viernes, 24 de abril de 2009

Prada Bolivia I

Aterrice en el aeropuerto La Paz a 4.100 metros de altura despues de casi cuarenta horas de viaje. Nada mas cargarme la mochila a la espalda, note que algo no iba bien; me faltaba el aire hasta sin haber dado un paso. Pensando que "por peores cosas he pasado yo", hice caso omiso de las peticiones de descanso que emitia mi cuerpo y me fui hacia el hostal sin darle demasiadas vueltas al excesivo cansancio. LLegue al hostal mas cansado que si hubiera corrido tres maratones y con un mareo serio, asi que tal como entre a mi habitacion cai rendido y me puse a dormir pensando que me acostumbraria a la altura en unas horas.

El primer dia me levante con una sensacion de terrible resaca a pesar haber dormido largo y tendido, si bien es cierto que lo hice en el peor colchon que haya probado en casi once meses de viaje (Dios mio, ya no nos queda nada). Me di una ducha de agua fria en defecto de caliente y sali a dar una vuelta por el centro durante que duro apenas dos horas porque no podia dar un paso mas. Exausto, me volvi al hostal, donde empece a tener un dolor de cabeza fuerte, mas tarde escalofrios, luego dolor de huesos y, para culminar, una ida por la pata de abajo de mucho nivel que acabaria durando mas de cuatro dias. Welcome to Bolivia.

Cuando mi cabeza ya empezaba a hacer quinielas sobre si habia cogido el dengue o el malaria (en Brasil habia sido picado por mil y un mosquitos) me decidi a acercarme a la farmacia para quedarme algo mas tranquilo. La farmaceutica me vio la cara y me dijo sin pestanear que lo que tenia era mal de altura combinado con alguna hamburguesa callejera que me habria comido (lo cual era cierto), asi que me dio las pastillas magicas de turno y a los cuatro dias me encontre mucho mejor. Mi entrada a Bolivia fue, pues, poco mas alla de cuatro dias entre la habitacion del hostal y el lavabo, casi por tiempos iguales, con alguna incursion rapida al locutorio de al lado para escribir un poco de blog cuando mi rebelde estomago lo permitia.

Asi que poco pude ver La Paz esa vez. De lo que vi, puedo decir que es un lugar muchisimo menos desarrollado que la Suramerica que habia visto hasta la fecha. La gente es en su gran mayoria indigena (las mujeres van vestidas con ropas tradicionales y por las calles se oye hablar Aymara y Quechua), y mucho menos educada que en lugares como Brasil o Argentina. Y es una autentica montana rusa; es durisimo darse una vuelta caminando. Y si no, que se lo pregunten a Messi, cuya seleccion argentina perdio 6-1 en La Paz contra la infame seleccion boliviana hara un par de semanas.

Un poco agobiado por lo de haber estado cuatro dias sin apenas salir del hostal, y sabiendo que tendria que volver a pasar por La Paz un par de semanas mas adelante cuando estiviera camino de Peru, decidi huir rapidamente hacia la principal razon por la que fui a Bolivia: el Salar de Uyuni, un espectacular desierto de sal a unas quince horas de La Paz. Asi que la primera tarde que me encontre en condiciones me subi a un autobus sin bano que en quince horas de viaje por caminos destrozados por la lluvia hizo una sola parada de diez minutos (yo todavia sufria alguna secuela de mi enfermedad...casi no llego) y me plante en Uyuni de buena manana.

Uyuni en si no tiene demasiado aparte de unos precios astronomicos para estar en pleno Bolivia y unos cazadores de turistas que intentan venderte tours en Jeep por el salar sin ningun tipo de piedad. Literalmente, entre ellos se pelean por vender su tour: que si 'no vayas con estos que son unos mentirosos', 'estos te dan coches sin frenos', 'estos te van a dar comida caducada', 'esa agencia tiene fama de timar a los turistas', etc. Un show en el que uno no sabe de quien fiarse menos. Porque de poco fiar, son todos. De hecho, una de las grandes diferencias respecto al resto de paises suramericanos que habia visitiado es que en Bolivia el turista no es persona sino objeto. Todo vale con tal de sacarle una pasta extra, y los precios se establencen segun el grado de timabilidad que presente un determinado turista (o gringo, en la jerga de timador profesional). Es escandaloso.

Total, que ante el acoso de tanto vendedor de tours y ante la falta total de fiabilidad, me decante por el tour que me habia recomendado un espanol al que conoci durante mis dias de agonia intestinal en La Paz. El tour se hace en grupos de seis personas, mas el conductor/guia/cocinero que conduce el Jeep por el desierto durante los tres dias que dura el tour. Mis companyeros de viaje fueron, para variar, cuatro espanoles y un argentino. Los espanoles no tienen desperdicio: Jesus, medico santanderino que trabaja unos meses al ano y pasa el resto del mismo viajando. Durante los meses que trabaja vive en una furgoneta; Andrea, amiga de Jesus, tambien cantabra, de profesion sin especificar mas alla de "yo soy una vaga"; Hilton, granadino que se dedica a hacer payasadas por el mundo (es payaso, en serio), con mucha gracia, por cierto; y Maria, novia de Hilton, que se gana sus dias vendiendo artesanias que bien podrian venderse en tiendas de Svarosky porque la chica es una autentica artista. El argentino, Federico, periodista bonaerense con aspiraciones de escritor, poeta y musico. Un crack.

Con toda esta curiosa tropa me subi al Land Cruiser en el que viviriamos los tres dias siguientes. El primer dia fuimos a lo que es el salar propiamente dicho. Este salar es un lago de sal prehistorico que un buen dia se seco y dejo toda su sal aglomerada en lo que ahora es un desierto a 4.000 metros sobre el nivel del mar. La gracia de este desierto de sal es, ademas de su amplitud (es mas grande que Cantabria - el dato me lo dieron los cantabros y me hizo gracia), es que es totalmente blanco y con la lluvias se llena ligeramente de agua, lo que forma unos reflejos espectaculares. Es lo mas parecido que existe a caminar por el cielo.

Nos pasamos todo el primer dia haciendo el gilipollas por el desierto, haciendo todas las fotos habidas y por haber y, personalmente, dandome cuenta de la magnitud de los personajes con los que tenia el privilegio de compartir la aventura. Jesus, por su lado, se iba solo a caminar, pensar, y perderse autisticamente por el desierto durante horas. Andrea no dudaba en compartir con el resto todo tipo de ventosidades, ademas de ponerse a mear delante de todos sin ningun tipo de pudor. Maria, toda fresca, no dudo en ensenar los pechos para hacerse unas fotos top-less en el desierto (desconozco si es un ritual que sigue en todos los lugares celebres a los que va o si fue cosa del momento). Hilton y Fede eran normales; creo. Cuando dejamos de hacer el tonto, visitamos una isla (un oasis en el desierto) con unos cactus que llegaban hasta los doce metros de altura. Ni os imaginais que pinchos tenian.

La primera noche la pasamos en un hotel de sal. Curioso pero cierto. Suelo de sal, paredes de sal, camas de sal. La cama un tanto dura y la calefaccion, que seria de sal, no funcionaba, asi que pasamos un poquito de frio. Si los desiertos son frios de noche, los desiertos a 4.000 metros de altura lo son aun mas. El segundo dia tuvimos que levantarnos a las tantas de la manana, a eso de las 6, para empezar a recorrer desierto bien prontito. Esta vez dejamos la sal atras y recorrimos un desierto de arena. Vimos las mil y una lagunas: la colorada, la verde; mil y un flamencos; mil y una yamas; y hasta una roca con forma de arbol que resulta ser famosa en todo el pais.

La segunda noche la pasamos en un hostal, sin sal ya, a unos 5.000 metros, lo cual hizo dificil el dormir. Casi todos sufrimos de taquicardias, dolor de huesos y demas sintomas del mal de altura. Para colmo, el tercer dia hubo que levantarse a las 4 de la manana para ir a ver unos heisers a 5.500 metros y estar en unas termas naturales a eso de las 5 y media de la manana. Los heisers eran curiosos, y en sus agujeros podian verse hasta corrientes de lava. Las termas fueron la cura a todos nuestros males, que no eran pocos. Ver salir el sol sumergido en aguas de 40C no tuvo precio. Lo cierto es que describir todos los paisajes que vimos en Uyuni es dificil, asi que os animo a echarle un vistazo a las fotos.

