorio del país existe una norma por la cuál un conductor puede desgravar impuestos por cada peatón occidental al que atropeye. El lado positvo es que el atropeyo suele ser de moto y no de coche. En comparación con Hanoi cualquiera diría que en Barcelona las motos están prohibidas. Cientos de motos se acumulan en cada semáforo en rojo a la ansiosa espera de la luz verde que les permita salir a la caza de algún peatón inocente.
Luego esta el tema de la higiene. Obreros que se lavan con el agua que la lluvia deja en las bases de los árboles, abuelas que usan la mismísima calzada a modo de mesa para trocearle la comida a los nietos...Incluso es normal que los hombres hagan sus necesidades (menores, por suerte) en la mismisima calle. Y un consejo: quién le tenga fobia a las ratas que no baraje Vietnam como un posible destino para sus vacaciones.
Y por si los Vietnamitas no fueran lo suficiente -vamos a decir- "guarretes", el monzón pone el resto. La verdad es que habíamos oido que el monzón era una señora tromba de agua, pero lo que vivimos en Hanoi va un poco más allá de una tromba. Para empezar, no avisa. En cuanto cae la primera gota, o corres o acabas como si acabaras de tirar a una piscina. En serio, hay que tener buenos reflejos y buenas piernas o no se cuenta. Y además, puede durar una eternidad. Es muy recomendable llevar siempre un libro (y gordo) a mano porque allí donde a uno le coja la lluvia es donde pasará las 2-3 siguientes horas. Y bueno, con la lluvia llegan los apagones (varios al día), con los apagones las duchas frías, etc, etc.
En el plano turístico, lo más interesante fué visitar las celdas de tortura donde los franceses torturaban a los vietnamitas en la época colonial. Las mismas luego fueron utilizadas por los propios vietnamitas como cárceles para los soldados americanos capturados durante la guerra de Vietnam e incluso hay una foto de John McCain (el tipo que ahora se juega la presidencia con Obama) en sus años mozos cuando fué capturado durante la Guerra de Vietnam. Aparte de eso, está el mausoleo de Ho CHi Minh, aunque, vistos el de Lenin y, sobretodo, el de Mao, es poca cosa.
A pesar del caos total que es Hanoi para dos personas acostumbradas a (lo mejorcito de) la vida occidental, es una ciudad muy interesante que ver. Precisamente por su caos, porque no hay normas para nada, porque es sucia y porque es tan diferente a lo que uno ve en casa, es tan enriquecedor visitarla.
Desde Hanoi nos unimos a un tour organizado de tres dias por la bahía de Ha Long, una bahía con cientos de islas, tres horas al sur este de Hanoi y cuyas fotos prometían un ansiado baño en aguas cristalinas. Una vez allí, ni rastro de aguas cristalinas aunque si encontramos unos paisajes increíbles. Además de los paisajes nos encontramos con varias medusas gigantes que no dudaron en dejar un pequeño souvenir en el pie de Barbe tras cogerle por sorpresa en el agua. Picadas de medusas aparte, allí pasamos los que seguramente han sido los tres dias más divertidos hasta la fecha: noches en barco con gente de todas partes, durante el día salidas en kayak, visita a una isla con monos, un poco de trekking...en fin, lo típico que se hace cuando uno viene a Vietnam pero no por ello menos divertido. La nota negativa es la "pérdida" del móvil de Barbe. Pérdida va entre comillas porque de pérdida no tuvo nada. Un robo de cojones, vamos.
El hecho que más ha cambiado nuestro viaje desde la visita a Ha Long es que ya no somos dos. Somos cinco. Qué pequeño es el mundo y que caprichoso el azar. Resulta que en el area de servicio en la que el autobús que nos llevó a Ha Long paró a respotar nos encontramos con un viejo amigo del colegio (Pablo Velat, para el que no lo conozca, el hermano pequeño del mítico Javier Velat, un clásico del San Ignacio) que también (nosotros que nos creíamos únicos...) está dando la vuelta al mundo con su primo y un amigo (Jacobo y Javi, por este orden). Así que, dado que hasta septiembre tienen una ruta parecida a la nuestra, en principio viajaremos juntos hasta nueva orden.
Desde Ha Long nos desplazamos hasta Hué, un pueblo costero a unas 14 horas de autobús. Y como viene siendo habitual en cada desplazamiento sobre ruedas, el trayecto fué un infierno. Imaginaros un autobús de literas. ¿Cuantas literas caben a lo ancho en un autobús de magnitudes estandar? ¿Dos?, ¿tres?,¿quién da más? ¿cuatro? Pues en Vietnam caben cinco. Cinco personas por fila durmiendo totalmente solapadas en un autobús a unos 35º. Bastante duro. Evidentemente, en el autobús puede hacerse cualquier cosa menos dormir porque el simpático del conductor le da a la bocinita cada vez que hace un adelantamiento (véase normas de conducción en la última crónica) ya sean las 12 del mediodía o las 4 de la mañana.
Así que llegamos a Hué tras 14 horas de insomnio. La ciudad no tiene demasiado que ofrecer aparte de una ciudadela con templos que ni nos dignamos a visitar por falta de sueño. De Hué nos movimos hasta Hoi An (esta vez en tan solo tres horas), un pueblito también costero pero con bastante más chicha que Hué. Primero una playa en condiciones con hamacas en las que te puedes colar sin problemas y con ello nuestro primer baño en una playa decente y las primeras tardes al sol. Además, Hoi An tiene un mercado ambulante muy auténtico y una zona de restaurantes frente al rio muy apetecible. Para hacerse una idea, Hoi An es algo así como el Cadaqués de Vietnam.
Y desde Hoi An llegamos a Nha Trang, desde donde escribimos estas lineas. Llegamos aquí atraídos por los rumores de que Nha Trang es la meca vietnamita del submarinismo. Y si bien no podemos desmentir que lo sea, un par de otitis (si, si, ¡los dos!) nos han impedido comporbarlo. Tras pasarnos dos días con dolores de oído nos decidimos a echar mano del seguro médico que tan a disgusto pagamos en su día. Visita al otorrino (u oto-gorrino, porque que guarro el tipo, pasando bastoncitos y aparatos de la oreja de un paciente a la del otro sin pasarles un mísero algodoncito) y prescripción de una semana sin baños, además de antibióticos. Así que adios al submarinismo por el momento y adios a Nha Trang porque sin el submarinismo no vale nada.
Y en unas horas partimos hacia Saigon (ahora conocida como Ho Chi Minh city) con Pablo, Jacobo y Javi, la tres nuevas incorporaciones, que prometen.

Fotos en 2 dias.

Un abrazo.

viernes, 18 de julio de 2008

Salida de China

Después de nuestra larga estancia en Pekín, cogimos el vuelo hacía Hong-Kong con ganas. Primero por el cambio de aires después de 2 semanas, y segundo por el encuentro con Calvillo, que prometía mucho.
La llegada a la ciudad fué fácil, ya que casi todo el mundo habla inglés, y pudimos coger un bus que nos llevó a la puerta del hostal. Aquí empezaron a torcerse un poquitín las cosas, y como ya se sabe que en la vida, te dan una de cal y otra de arena, pues después del hostal de lujo de Pekín, nos tocaba.....como lo definiríamos.....a sí......el bloque de pisos mugriento con olor a mejillón seco ( no vimos a nadie comprarlo) de la entrada por culpa de una tiendecita de comestibles.
El edificio en si estaba distribuido en forma rectangular con un patio de luces interior: En la planta inferior, tiendecitas de toda clase, con sus respectivos vendedores tocándote la moral cada vez que entrabas. Los ascensores que llevaban a los pisos superiores estaban distribuidos a los ancho del edificio, y cada uno de ellos paraba en unas plantas determinadas. En cada planta, habían las respetivas tiendecitas de servicios, talleres y pisos. En nuestro caso, nuestra habitación era parte de un piso que lo habían dividido para alquilarlo. La verdad sea dicha, a parte de ser minúsculo, no estaba mal. Aunque después de ver la recepción del hostal en el pasillo de la planta 13, en una mesa de camping, cruzamos los dedos de las manos y de los piés para no dormir en la calle.
Como datos curiosos del susodicho edificio, del cual adjuntamos un par de fotos, es que si se te ocurría bajar por las escaleras, primero se te ponía un poco cara de asco de ver el patio de luces, con toda la grasa de años y años acumulada por todas partes. También curiosas, eran las manchas de sangre que había en cada esquina de las escaleras, pero no exageramos, no se salvaba ni una. La verdad es que no quisimos preguntar, pero viendo que a partir de las 12 de la noche sólo dejaban entrar a la gente identificándose, y aún y así tuvimos algún encuentro nocturno en los ascensores con personajes un tanto peculiares, no nos extraña que entre tanta variedad hubiera alguna diferencia.
La ciudad en si es espectacular, edificios grandes, iluminados por la noche, con una vida nocturna algo más occidental, y muchísima gente de todas partes ofreciéndote de todo.
En cuanto a la comida, no hemos tenido ningún problema. Primero porque las veces que fuimos sólos tiramos de la tan odiosa comida basura, pero que cuando estás a 10.000 km de casa la valoras. Y segundo porque salimos a cenar con Calvillo y su comercial ( Allen), Huy, y un amigo de ésta ( Jason) en varias ocasiones, a sitios buenos, donde pudimos disfrutar de la buena cocina China, y de la hospitalidad oriental de no dejar pagar nada.
Tampoco aprovechamos la oportunidad de ir a la playa en la primera oportunidad que tuvimos, aunque la verdad es que dejaba mucho que desear, tanto el día ( llovía como la gran mayoría de los días, es lo que tiene el monzón), como la playa ( debimos escoger la peor de HK). Pero al menos ya podemos decir que hemos ido a la playa.
De HK a Guangzhou fuimos en tren con Calvillo, para estar un par de días más con él. La ciudad no tiene absolutamente nada, a parte claro está de sus 8 millones de habitantes, por este motivo no hicimos ni una triste foto en 3 días.
Como punto destacable estubo de nuevo la hospitalidad de los comerciales de Calvillo que invitaron a una mariscada para cenar y a una mesa privada en uno de los locales de moda ahí. Si alguien va alguna vez a China, que no juegue al mentiroso con las chinas ( con los chinos si, que son un poco cortitos), porque allí es un deporte nacional a la hora de salir de fiesta, y cuando pierdes una vez y te toca beberte un chupito de chivas con té no pasa nada, pero si de cada 15 partidas sólo ganas 1, pues las consecuencias son evidentes ( de ahí la llamada cinto). Eso sí, al final el william (otro comercial chino amiguete de Calvillo) consiguió el teléfono de las chicas, a pesar de costarle una botella de chivas y otra de ballantine's 12 años.....jajajajajajaja.
Para dejar china y seguir nuestro viaje, teníamos la ruta estudiada, " que si tren de aquí hasta aquí, transbordo de tren, taxi para aquí y otra vez tren", y como siempre la teoría es fantástica hasta que la pones en práctica.