Desde Uyuni fui a Potosi, la ciudad mas alta del mundo, pero hoy voy a tener que acabar aqui porque, a falta de poder usar internet a un precio razonable, me estoy colando en el Apple Store de Los Angeles y voy a tener que dejarlo antes de que me llamen la atencion explicitamente (ya me han echado varias miraditas insinuatorias...).

Espero que la falta de acentos y enyes no haya hecho mas pesado de lo que ya es de por si la lectura.

Aqui estan las fotos:

http://picasaweb.google.com/guillermo.de.prada2/PradaBoliviaI#

Un abrazo.
Prada

martes, 21 de abril de 2009

Barbe Estados Unidos

Después del largo trayecto, por fin llegaba a los Estados Unidos, con una sensación rara en el cuerpo. Rara porque llegaba desde uno de los países más pobres de sudamérica, y después de estar más de 3 meses en ese continente, viendo las realidades que lo envuelven.
Rara también porque iba a estar 18 días en América sin nadie a mi lado, con lo que me tenía que defender con mi nivel de inglés, aunque más tarde me di cuenta de que en California se puede vivir sin él. El 51% de los habitantes son de orígen latino, y muchos de ellos abarrotan los puestos de trabajo en restaurantes y servicios públicos.

Con estas ideas en la cabeza aterricé en el aeropuerto de Los Ángeles, probablemente el más grande donde haya estado, y como ya es sabido, me hicieron las imprescindibles y lógicas preguntas de los servicios de seguridad. "Tienes intención de atentar contra nuestro presidente?, alguna vez has matado a alguien?, traficas con drogas?....etc etc", y se aseguraron con mis NO de que yo era un buen turista sin malas intenciones. Estos yanquees......

Desde el primer momento en el país ya te das cuenta de que todos los estereotipos de la cultura amerciana que nos llegan a Europa son totalmente ciertos, y en cuestión de minutos ya vi a gente de todos las partes del mundo hablando en inglés con muchos acentos. También la cultura de la odiosa "fast food" la tienes presente todo el día, donde la gente toma sus almuerzos en los Mcdonald's, incluso se van de domingo con la famíla. Seguro que no me faltaría trabajo aquí, con la cantidad de obesidad que hay.

Del aeropuerto cogí un bus que me llevaría al barrio de Santa Mónica, donde todo el mundo me había recomendado estar. Al llegar me dirigí directamente al Hi Hostel y empecé a darme cuenta también de que tenía que cambiar los estandares en cuanto a los precios, ya que de pagar una media de 4 euros la noche en Perú, ahora tenía que desembolsar más de 20.
Bienvenido a lo que se conoce como primer mundo, y visto lo visto, permitirme que al menos ponga en tela de juicio cual de ellos es mejor, y en cual la gente es más feliz, aunque dejaré esos temas ya que es un blog sobre el viaje, no sobre valoraciones.

Dejé la mochila y me fuí toda la mañana a conocer la zona. Caminé por el paseo marítimo, donde vi a los primeros colegas de David Haselhof ( o como quiera que se escriba) y de Pamela Anderson apatrullando la playa ( como diría Torrente). También vi las primeras de las muchas ardillas que hay, jugando en la hierva.
Pero sobretodo, lo que vi fué la punta del iceberg de lo que sería mi estancia en esa ciudad. Empecé a ver los primeros indicios de la increíble cantidad de dinero que tiene la mayoría de la gente en LA, y de la ostentación premeditada que hacen de él.
Porches, Ferraris, Limosinas, Lamborguinis, Aston Martins, etc etc, todas las marcas de coches de alta gama que existen estan rodando en sus calles, con sus dueños bien orgullosos, luciendo una sonrisa de oreja a oreja, y exprimiendo al máximo los caballos de potencia después de cada semáforo para que todo el mundo se de cuenta del coche que llevan.

Con esta primera impresión, decidí que quería que el cambio de realidad fuera aún más intenso, así que me fuí aquella misma tarde a una de las visitas obligadas de la ciudad, Beverly Hills. Pillé el autobus, ya que lo de callejear al 100% en Los Ángeles es misión imposible por su tamaño. Son 16 millones de personas viviendo la mayoría en las típicas casitas americanas o en bloques de apartamentos que extrañamente superan los 4 o 5 pisos de altura. Ya os podeis imaginar la superfície que abarca toda esa gente.

Llegado al barrio, mi primera parada fué pasear por la calle de "Rodeo Drive" , en donde se grabó parte de la película de "Pretty Woman". Están ubicadas las principales marcas mundiales ( la única española que ví fué Lladró), y los chóferes y cochazos esperan en las puertas a que sus adinerados dueños hagan sus respectivas compras. Lo primero que me vino a la cabeza fué imaginarme a la pija de la Beckham paseando por esas calles. Me resultaba a la vez curioso e indignante ver todo ese circo montado alrededor de la gente millonaria, aunque lo mejor estaba por venir.

Seguí con mi especial auto tour por Beverly en la típica señal que indica el inicio de las mansiones, y me tomé la foto característica antes de ponerme a pasear, sin saber muy bien la dirección ni el objetivo final, por las calles de esa urbanización, de las dimensiones de una ciudad. Más tarde, me enteraría que pasé, sin darme cuenta por supuesto, por las casa de muchos famosos actores y directores, entre ellos Tom Cruise.
Y esque las casas eran insultantemente grandes y lujosas, con los respectivos coches en la entrada, la mayoría de ellas sin valla de protección en la calle, y rodeados de un mundo diferente, un mundo que me chocó tremendamente en comparación con lo que había estado viendo justo 24 horas antes. Y es que pasé de dormir sin luz artificial ni agua caliente, viendo a la gente subsistir con lo mínimo, a estar entre casas de hasta 30 millones de dólares en apenas un par de días.
Paseé por ese mundo durante toda la tarde, dándole vueltas a varias cosas en mi cabeza, y cansado ya por el viaje, decidí poner fin a mi primer día en el país de la libertad.

Ya en el hostal de vuelta, me encontré con 3 profesoras españolas que estaban trabajando en una especie de intercambio con colegios americanos y aprovechaban el spring break para hacer un poco de turismo por el país. Ellas eran Begoña de Valencia, Mercedes de Albacete y Gema de Santander. Se convirtieron en mis siguientes compañeras de viaje, y estuve con ellas en Los Ángeles y en San Franciso.

Al día siguiente ya nos fuimos los 4 juntos a visitar Hollywood, en lo que es apenas una calle donde están colocadas en el suelo todas las estrellas de los famosos, y en la que también están el Chinese y el Kodak theatre. En el primero es donde los más célebres actores dejan las huellas de sus manos y de sus pies. En el segundo, como casi todos sabreis, es donde se entregan los Oscar's cada año, y donde nuestra Penélope hace su papel especial cada cierto tiempo.

Desde ahí, y ya que no quedaba lejos, aprovechamos para visitar los Universal Studios. No teníamos intención de pagar los más de 100 dólares de la entrada, así que nos dedicamos a pasear por las tiendas que tienen por fuera, y ver toda la parafernália que usan en su decoración.
Para termianr el día de turismo, y ya de camino a Santa Mónica, hicimos una parada técnica en el downtown para dar una vuelta por el ayuntamiento y por los edificios más conocidos de la ciudad, incluido uno de Frank Gary que se asemeja muchísimo al museo Gugenjein.

A la mañana siguiente ibamos a visitar la Universidad de UCLA, la más importante y grande de la ciudad y donde miles de estudiantes cursan sus carreras en un campus gigante, típicamente americano, con sus increíbles instalaciones deportivas. Coincidió que era sábado, y que los pocos estudiantes que quedaban estaban compitiendo o entrenando en las diferentes disciplinas. Tenían estadios para todo, y no estoy hablando de campitos, son instalaciones para miles de personas. También disponen de todo lo necesario para no tener que salir para nada de la universidad, supermercados, tiendas y todo lo que podais imaginar.
La tarde de aquel sábado, ya sin Begoña que tenía que volver a su "casa" americana, la pasaríamos paseando por la playa de Santa Mónica hasta llegar a Venice Beach, un paseo marítimo donde estan congregados todos los hyppies y todos los artistas alternativos, en lo que se a convertido en una atracción turística.
Todo vale en esa calle, todo esta permitido y los frikkis dejan volar su imaginación para intentar captar la atención de la gente. Pondré dos ejemplos para que os hagáis una idea de lo que hablo: había una chica que promocionaba un espectáculo de animales raros, y de gancho tenía una tortuga con dos cabezas, una de las cuales no se movía, y que nos hizo sospechar de la falsedad de todo aquello. El otro caso curioso era un friki que recogía fondos para saber porque en el billete de 1 dólar sale el dibujo de una pirámide egipcia.....gran manera de perder el tiempo!!!!.