Mochilas a los hombros, 35o que debían hacer, y para la estación. Llegamos y la taquillera nos dice que no hay billetes y...." no ticket tomorrow, after tomorrow". ¡La virgen!, pensamos, dos días más en aquella ciudad, y entonces, apareció nuestra china salvadora que nos dijo que había un bus que iba a Nanning ( el mismo destino que el tren). Así que fuimos a comprar los billetes y a esperar 2 horas y media en la puerta para no perderlo, ya que si lo hacíamos perdíamos el resto de conexiones. Después de la interminable espera, llegó el bus-cama, un autocar con 40 camas divididas en 2 niveles, algo super curioso. Toda la noche viajando, pegando botes por el mal estado de la carretera y intentando dormir en un espacio super pequeño y con el aroma de los chinos incrustado en las fosas nasales.
El autocar nos dejó a las 5 de la mañana en una estación que estaba cerrada por la hora, y teníamos que coger un taxi para ir al siguiente tren, evidentemente, como no habíamos previsto el incidente de los tickets de tren, no llevábamos escrito la palabra " estación de tren" en chino, así que por enésima vez, nuestro nombre oficial fué........chucu chucu chucu chucu chucu chucu piiiiiiiiiiiiii piiiiiiiii, verdad que no es difícil?, pues a ellos les cuesta. Al final, 17km de trayecto por la ciudad en taxi y llegamos a la estación del chucu chucu.
Al ir a comprar los billetes, compobámos que habíamos llegado a tiempo, y que faltaban 2 horas para salir. Muertos de sueño, tirados en una estación en la china profunda, pensando......"con lo fácil que es el avión". Total, a las dos horas llegó el tren, un tren bastante cutre, en el que no describiremos las manchas de la tapicería ni de las ventanas, ni el olor que desprenden decenas de chinos humildes cuando se sacan los zapatos. Suerte que eran sólo 4 horas.
Por fin llegamos al último pueblo chino,pero antes de llegar a la frontera, teníamos que coger un taxi hasta ella, y después de ofrecernos 10, escogimos uno, y fuimos en moto-taxi. En las subidas casi había que bajarse a empujar.
Pasar la frontera fué mas rápido de lo que pensábamos, y ya podíamos decir aquello de "GOOOOODDD MORNING VIETNAM", pero nuestra odisea no había terminado, ya que nuestro destino era la capital ( Hanoi). Así que pillamos un taxi semi-oficial que nos llevó a la estación de mini-buses, y ahí cogimos nuestro último medio de transporte, pero quizás el más peligroso.
La furgoneta en cuestión, para haceros una idea, era la típica Mercedes 10 plazas. El problema no era la furgoneta, sino su conductor, y las normas de circulación vietnamitas. Después de más de 3 horas observando pudimos sacar algunas conclusiones para el adelantamiento, allá van:Vía de doble sentido, con un carril por cada lado.
- El código vietnamita indica que a parte del intermitente, has de pitar cada vez que adelantas.
- Si has de adelantar a una motocicleta, has de hacerlo lo más cerca de ella posible, más que nada para acojonarla un poco.
- Si has de adelantar a un coche, y en el sentido contrario viene una moto, tranquilo, tu pones el intermitente, pitas y adelantas, la moto ya espavilará para usar el arcen si no se quiere matar.
- Si los que adelantan son dos coches a dos motos respectivamente, cada uno en su carril, entonces se impone la ley de a ver quien es más chulo. En este caso sale perdiendo la moto del menos chulo, que rectifica trayectoria sin importarle lo que tiene a su derecha.
- Último caso, y el más flagrante. Si me encuentro a un amigo con otra furgoneta en el mismo sentido, nos ponemos en paralelo y tranquilamente charlamos mientras los del sentido contrario: A, utilizan su arcen. B, hacen un cruce a saco y usan el arcen contrario.
Al final, y después de 24 horas, 1 bus-cama, 2 taxis, 1 tren, 1a moto-taxi y una crazy van, estamos sanos y a salvos en Hanoi.
Por cierto, si en las estaciones de buses-trenes no hay carteles de "toilets", es para economizar gastos, sólo tienes que inspirar profundamente y aunque estés a 500 metros los localizas. ¡Qué asco!
Y por último, alguien les tendría que decir a los chinos, que escupir en todos sitios es de guarros, pero mucho más es escupir siempre con moco, y más cuando ya no te quedan y los tienes que ir a buscar muy pero que muy adentro. Cada uno que imagine.
Ale.......dewwwwwwwwwwwwww