Para terminar con las visitas en la ciudad, el último día fuimos a un museo gratuito situado en lo alto de una colina cercana a "Bel Air" y desde donde a parte de ver este otro barrio selecto, tienes una visión general de toda la superficie que abarca Los Ángeles.
La tarde la gastamos tranquilamente en el hostal jugando al Monopoly y descansando antes de cambiar de ciudad.

A parte de las ya citadas conclusiones que me lleve de EEUU en mi primera parada, otras dos fueron: que los servicios de bomberos trabajan mucho más que en el resto del mundo, y esque están todo el día en la calle por si surge una emergencia. Yo no sé si atienden cuando un gato no puede bajar de algún árbol, pero casi, porque andan todo el día sirena arriba, sirena abajo en sus modernos camiones.
Lo otro, fué la tendencia que tienen los sin techo y las personas en una situación peor de ir por la calle hablando solos en voz alta o en el mejor de los casos, manteniendo un monólogo contigo sin que tu les prestes la menor atención. El ejemplo más claro lo tuvimos en un hombre que en el autubús hablaba con la chica de su lado, le gesticulaba, la miraba, y esta, como es evidente, no le hacía ni puñetero caso. Y esque en los Estados Unidos hay mucha gente con aparentes problemas psicológicos.

Las chicas se levantaron pronto y fueron al aeropuerto para coger el vuelo que las llevaría directamnete a San Franciso. Aquí el menda, y con la política de gastos, no se podía permitir un avión y tuvo que chuparse las 8 horas de bus que separan las dos ciudades. Eso sí, pude dormir algo más ya que salía al mediodía.
La llegada a la ciudad estubo marcada por la visión del Golden Gate desde la distancia, en la puesta de sol y con unos colores muy bonitos que lo dejaban entrever detrás los edificios altos de la ciudad. Probablemente fué la visión más bonita que tuve de él, a pesar de estar muy lejos.

Bajado del bus, pregunté por la calle del hostal que había reservado, para estar con Mercedes y Gema, y al dirigirme allí, ya comprobé que era otra realidad, que lo que había visto en LA era muy diferente a lo que veía ahí. También es verdad que el hostal estaba situado en la que probablemente es la calle con más vagabundos de la ciudad, pero si obviamos ese dato, en general la vida y la gente es totalomente diferente de una ciudad a la otra.
Después de pasar entre aquella gente, con alguna que otra miradita y algún que otro comentario, llegué a mi hostal y me reuní con las chicas a la hora prevista. Poco más podíamos hacer aquel día, ya que era de noche y la situación no hacía apetecible salir en busca de problemas. Así, dedicamos el tiempo a planificar la estancia y a comprar los tickets para la cárcel de alcatraz que teníamos previsto para el día siguiente.

Partimos temprano hacía el muelle, desde donde salen los tours, para poder callejear y conocer más la ciudad. Tardamos algo más de una hora en llegar ahí, y es que el centro de San Franciso es mucho más pequeño y se puede ir caminando a todos sitios.
Al llegar, recogimos los tickets y nos montamos en el barco que nos iba a llevar a la isla, que está a apenas 3 km de la costa y que evidentemente se puede ver desde todos sitios.
El tour por la cárcel duró toda la mañana y parte de la tarde. Empezamos con una visita guiada personalmente por una maquinita que te iba indicando donde ir y lo que ver. Esto nos permitió conocer en apenas 2 horas todos los rincones de "la roca", las funciones que a tenido durante la historia, los presos más destacados que estuvieron encerrados entre aquellas paredes, los intentos de fuga, etc, etc.
Después de tener un conocimiento amplio sobre el lugar, fuimos tranquilamente a ver más rincones de la isla, desde donde se tenían unas vistas privilegiadas de la ciudad, con todo su skyline delante nuestro. Esto era, según los testimonios de los presos, una de las cosas más duras de estar encerrados en aquel lugar, y esque tener la libertad tan cerca y no poder disfrutarla les hacía más duro su encarcelamiento.
También pudimos apreciar los movimientos del agua en aquella zona, que hacía que fuera practicamente imposible escapar de aquel sitio con vida. Nada se sabe de los únicos 3 fugados en toda la historia de la prisión. Se cree que murieron ahogados o atacados por algún tiburón.

Terminada nuestra visita, y de nuevo en tierra firme, decidimos volver caminando para poder ver el barrio chino y algunas de las calles más célebres de la ciudad. Chinatown no tenía nada más especial que las muchas que he visto, pero a las chicas les hacía ilusión y aprocechamos también para comer ahí a un precio ridículo.
Fué este día cuando tuvimos el primer contacto con otra de las atracciones de la ciudad, y por lo que mucha gente lo conoce. No es otra cosa que el "cablecar", o lo que es lo mismo, el funicular típico de San Franciso. Están situados en el centro de la ciudad, y únicamente quedan 3 o 4 líneas, que funcionan más por el turismo y por preservar la história que por la necesidad de ellos.
Las calles tienen los railes en el pavimento y dentro de estos, corre un cable que tira de ellos por todo el recorrido.
Por lo tanto, todos los funiculares de cada línea se van moviendo al mismo tiempo y pueden cambiar de calle desenganchándose y volviendo ha hacerlo.
Paseamos por aquellas calles hasta que se hizo oscuro y volvimos al hostal para preparar la cena con lo que habíamos comprado en el super. Un poco de comida casera no nos vendría nada mal, además de, como siempre, ahorrar un poquito de dinero.

El otro punto turístico importante era, por supuesto, el puente "Golden Gate", que en su época ( década de los 30), fué el más largo del planeta, y que se a convertido probablemente en el más conocido. Todo el mundo a visto alguna vez la silueta roja que le caracteriza.
Llegamos ahí en bus, más por la pereza de las chicas de caminar que por la lejanía de este. Tomamos las pertinentes fotografías desde la distancia, en las que podías ver toda la estructura, y después decidimos caminarlo entero, de punta a punta.
No son más de un par de kilómetros, pero tardamos más de una hora al pararnos en muchas ocasiones para tomar fotos, para disfrutar de las vistas que tienes de la ciudad, para ver las migraciones de patos que pasan por debajo del puente en busca del océano, o para ver a los delfines entrar en la bahía en grupos.
También vimos alguna aleta sospechosa, pero la distancia no nos hizo saber si era un delfín más, o alguno de los escualos que aseguran rondan por todo el agua que rodea la ciudad.
Llegados a la otra punta, ya pusimos camino de regreso, esta vez a un ritmo más rápido y únicamente nos paramos para contemplar el trabajo de algunos de los 35 pintores que constantemente repintan el puente. Un trabajo bastante duro, sobretodo en días de mucho viento, donde estar colgado a decenas de metros no debe hacer mucha gracia.

Del puente nos fuimos a recorrer más el centro, con sus calles de subida y bajadas en busca de una de las más conocidas. Para llegar ahí, lo típico es coger el funicular, pero los 5 dólares nos hicieron desistir y fuimos caminando las apenas 6 manzanas que la separaban de la estación. Al llegar, fué una gran decepción, ya que únicamente era especial por ser una calle con unas cuantas curvas y decoradas con plantas. Cientos de turistas a pié y en coche estaban recorriendo esa famosa calle. No perdimos demasiado tiempo en ella y seguimos nuestro camino al hostal.


Nos quedaban dos días y la mayoría, y para que engañarnos, lo más importante ya estaba visto, así que los llenamos lo mejor que supimos y visitamos entre otras cosas, el ayuntamiento, las casas victorianas típicas de la ciudad, el museo de arte moderno ( que horror), y el parque más grande, en donde estuvimos toda una mañana paseando.
Después de esto había llegado el momento de separarnos, ellas se volvían al trabajo en los colegios, y yo seguía mi viaje, en este caso con destino al parque nacional de Yosemite.

Para poder llegar ahí ya comprobé que los transportes en EEUU no son malos, pero para nada son directos, así tuve que pillar dos buses y un tren para recorrer los apenas 300 km. Eso sí, todos los horarios bien coordinados para que puedas llegar el mismo día.
Una vez allí, me alojé en un hostal-casa de montaña que estaba situado a las afueras del parque ( los hoteles de dentro son muy caros) y de lo primero que me enteré fué de que no habían excursiones programadas hasta 4 días después. Mi intención era no estar más de dos días ahí, ya que el tiempo se me acababa y aún me quedaba por ver Las Vegas.
Con este problema, encontré la solución en una señora que al verme preguntar y con mi cara de preocupación, me ofreció acompñarala al día siguiente, ya que ella iba con coche particular.

La señora en cuestión, Marylin, viajaba sola con sus dos perros, y estaba también disfrurtando de sus amplias vacaciones como profesora. En su caso, había trabajado cuando era joven en el parque y quería recordar viejos tiempos.
Con la suerte de haberla encontrado, quedamos a la mañana siguiente después de desayunar, y me fuí a comer algo en el restaurante. El lugar estaba en el medio de la nada y únicamente podías comer en su bar, un sitio muy acojedor donde ofrecían comida casera, que, con el frío que hacía fuera, era muy apetecible. Estube leyendo un rato y me fuí a dormir con toda la ropa de abrigo puesta, y esque el frío que hacía en ese lugar no se puede explicar........

Por la mañana, y evidentemente sin tomar ninguna ducha, ya que si lo hubiera hecho no estaría escribiendo ahora, me metí en el coche de Marylin y pusimos rumbo al parque, que estaba aproximadamente a 1 hora de distancia.
Al llegar, sobre las 8, el termómetro marcaba -2º y hacía poco apetecible salir del coche. Con fuerza de voluntad, y para que engañarme, empujado por la señora ( acostumbrada al frío), salimos a conocer un poco el valle, con sus cascadas y sus montañas. Los únicos que creo que realemnete disfrutaban aquel momento fueron los perros, que incluso se bañaron en las aguas heladas de sus ríos.
Poco a poco el día se fué levantando y la temperatura se convirtió en agradable, con lo que pude disfrutar esta vez si de las vistas del valle y pudimos caminar un buen rato seguido paseando a los perros.

Pero sin duda, el plato fuerte del día vendría por la tarde, cuando nos dirigimos con el coche a la zona de las "secuoias gigantes", árboles que crecen hasta unas alturas muy considerables, pero que sobretodo tienen una anchura impresionante.
La carretera para llegar ahí estaba cerrada, y solo se podía llegar después de caminar una hora hacía arriba. La mujer no se vió capacitada y se quedó con sus perros, mientras yo subía por la carretera en busca de esos árbolitos. Al final aparecieron, y os aseguro que en mi vida he visto nada parecido, vaya troncos que tenían. Todos juntos creciendo en el mismo lugar, con la nieve caida en el suelo, hacían que el lugar tuviera un encanto especial.

Ya de vuelta en el hostal, me despedí de Marylin, una mujer muy agradable, pero la típica inculta americana, y esque durante el día, como es lógico estuvimos hablando largo tiempo y me llegó ha hacer preguntas como: " ¿se habla español en España?", a lo que yo pensé, joder, está bien que nadie se lo enseñe en el colegio, pero por sentido común, en Francia se habla francés, en Alemania se habla alemán, y en España español. Otra de las joyitas que me soltó fué si teníamos democracia o que Obama no podía ser presidente porque no había nacido en Estados Unidos. Todo junto la convertía en un prototipo de persona que me he encontrado en varias ocasiones durante mis días aquí.

Mi tiempo en Yosemite había llegado al final, y después de volver a dormir medio congelado y otra vez sin tomar ninguna ducha, me fuí en busca otra vez de la combinación bus-tren-bus para llegar a Las Vegas. El viaje duró todo el día, y llegué a la ciudad más conocida del estado de Nevada a las 11 de la noche.
Esto no fué un problema ya que la ciudad, como es sabido, está abierta las 24 horas del día, así que me fuí en busca del hostal más cercano ( apenas hay 3 ), situado en el downtown, dejé las cosas en la habitación, volví a comprobar, como en San Franciso que a mi me tocaban los barrios de los vagabundos, y me fuí a dar una vuelta por los pocos casinos que hay en esa zona.

Al día siguiente me fuí a la calle principal, donde esta situados los casinos más conocidos ( Belaggio, Stratosphere, Mirage, The Venetian, Luxur, NY NY, etc etc), y me dí cuenta de que el sitio era muchísimo mejor del que yo estaba, de que me tenía que cambiar como fuera de sitio para poder vivir la vida real de Las Vegas.
Estuve todo el día arriba y abajo tomando fotos de casi todos los hoteles-casinos, y cuando cayó la noche, se prendieron las millones de bombillas de la ciudad, y todo tomó un aspecto diferente. Las calles se llenaron de gente, y todos parecían buscar el mejor sitio para perder su dinero. Como no podía ser de otra manera, yo hice lo mismo, ya que no podía estar en Vegas sin apostar en algún Casino. La elección no fué fácil, ya que todos ofrecen lo mismo, los mismos juegos. Los casinos por dentro son practicamente idénticos, y uno no sabe en cual se encuentra al final.

Me decidí por el Belaggio, protagonista de las películas Ocean's 11, 12, 13....y después de cambiar el tope de 50 dólares que me marqué para perder, me senté en una de las cientos de mesas de black jack y apuré mi dinero. Al menos me sirvió para jugar durante más de 4 horas.
Lo que me llamó la atención del lugar, es la presencia de las camareras que te van sirviendo bebida gratuita para que ni se te ocurra levantarte de la mesa.
Estuve la noche compartiendo pérdidas con una pareja mejicana, y cuando se me acabó el dinero, puse camino de regreso al hostal con la idea de cambiarme a esa zona la mañana siguiente. En el camino desde la parada de bus, me encontré algunos personajes poco deseables, y al ser altas de la madrugada, ir solo, y llevar conmigo el bolsito con la cámara de video y la cartera, decidí que lo más prudente, después de recibir algún que otro comentario, era ir corriendo el apenas kilómetro de distancia que había.

Para cambiarme, miré en internet uno de los casinos menos populares, llamado Sahara y que me había recomendado una chica israelita que conocí en el restaurante del hostal en Yosemite. Ella, con una amiga, iban a alojarse ahí al día siguiente, y después de reservar mi habitación le envié un mensaje para decirle que nos veríamos ahí.
La tarifa del hotel era realmente barata, 35 dólares por noche en habitación doble para mi solo, y si contamos que estaba pagando 27 en el hostal por una cama en dormitorio de 10, y que el hotel era como uno de 4 estrellas españolas, con piscina, gymnasio y todas las comodidades, aún me resultaba más barato.
La razón de estos precios es la lucha de los locales para que vayas al suyo y te gastes el dinero en sus máquinas. No era mi caso ya que yo ya había perdido todo mi presupuesto para el juego.

El motivo de no haber contratado antes el hotel era por la posibilidad de conocer gente en el hostal con la que pasar los días en la ciudad, pero la verdad, mis compañeros de habitación estaban todos por motivos de trabajo y me ofrecían más bien poco, así que me decidí a buscar la compañía de las dos chicas israelitas.

El único de mis compañeros con el que mantuve una conversación "interesante", y que respondía a otro estereotipo amerciano, fué un chico de California, de origen mejicano, que estaba haciendo las pruebas de ingreso para la policía de Las Vegas.
Me contó que estubo en Iraq 3 veces, en total más de 2 años, y me lo contaba con total normalidad. La conversación me pareció interesante, el poder conocerde de primera mano una persona que hubiera estado tanto tiempo en esta guerra de la que tanto se ha hablado. Así, me dedicí ha hacerle varias preguntas, y sus respuestas fueron muy, pero que muy sorprendentes.
La primera fué si no le había resultado muy duro estar más de dos años ahí, con los peligros, con la presión, y el tio, como si hablara de unas colonias de verano, me dijo que es depende como te lo tomes, que el había disfrutado, que lo había pasado bien, que no era de los que se ponían a llorar como un mariquita. Me dijo que el único momento que sufrió fué cuando un trozo de metralla se le incrustó en el codo........y lo explicaba tan orgulloso mostrándome la cicatriz!
La segunda de las preguntas, y que realicé después de oir su respuesta, fué que si le parecía dibertido tener que matar gente. Y otra vez con total normalidad me dijo que para él era normal, que él no veía directamente a sus muertos ya que disparaba un tanque por encima de las casas, pero que el ejército americano, por un tema "estadístico" como me definió él, le asignó 3,5 muertos.
Tema estadístico, brutal, a cada soldado le ponen en la hoja de servicio cuantos han matado.
Estuvimos rato charlando, y no es para poner todo en este blog, pero de verdad que va a ser una de las conversaciones que se me van a quedar grabadas.