Fotos: http://picasaweb.google.com/guillermo.de.prada/HongKongGuangzhouNanning

sábado, 12 de julio de 2008

China, otro planeta

Hace ya un par de semanas nos plantamos en Pekín tras de otro dia y medio de tren desde Ulan Bator. Algun espabilado (Miguel, por ejemplo...) se preguntará por qué un dia y medio desde Mongolia hasta China si están bien cerca. Buena pregunta. Pues porque debido a que China y Mongolia tienen un ancho de via diferente, a la salida de Mongolia los chinos se dan el capricho de retener el tren 8 horas en la frontera, levantarlo, y cambiarle las ruedas para poder seguir por la vía china. Un trabajo de chinos (nunca mejor dicho) que tiene tanto de curioso como de pesado. Eso sí, los chinos tienen muy asumido el rol de anfitriones de los Juegos Olímpicos y al menos se han regalado unos trenes que da gusto. En contraste con el tren con el que atravesamos Rusia, el tren (u hotel...) que nos llevó hasta Pekín tenía un baño cada dos personas, aire acondicionado en cada cabina y, no os lo perdáis, televisión en cada cama. Todo perfecto excepto que la televisión sirve de poco si no eres aficionado a las peliculas de Kung Fu o al karaoke.

Una vez llegados a Beijing, no tuvo que pasar mucho tiempo para darnos cuenta de que China es otro planeta y, sobre todo, los chinos, unos extraterrestres. Si no hubieramos llegado por tierra hubieramos pensado que estavamos en territorio marciano.

Para empezar porque es el único sitio al que vas de turismo y la atraccción turística eres tú mismo. Nos explicamos: por alguna extraña razón, la gente no paró de pararnos por la calle para hablar con nosotros y hacernos fotos. Tal como suena. De acuerdo que el hecho de que uno de nosotros sea pelirrojo ayuda, pero tampoco es para tanto, ¿no? Desde gente que nos ha parado por la calle para pedirnos si se podian hacer una foto con nosotros hasta niñas indiscretas que nos hacian fotos con el móvil desde la mesa de al lado mientras comiamos en el McDonalds...si es que estos chinos no viajan mucho.

Seguramente, entre otras cosas, porque cruzar Pekín ya es todo un viaje. Dieciocho millones de personas en una sola cuidad. Se dice pronto. Y claro, luego que a nadie le extrañe ir a cualquier restaurante y tener cuatro camareros por barba, todos muy serviciales. En cuanto entienden que lo que quieres es una coca-cola (una media hora después de que se la pidas) van corriendo (literalmente) como desesperados a buscártela. Uno de los casos más exagerados del exceso de gente en el sector servicios chino son las gasolineras. Siete "gasolineros" por surtidor serían demasidos en cualquier parte del mundo...excepto en China. Ni mencionar la de gente que trabaja en obras (incluso mujeres le dan al pico y la pala) y lo rápido que construyen cualquier cosa...es alucinante levantarte por la mañana y ver que el edificio de al lado tiene tres pisos más que cuando te acostaste. Se dice que el nuevo aeropuerto (que es inmenso y arquitectónicamente impresionante, por cierto) lo construyeron en menos de un año. Son unos auténticos locos del trabajo. No paran.

Aparte de muchos, los chinos son bastante simpaticotes. En seguida te hablan para preguntarte que partes de la ciudad has visto y cuales no, te hacen recomendaciones, etc. Luego, evidentemente, te intentar vender el producto de turno, pero, aún así, se puede decir que son buena gente. Eso sí, muy guarros. Sin ningún tipo de problemas eructan mientras están hablando contigo (sin girar la cabeza o taparse la boca, obviamente) o te escupen entre pié y pié. Muy cerdos. Ah, y la última moda entre los machos más viriles es levantarse la camiseta hasta el pecho (en plan bikini) y andar acariciándose el barrigumen. Es señal de prosperidad, dicen. Ellos sabrán.

En cuanto a atraccciones turísticas, todas son muy bonitas aunque la mayoria de templos tienen la misma linea, si bien la historia que hay detrás de cada uno es a cual más dispar. La Cuidad Prohibida es muy espectacular y todavía más lo es pensar en como vivían los antiguos emperadores. La plaza del Tian'anmen es la más grande del mundo y tiene un mausoleo gigante donde está el cadaver de Mao Zedong, toda una institución en China incluso después de muerto. Si Lenin levantara cabeza pillaria un buen cabreo porque su mausoleo en Moscú no es ni una décima parte del de Mao en Pekín. De lo que más nos impacto fué el auditorio que se han montado. Cosa fina, echarle un vistazo en las fotos.

Luego templos y más templos, aunque vistos diez, vistos todos. Como decimos, más que la arquitectura (que suele ser parecida) lo más más interesante es la historia detrás de cada templo. Y sus nombres. Que si el Templo del Cielo, el Templo del Agua, del Aire, el de la Sabiduria, de la Perfecta Puridad, de la Puridad Perfecta, de la Perfección Pura, Purísima Perfección...y así un no acabar de nombres bastante curiosos...templos para emperadores, para emperatrices, para concubinas (estos son los más grandes, porque los listos de los emperadores tenían más concubinas que nuestro Juan Carlos I). Vamos, que no vivían mal estos tipos.

De lo más espectacular fué la Gran Muralla, aunque también fué lo más cansado que hemos hecho hasta la fecha. Nos pegamos una caminata muy dura. Fuimos en plan tour con un grupo de gente de varios hostales y al subir al autobús que nos llevaba a la muralla ya vimos que nos habíamos perdido algo. La gente lucía una vestimenta de escalada al Everest: camisetas hipertranspirables, bastones de montañismo, camelbags, zapatillas casi de rocódromo...Y ahí estábamos nosotros, que ni sospechábamos que la visita a la Gran Muralla China podía consistir en una pateada de cuatro horas, con nuestro equipo de guiri profesional. Barbe incluso se tomó la libertad de plantarse con chanclas y camisita rosa de latin lover. Gracias a Dios, en cada excursión de este tipo siempre hay un grupito de americanos/as que van incluso menos preparados que tú. God bless America. La muralla en sí es espectacular. Las partes más antiguas están bastante destruidas, por lo que caminar por ellas se hace duro e incluso algunos tramos son algo peligrosos. Sin duda, valió la pena a pesar del castigo físico que suponen cuatro horas subiendo y bajando escalones de medio metro. Al fin y al cabo es una de las siete maravillas del mundo.