Ya con la reserva del hotel, y después de haber estado 2 noches en un dormitorio, me cambié al hotel, situado en la zona activa, y al entrar en la habitación comprobé que iba a disponer de unos lujos poco propios de mi viaje. Dos camas de unas dimensiones considerables, lavabo completo para mi solo, vistas de la ciudad al estar en el piso 21, televisión por cable que me recibió con un educado "welcome mr.carlos barberán"....no podía pedir más.
Dejé las cosas y me fuí directamente a la piscina, ya que hacía un buen dia, y eso signifciaba tener más opciones de encontrar a las israelitas tostandose al sol. Dicho y hecho, allí estaban las dos, y después de las presentaciones con la que no conocía, me puse con ellas ha hacer el lagarto.

Toda la mañana la pasamos entre bañito en la piscina, en el jacuzzi y tirados en las hamacas. Al medio día nos fuimos los 3, perdonar por no haber hecho las presentaciones, ellas eran Yordan y Nofeel ( evidentemente no se escribe así en hebreo, pero es como se pronuncia). Como decía, nos fuimos a pasear por la ciudad ya que ellas no la conocían y a parte de ver de forma más rápida los edificios que había visto el día anterior, acabamos de recorrer la calle y pude ver de esta manera todos los hoteles-casinos de la ciudad. La verdad es que no los conté, pero resulta increíble que hayan más de 50 que ofrezcan exactamente lo mismo y todos ellos tengan su negocio y puedan mantenerse abiertos.
Estamos hablando de hoteles muy grandes, el mayor de ellos de 5.500 habitaciones, o lo que es lo mismo, un pueblo entero cuando esta lleno de gente, y a la lado otro de similares medidas, y otro, y otro.....
Sorprende también la cantidad de familias que van ahí con sus niños pequeños, y si es cierto que a parte del juego puedes montar en las múltiples atracciones que ofrecen los hoteles, pero no creo que sea un sitio para llevar a tus hijos.

Antes de retirarnos al hotel, contratamos la excursión al gran cañón para el día siguiente ( lo que significaba levantarse a las 5 de la madrugada), y pasamos a ver una de las funciones en las fuentes del casino Belaggio, con su música y sus colores.
Como cena, aprovechamos también el buffet del hotel, que ofrecía a los clientes por 10 dólares todo lo que pudieras comer. La calidad, en contra de lo que suelen ser estos sitios estaba bastante bien, y después de tener los estómagos llenos nos fuimos a dormir.

El despertador sonó muy pronto, y el bus nos pasó a recoger a las 5,30 de la mañana por la puerta del hotel. El día iba a ser muy largo ya que el cañón está situado a unos 450 kilómetros de la ciudad, contando las paradas obligadas para el conductor, sumada con alguna adicional como por ejemplo en la conocida presa de Hoover, hicieron que llegaramos pasadas las 3 de la tarde.
Cansados por el viaje y por no haber dormido demasiado, tuvimos que caminar durante 2 horas recorriendo el perfil del cañón, un impresionante espectáculo que más parece una postal que una visión de verdad. Cientos de metros de ancho y más de 1000 metros de profundo hacen de este sitio un lugar difícil de olvidar.
Disfrutamos de las vistas todo lo que pudimos, aprovechamos el poco tiempo que tuvimos, y regresamos al bus para poner rumbo de vuelta a la ciudad. Otras tantas horas de agotador autobús para llegar a las 11 de la noche al hotel, tomar algo de cenar y irse a la cama por estar derrotados, pero sabiendo que había valido la pena el viajecito.

A la mañana siguiente yo tenía que hacer el check-out, ya que era mi último día, y aproveché que las chicas aún iban a estar más noches para dejar las cosas en su habitación y pasar el día descansando en la piscina y charlando de mil cosas, entre ellas de la posibilidad de coincidir algunos días en Cancún, ya que ellas volaban directamente.
Yo, como buen backpacker, tuve que chuparme las 28 horas que separan Las Vegas de Dallas, que es donde tenía mi vuelo ya pagado en el ticket de la vuelta al mundo.
Así, me despedí de ellas, por si la situación hacía que no las volviera a ver, y me fuí a la estación de bus. Como pasó en las anteriores ocasiones, no había ningún servicio directo que recorriera los 2.000 kilómetros de disatncia, y tuve que pasarme más de un día cambiando 3 veces de bus, con el pertinente engorro de tener que cargar con la mochila.

En esos buses, pude vivir varias situaciones. La primera de ellas las inclemencias climatológicas, incluido un viento muy fuerte que hacía mover el bus en las primeras horas de trayecto, una nevada considerable durante toda la noche y parte de la mañana, con la consiguiente rasca cada vez que bajaba del bus, y para terminar, una tormenta de agua que acabó de completar el viajecito.

Otro de los aspectos fué mi compañía. Gente normal, gente de la calle, del centro de Estados Unidos, fuera de lo que había visto en California. Podría hacer toda una entrada hablando de esta gente, de su comportamiento, de como trataban con otras personas y no tendría suficiente para que quedara claro. Creo que se tiene que vivir en primer persona.
Yo me dediqué a observarlos y a pasar desapercibido, aunque no lo conseguí, yo era parte de ese grupo de frikkis, era el españolito.
De verdad que me podría tirar horas escribiendo de mi expericnia en esos buses, en los que atravesé los estados de Nevada, Arizona, Nuevo Méjico y Texas, pero podría resumir todos mis pensamientos en 2 ideas que me vinieron a la cabeza.
En el primer cambio de bus, a las tantas de la madrugada en algún lugar perdido de la mano de dios, tuvimos que esperar hora y media, y mientras cada uno actuaba en su papel ( el mio de observador), simplemente pensé: "Obama hijo, donde te has metido".
La segunda de las ideas fué que sería muy bueno como asignatura de la carrera de sociología, meter a los alumnos en uno de estos buses, de verdad que se aprende mucho sobre el comportamiento humano (mayores, jóvenes, parejas, niños, etc etc), y de lo mal que funcionan según que sociedades.

Después de las intermiables horas de bus, recuerdo que aquí no son como en Sudamérica que te puedes semi-estirar, sino que son los típicos buses de línea incómodos, llegué a la ciudad de Dallas.
Y aquí estoy ahora, escribiendo en presente, ya que la llegada a sido a las 2 de la madrugada y mi vuelo sale a las 11 del aeropuerto. Al llamar al bus, me han dicho que hasta las 8 no empieza el servicio, así que estoy teniendo 6 horas para teminar esta entrada, y de paso, mantenerme despierto porque no me quiero quedar domido entre medio de esta jungla que tengo como compañeros de estación. Tendríais que ver la cara de alguno de ellos....jajajajaja, por suerte mientras escribo estas últimas líneas son las 7.20, y ya no me queda casi nada.
Ahora me toca volver a cambiar de mundo e irme a Méjico por casi dos semanas después de haber convivido con muchos de ellos en América. A sido otro de los puntos curiosos del viaje, el oir hablar a los latinos media conversación en Inglés, media en Español, y esque cambían con una facilidad tremenda....muy gracioso.

Con esto me despido hasta la próxima, esperando que todo vaya bien desde aquí al aeropuerto.


Barbe.


Aquí van las foticos:


http://picasaweb.google.com/guillermo.de.prada2/EEUUBarbe#

jueves, 16 de abril de 2009

Barbe Perú

Finalizada nuestra estancia en Brasil, y después de una largo camino para llegar a Perú, con muchas horas de vuelos y muchas horas de esperas en los aeropuertos, empezaba la última parte de mi viaje. Esta parte la iba ha hacer solo, después de la separación definitiva con Prada, y encaraba los últimos meses con muchas ganas de vivir experiencias diferentes, experiencias nuevas, y es que ya se sabe que no es lo mismo viajar solo que acompañado.

Con estas ideas aterricé en Lima con la intención de aprovehcar al máximo mis 14 días en tierras peruanas, y por ello, quería ir rápido hacía Cuzco, donde están situadas las principales atracciones turísticas del país, como son el Machupichu y todos los restos Incas que rodean aquella zona.

Al ir con el taxi a la estación de autobuses, me dijeron que ya no habían aquel día, ya que todos salían por la mañana o al mediodía, así que me tuve que resignar e ir a buscar un hostal para pasar la noche. Mi intención era no perder ningun día en la capital del país, y es que todo el mundo al que consulté, así me lo recomendó.
Al final no me quedó más remedio, y me alojé en el barrio de Miraflores, donde pagué un precio muy elevado por la cama y lo que me ofreció aquella zona fué bastante poco. Es el barrio residencial de la gente con dinero, y por lo tanto está lleno de edificios muy modernos y lujosos que no te dejan ver la verdadera realidad de la vida ahí.

Por la mañana, aproveché para coser un siete que le habían hecho a mi mochila en el último vuelo ( ya soy todo un experto costurero), y me dirigí a la estación de buses desde donde partía el mío. Aquí iba a empezar, sin yo saberlo, el trayecto más largo de todo mi viaje, y podría decir que en el que peor lo he pasado.

Con mis ganas de llegar lo antes posible a Cuzco no quería demorar mi espera en Lima, y contraté el servicio que paraba en Juliaca ( población cerca del lago Titikaka), muy lejos de mi destino final. A priori, la duración total iba a ser de 28 horas, que en sí ya es medio locura, pero si le sumamos las 7de retraso que acumuló en el trayecto, ya se convierten en 35 largas horas metido en un autobús. Hasta aquí no deja de ser algo por lo que tanto Prada como yo hemos sufrido en varias ocasiones, pero lo que pasé en ese bus no se lo deseo a nadie, y aquí viene la explicación.

Las primeras 20 horas no fueron demasiado duras, si contamos que pasé el día viendo películas, escuchando música, durmiendo por la noche, etc, etc. El problema vino en las últimas 15, donde el bus pasó del nivel del mar a los 4.000 metros que tiene de altura el lago, en apenas unas horas. Progresivamente me fuí encontrado peor, mal de cabeza, fiebre, escalofríos, dolor de espalda, náuseas, en definitva un cocktel explosivo que hizo que no me pudiera mover.
Ahí estaba yo, metido en mi saco de dormir, con toda la ropa de abrigo puesta y muerto de frío. No podía mover un dedo, no quería comer nada, y lo único que hacía era tomarme las varias pastillas que otros pasajeros me facilitaron al verme en aquella situación. Yo ni preguntaba que era, me encontraba tan mal que simplemente las tomaba, y no sé si por las pastillas o por la aclimatación, poco a poco me fuí encontrando mejor. Ya había pasado lo peor, y es que hubieron momentos en los que estuve tentado de bajarme de aquel bus que no dejaba de curvear. Al final aguanté el arreón y cuando llegué a Cuzco mi situación era algo mejor.

Me bajé de ese autobus a la 1 de la madrugada con la única intención de buscar una cama donde descansar y acabar de reponerme. Cuando salí de la terminal, vi a 2 chicas preguntando a un taxista, y me fuí directo a ver si sabían algún hostal. Me contestaron que sí, y compartimos coche hasta el.

Las dos primeras noches en la ciudad las pasé en ese sitio, un lugar sucio, en el que además de una americana y un australiano, mis otros dos compañeros de habitación eran dos argentinos que tenían un olor corporal bastante agudizado por la falta de higiene. Por si no fuera poco, los dos angelitos tenían muy poca educación, y durante la noche no dejaban de armar follón, hablando en voz alta, encendiendo la luz, etc etc. Con este panorama, es lógico que tardara dos días en reponerme del viaje, y apenas gasté el tiempo informandome de los tours y de los trails que ofrecian las diferentes agencias, además de hacer un poco de turimos por la ciudad.

Una vez repuesto casi por completo, y que no me costara un mundo caminar en los 3.500 metros de altitud que tiene la ciudad, creí que había llegado el momento de iniciar mi ruta. Para ello, lo primero que hice fué cambiarme de hostal, y me instalé en el Hi Hostels que estaba cerca del otro, y donde por apenas 1 euro más, tenía un sitio limpio donde estar, además de poder disfrutar de un dormitorio para mi sólo, y es que era temporada baja y había poca gente. Después de lo pasado, unas noches durmiendo solo me iban a venir muy, pero que muy bien.

Con toda la información que había conseguido los dias anteriores, fuí a contratar al sitio más barato que encontré, todas las excursiones y pases. Para empezar, aquel mismo día hice el city tour, que te llevan a los emplazamientos históricos más conocidos de la ciudad y sus alrededores. Para ello necesitas adquirir un ticket que te permite el acceso a todos los restos Incas de Cuzco y alrededores, exceptuando el Machupichu. El precio no es para nada barato, pero es la úncica manera de acceder a ellos, y es que ya se sabe que todo lo que toca el turismo se hace más caro.

Aquella tarde visitamos primero el Quoricancha, templo principal del pueblo Inca, en donde los conquistadores encontraron una cantidad brutal de oro. Habían muchas figuras de animales y de personas hechas a escala real y utilizando solo el oro. Las paredes de aquel templo también estaban recubiertas por placas del mismo material, lo que hizo que fuera de los primeros emplazamientos que desapareciera. Tal como somos los españoles, me imagino la cara de ellos al ver toda esa fortuna puesta en el mismo lugar.

Después nos llevaron a visitar la cosntrucción militar más importante de los alrededores, llamada Saqsayhuaman, donde nos explicaron toda la historia de aquel sitio, la función que había tenido y en definitiva, nos intentaron trasladar 500 años en el tiempo para poder imaginar la vida allí, con su cultura y tradiciones.
A pesar de que un tour te impide llevar tu ritmo y estar el tiempo que quieres un un sitio, por contrapartida te enseña mucho más del lugar. En mi caso, mi hermana Nati me había aconsejado hacerlo guiado, y seguí su consejo.

Visitamos 3 instalaciones más, de menor tamaño e importancia, y de las que podría poner un resumen, pero no quiero aburrir al personal más de lo que debeis estar. Al llegar de vuelta a Cuzco me fuí, con una mujer de Girona que conocí durante el día, a ver un espectáculo de bailes tradicionales que estaba incluido en el precio del pack. No fué algo inolvidable, pero pasamos parte de la tarde entretenidos.
Me retiré pronto a la cama, ya que al día siguiente tenía un día largo con la visita al Valle Sagrado, y además quería aprovechar para recuperar horas de sueño perdidas.

Con las pilas cargadas después de dormir solo, sin ningún ruido ni olor, baje hacía la plaza de armas, de donde partía el minubus que nos iba a llevar al Valle Sagrado. El día fué muy largo, ya que los emplazamientos están bastatne lejos de la ciudad, y tardamos más de hora y media en ir y otro tanto en volver.

Durante la excursión, ya empecé a sufrir la dureza de las escaleras incas en la altura, y es que cuando la pendiente aprieta y estás en altitud, el oxígeno empieza a faltar y cuesta mucho más ir para arriba.
La primera parada la hicimos en Pisac, pequeña población enclavada en lo alto de una montaña y desde donde se tienen unas vistas muy bonitas de los valles colindantes. Eso sí, antes de poder disfrutar de esas vistas, hay que caminar cerca de una hora hacía arriba por un camino original y por el que te vas encontrando restos arquitectónicos. La vista no tiene desperdicio, y todo esfuerzo vale la pena. Estuvimos en las ruinas durante un buen rato y pusimos camino de vuelta hacía abajo.

La segunda población del día sería la de Ollantaytambo, en la que puedes ver la inmensidad de las terrazas de cultivos que utilizaban para aprovechar mejor la tierra. Fué un trabajo enorme colocar esas piedras en su sitio, y más si imaginamos que las traían de otras montañas y con unos sistemas bastante rudimentarios. Esta población es la última en la que permanecieron los Incas, y según nuestro guía, todos los habitantes que viven en el pueblo ( aprovechando en muchos casos las construcciones Incas) son descendientes de los originales.

En este pueblo, además de ver las mencionadas terrazas, también existen restos del templo del sol, donde utilizaban una construcción mucho más fina y elaborada por su caracter religioso. Desde lo alto de la montaña se puede observar también que en la de enfrente construyeron depósitos de alimentos para almacenarnos hasta 12 años, aprovechando las corrientes de aire frío que circulaban en las alturas. Un trabajo realmente admirable.