Ahora bien, lo más divertido (con diferencia) de Pekín es lo que ellos llaman la Silk Street. Imaginaros un Corte Inglés de 6 plantas donde se vende absolutamente de todo, de todas marcas, con la prticularidad de que nada es auténtico. Desde iPods y cámaras Sony hasta bolso de Louis Vuiton y Gucci, pasando por trajes Armani y relojes Rolex. Todo, absolutamente todo, réplicas idénticas del producto original. Lo divertido del tema es el regateo. Para que os hagáis una idea, los dos primeros días en Pekín nos lo pasamos en esta Silk Street regateando a las chinas (además, en plan gitano, sin comprar). Las dependientas son vendedoras compulsivas que ¡hasta hablán castellano! Expresiones del tipo "tú tacaño", "esto calitá, amigo", "balato balato", "tú loco loco" o "ni pa tí ni pa mí" (cuando nos dijeron ésta no pudimos dejar de reir en diez minutos) se oyen por todo el complejo. La verdad es que no hemos comprado casi nada porque no hay guita pero nos lo pasamos en grande. En serio, si alguien viaja a Pekín que se pase por la Silk Street porque no tiene desperdicio.

Tema Juegos Olímpicos, los chinos se lo han tomado en serio. Han remodelado gran parte del metro, construido cientos de hoteles, hecho un aeropuerto de cojones...el único problema que seguro van a tener es el idioma porque, excepto los universitarios (que no son demasiados), nadie habla inglés. Ni taxistas ni camareros ni nadie. Suerte que los menús en los restaurantes van con fotos... La villa olímpica se intuye muy bonita, aunque los chinorris estos están tan nerviosos por un posible atentado que tienen la zona acordonada y 500 metros son lo máximo que uno puede acercarse a las instalaciones. Ojala no ganen ni una medalla, por rancios.

Y hablando de deportes, qué decir de los dos acontecimientos deportivos del año...Primero la selección. Nuestro amiguete escocés (sí, el del tren) nos dijo que conocía un bar donde daban la final contra alemania. Como buenos españoles nos plantamos en dicho bar a las 12 de la noche (¡el partido era a las 3!) para animar con todas nuestras fuerzas a la roja. "Perfecto" - pensamos- "somos de los primeros. No hay españoles pero deben estar al caer". Pues ni un mísero español se pasó por el garito. En su lugar, tropas de alemanes gigantes invadieron el bar. Eso sí, en el gol de Torres gritamos más que doscientos alemanes. ¡qué placer ganar en territorio enemigo!¡Vamos España, ahora sólo nos queda el mundial!
El otro evento deportivo, más épico incluso que la final de la eurocopa, fué la final de Wimbledon. Eso no fué un partido de tenis sino la tercera Guerra Mundial. Todavía no sabemos como Rafa Nadal puede andar con esos huevos tan enormes que Dios le ha dado. No hay palabras. Estuvimos de 9 de la noche a 5 de la mañana frente a la televisión sin parar de mordernos las uñas. Vamos Rafa!!!

La noche pekinesa no está mal. Discotecas a reventar (como no podia ser de otra manera) y mucho, pero que mucho, calor. Desde discotecas cuyo suelo se balancea al ritmo de la música hasta los conocidos garitos de karaoke. Nada realmente destacable. Ah sí, una cosa, los chinos son los especímenes que peor bailan del mundo. O del espacio, vamos.

Desde aquí dar las gracias a Giancarlo, Valeria, Antonella y Amelia (amigos de Prada padres) que nos han tratado com a auténticos emperadores. Mil gracias.

Ayer llegamos a Hong Kong, muy diferente a Pekín. Y tenemos que dejaros porque vamos a reunirnos con un tipo muy famoso por aquí, un tal Albert Calvillo. Hasta el próximo "capítulo".

Fotos: http://picasaweb.google.com/guillermo.de.prada/Beijing

Un abrazo

Barbe&Prada