La última parada del día, antes de regresar a la ciudad, fué Chinchero, un pueblo donde se combinan y puedes ver a la perfección la arquitectura original Inca con la de los españoles. Estos, aprovechaban muchos de los muros y continuaban subiendo metros hacía arriba, con lo que ahora han quedado muchos de los edificios contruidos con una mezcla de ambos estilos. Pero lo más destacado del pueblo era, sin duda alguna, la iglesia, que tenía todo el techo pintado a mano y en un estado de conservación muy bueno; realmente bonita.
Finalizado el día, y bastante cansado por las horas de caminata, caí rendido muy pronto y me empecé a preparar para lo que serían los 4 días de excursión que había contratado para llegar al Machupichu. En un inicio quería hacer el más famoso de ellos, el Inka Trail, pero además de falta de sitios, costaba el doble del que finalmente contraté.

Me levanté pronto por la mañana, preparé la mochila pequeña con lo necesario para estar 4 días, y me fuí al punto de encuentro para iniciar el Jungle Trail, una excursión que combinaba selva con restos de caminos Incas.
Al llegar a la agencia, pude comprobar que entre todos mis compañeros de camino ( 15) únicamente los guías hablaban español. En un principio me dió bastante palo, pero una vez montados en la furgoneta que nos llevaría hasta el inicio, pensé que sería una buena oportunidad para mejorar mi nivel de Inglés. El grupo lo conformábamos 5 israelitas ( como no), que en contra de la experiencia que tenemos con ellos, eran buena gente, 3 noruegos, una pareja de Oregón, 2 australianos, los dos guías y yo.
Ya desde el primer momento me llevé más con los autralianos y con la pareja, el resto iban bastante a su bola, aunque no era un mal grupo.

El trayecto hasta el inicio del trail estuvo marcada por la niebla, que no permitía ver demasiado al conductor en lo alto de las montañas, aunque parecía no importarle, ya que la velocidad era elevada, y se permitía el lujo de adelantar en zonas que no me atrevería a llamar seguras. Además de este inconveniente climatológico, los desprendimientos continuos de piedras que hay en las carreteras peruanas, provocaban que tuviera que maniobrar para evitar las piedras de la calzada, lo que no ayudaban para nada en la tarea de llevarnos sanos y a salvo hasta el lugar. Con esta situación, y viendo que los guías estaban hechando una siestecita, decidimos restarle importancia y dejarnos en manos de aquel conductor, aunque de vez en cuando la vista se te iba a los precipicios que pasaban a escasos metros.

Llegados al lugar, tomamos la bolsa de picnic que nos dieron, e iniciamos el descenso de la montaña hasta el lugar donde teníamos que pasar la primera noche. Este descenso lo ibamos a realizar en unas bicicletas que llevábamos transportando en lo alto de la furgoneta.
Para ello, siguiendo el consejo del guía y en contra de lo que hicieron los demás, Sean, Keandra ( la pareja americana) y yo, nos pusimos pantalón corto y chanclas para hacerlo. El motivo eran los continuos ríos que tienes que atravasar y en los que te mojabas. Al no llevar mucha ropa de recambio, y solo unos tejanos, era la opción más sensata.
El problema estuvo en la primera fase de los 50 km del recorrido, en los que era una bajada continua, a una velocidad considerable, y con los pies y piernas mojadas. No hace falta que explique el frío que pasé, con todo el viento pegando de frente.

Una vez terminado el descenso y ya en una zona plana en la que teníamos que pedalear, entré en calor y pude secarme con el sol que salía de forma intermitente. Este fué el trayecto más bonito, circulando por caminos de tierra, entre camiones, coches y motos por el medio de la selva, y viendo la realidad de estas personas, que viven alejadas de todo lo que conocemos por vida urbana.

Una vez concluido el día, en el que pasamos por algunos restos Incas, llegamos a una pequeño pueblo llamado Santa Ana, donde nos estaban esperando en un hotal para alojarnos esa noche. Dejadas las cosas en las habitaciones, los guías nos preguntaron si queríamos hacer una partido de futbito contra la gente local en la pequeña cancha municipal de la que disponían. La aceptación fué más bien minoritaria y solo Sean, uno de los australianos y yo, aceptamos el reto.
Ya os podeis imaginar el nivel del americano y del australiano, así que más bien jugamos un 5 contra 3 en el que hicimos lo que pudimos y la verdad esque no desentonamos en absoluto. Al fin y al cabo era pasar un buen rato antes de la hora de la cena, aunque como siempre, si se gana mucho mejor.

Después de la cena, y cuando todos mis compañeros se retiraron a descansar, me quedé haciendo unas cervezas con el dueño del hostal y algunas personas del pueblo ( todos ellos habían participado en el partidito). Hablamos durante horas de fútbol, de la situación en su comunidad, de la falta de oportunidades de sus niños para poder jugar, y les comenté un par de cosas con las que podrían mejorar esa situación. Al final de la noche, conseguí un principio de compromiso de alguno de ellos para convertirse en entrenadores de los pequeños. Era un final muy bueno para el primer día del tour, y me metí en la cama muerto de cansancio para aprovechar al máximo las pocas horas de sueño.

El día siguiente empezó muy temprano, y a las 7 de la mañana ya estábamos tomando un buen desayuno a base de tostadas, tortas y un buen té de coca para la altura. Iniciamos los primeros metros de caminata de las 8 horas que teníamos por delante. El camino lo hicimos entre la selva, aunque eso sí, una selva muy transitada y concurrida, ya que además de dos grupos más de turistas, cada cierto tiempo había gente local en el camino ofreciendo bebida y comida. También existían varias casas donde la gente vivía y cultivaba y que habian encontrado un sobresueldo en ofrecer descanso a los caminantes y de paso vendían sus productos.

Fué en la primera de estas casas donde conocería a los que iban a ser mis compañeros de viaje hasta el final de Perú. Como he dicho, habían otros dos grupos haciendo el mismo trayecto, y uno de ellos estaba formado entre otros, por 4 porteñas/o ( Carla, Carol, Yami y Diego). Como ya viene siendo habitual, mi relación con la mayoría de los argentinos es muy buena, y en este caso no fué una excepción.
Después de intercambiar algunas palabras, nos volvimos a separar, ya que cada guía controlaba su tiempo, y en su caso, los descansos eran muy cortos ya que el ritmo que llevaban era más bien lento. De lo primero que me percaté, y al recordarlo no puedo parar de reir, eran las pintas con las que se presentaron a caminar por la montaña durante todo el día. Y esque incluso Carla se atrevió a lucir un bonito bolso blanco, nada adecuado para la ocasión.

No supe de ellos hasta después de la comida, ya que tuvimos el almuerzo en sitios diferentes. Para comer nos ofrecieron una sopita de primero ( como cada día en Perú), que estaba buenísima, y de segundo algo de carne. Terminados los platos, descansamos un rato en pleno suelo antes de seguir con la caminata.
El siguiente trayecto lo ibamos ha hacer por el camino que utilizaban los Incas para llegar de Machupichu a Cuzco, un camino serpenteante que abrazaba las montañas y en el que te encontrabas con algún cortado de centenares de metros. Fué en este camino donde me volví a cruzar con los argentinos y donde tuve el segundo capítulo gracioso, cuando escuché las siguientes palabras " no entiendo que hacemos pagando 150 dólares para sufrir".
Y esque para las 3 chicas, unas más y otras menos, fué un día duro, ya que no estában acotumbradas a pasar por barrizales, caminar entre ramas o subir muchas escaleras. Sus comentarios y lamentos llegaban a los componentes de los otros grupos.

A partir de ese momento me puse ha hablar con Carla durante un buen rato y practicamente llegamos al final del día, donde nos estaban esperando unas termas de aguas calientes situadas en el meido del valle y al lado del río, en un emplazamiento realmente bonito. Ahí fué donde acabé de conocer al resto del grupo, incluso a su guía, Abigail, toda una personaja.
El día lo terminamos tomando la misma comida de siempre para cenar y haciendo unas cervezas todos los grupos juntos en la única "discoteca" del pueblo, un antro de mucho cuidado.


La última jornada del trail antes de llegar a Machupichu fué quizás el menos bonito, ya que caminamos medio día siguiendo el río hasta llegar al lugar del almuerzo. El día lo volví a pasar exclusivamente con mi grupo, ya que las argenitnas habían salido más tarde y su ritmo, como siempre, era más lento. Una vez comidos, caminamos las últimas horas en busca de la población de Aguas Calientes ( la más cercana a la montaña) por la vía del tren. Esta parte la hice solo, disfrutando del paisaje y de la tranquilidad del lugar.

Al llegar al pueblo, nos pusieron a los australianos y a mi en otro hostal ya que no habían suficientes habitaciones, y coincidió que a las 3 porteñas les pasó lo mismo. Después de ir a cenar todos juntos en el mismo restaurante, y de comprar provisiones para el día siguiente, estuvimos un buen rato los 4 charlando en su habitación. Lo que se dijo en esa noche mejor me lo callo eh chicas...jejejejeje.

Con únicamente 3 horas de sueño, afronté el mejor día de los vividos en Perú. Nos vinieron a despertar a las 4 de la madrugada para iniciar la subida caminando al Machupichu. Las chicas y Diego habían decidido hacerlo en bus, con lo que tenían una hora más para dormir. En mi caso, y en el de la mayoría, llegar caminando era mucho más auténtico y era parte de la experiencia en aquella montaña. Así, y todabía muy de noche, fuimos en grupo hasta el inicio de las escaleras alumbrados con la luz de las linternas de los más previsores. Por supuesto yo no llevaba y esque la previsión es algo que no ha estado muy a la orden del día durante todo el viaje.

Como en los viejos tiempos de juegos de noche en las colonias del colegio, veias pequeñas luces en medio de la montaña. Yo me puse detrás de uno que iba con un frontal y que me permitía ver más o menos donde pisaba. Al inicar las primeras de las 1600 escaleras que separan de la entrada al parque, empecé a pensar que sería bueno llegar el primero, ser la primera persona en llegar arriba. Así, y como no me gusta la competición, me costó poco autoconvencerme y empecé a aumentar un poco el ritmo.
En los primeros tramos fué imposible adelantar, ya que todo el mundo estaba fresco, pero a medida que pasaba el tiempo, la gente iba bajando el ritmo y algunos se paraban en los margenes a coger aire. Cuando los ojos se acostumbraron a la oscuridad ya me fué más fácil subir sin luz.

Poco a poco fuí adelantando a gente de otros grupos, pero al final me fué más difícil ya que habían dos austríacos que habían ido de pro durante los 4 días, con camelbacks, ropa técnica y mirándote con prepotencia cuando te pasaban, que habían salido antes que yo y tenían ventaja. Cuando los alcancé, miraron para atrás y apretaron el ritmo para evitar que los adelantara. Al final se desfondaron y logré pasarlos en el último tramo, devolviéndoles las miradas de los últimos días.
Ahí estaba yo, el primero en llegar a la montaña después de 50 minutos seguidos de escaleras ( interminables), y pude disfrutar por unos minutos ( hasta que llegaron mis amigos austríacos) de la soledad en aquel lugar. El día no pintaba bien, ya que había mucha niebla, que daba un toque de misterio, pero a la vez no daba buenos presajios para tener unas buenas vistas de Machupichu.

Esperamos ahí hasta que abrieron las puertas del parque, y rápidamente nos fuimos ha hacer cola para recoger las entradas del Waynapichu, que es la montaña de al lado y en la que tienen el acceso restringido a 400 personas diarias, y desde la cual se tienen unas vistas espectaculares. En la fila, y como habíamos quedado el día anterior, me encontré con Diego y las chicas y esperamos pacientes hasta tener nuestra entrada.

El siguiente destino fué, entre foto y foto, ir en busca del guía que nos tenía que hacer el tour en castellano durante 2 horas. Nos tocó Ruben, sin duda el mejor guía que he tenido durante todo el viaje. Se notaba que el hombre disfrutaba con su trabajo, explicando todo acerca de la ciudad, de sus 500 habitantes, de su distribución, de la función, etc etc.
Al inicio nos tocó una canción con su flauta Inca, y terminó la visita con un ritual original para, según decía, llenarnos de fuerza. Tanto se metía en el papel, que las 2 horas se convirtieron en 3, y lo terminó porque teníamos las entradas para el Waynapichu sino, creemos que con lo que sabía y transmitía, aún estamos dando vueltas por la ciudad.
Al preguntarle por el clima, nos dijo que no nos preocupáramos, que la lluvia y la niebla se irían y tendríamos un buen día. Era difícil de ceer viendo la situación inicial, pero al final resultaría que tenía bastante razón. Un crack.

La subida al Waynapichu fué una mezcla de dureza y risas. Dureza por la pendiente que tuvimos que salvar durante algo más de una hora, con escalones irregulares y que resvalaban mucho por el agua caida. Y risas por el refunfuñar de las chicas, que tenían un ritmo más bien lento y no dejaban de matar con la mirada. Sobretodo Carol disfrutó con el ascenso, y al llegar a la cima, tenía una expresión en la cara mezcla entre haber visto un fantasma y haber perdido 5 millones de euros en la subida. El resto aguantamos las risas por respeto, pero incluso ahora se me cae la lagrimilla solo de recordar aquella cara.

A pesar de todo, las vistas que teníamos desde ahí, valían la pena por todo lo pasado, incluso para Carol, y la apertura del día hizo que todo aquello fuera simplemente espectacular. Disfrutamos del paisaje un buen rato, tomamos las pertinentes fotos y nos sentamos en un buen lugar a descansar y a comer algo mientras cada uno pensaba en sus cosas. En mi caso, la música me acompañó en aquel momento y lo hizo todo mucho más especial de lo que ya era por si solo.
La bajada también fué pesada, y más con la acumulación de todo el día, pero teníamos la motivación de llegar abajo y poder ver con detenimiento todo lo que el guía nos había explicado por la mañana. Así, nos tiramos otras 3 horas arriba y abajo, viendo construcciones, terrazas, el puente del Inca, y haciendo fotos de todo ello para tener un recuerdo por siempre.

El día había sido largo, eterno, 12 horas de Machupichu matan a cualquiera, y bajé en bus con ellos para evitarme la última media hora, y además porque alargamos la jornada demasiado y fuimos de los últimos en salir del parque, con lo que no quería perder el tren de regreso a Cuzco. Al final un gran día, grandísimo, donde tuvimos la suerte de tener todos los tiempo posibles, con un inicio con niebla que le dió a todo un toque de misterio, pasando por un día con nuves, que dejaban unos paisajes muy bonitos en combinación con las montañas de alrededor, y día casi soleado, donde pudimos ver en prespectiva toda la ciudad.

Una vez en el pueblo, fuimos a recoger los equipajes al hostal, y después de comer algo, nos fuimos en dirección a la estación de tren, donde me volví a encontrar con mi grupo original, y con los que comentamos en el trayecto el día que habíamos pasado.
Llegados a Cuzco, después del tren y de un bus, fuimos a cenar con las chicas y Diego al Mcdonald's y nos retiramos a la cama, quedando para el día siguiente en la plaza de armas para hacer algo de turismo antes de cambiar de destino.

Por suerte, otra vez tenía el dormitorio para mi solo en el hostal, y pude dormir 10 horas seguidas que me sirivieron para recuperar la paliza de los últimos 4 días. A la mañana, me fuí a ver como el Español perdía en el último minuto, y a pesar de la mala leche que me produjo, intenté olvidarme y seguir disfrutando como lo había hecho hasta entonces.
Habíamos quedado al mediodía, justo después del partido, y con la inpuntualidad característica de las argentinas, llegaron 20 minutos tarde. Ellas habían estado desde muy temprano visitando parte de los templos que yo hice en el city tour, y Diego no vino ya que estaba en la excursión del Valle Sagrado.

En la plaza nos encontramos también a Nico ( un chico colombiano que habíamos conocido en Machipichu), a la pareja americana y a los australianos. Nos fuimos todos a comer a un sitio muy típico de la ciudad, donde hacían unos bocadillos de unas dimensiones considerables. Después de la comida, ya me despedí de mis compañeros de grupo y me fuí con Yami, Carol y Carla a dar una vuelta por los sitios que nos faltaban por ver, antes de acabar sentados en un banco de la plaza mirando a la gente pasar y escuchando como las chicas lo criticaban todo, absolutamente todo, y esque ya os tengo dicho que no se puede ser así ;-) .

Ya entrada la tarde, fuimos cada uno a nuestro hostal a preparar las cosas y empezar a ir hacía la estación de buses donde teníamos el pase para ir al lago Titi-kaka. El bus lo habían adelantado 2 horas por no se que huelga, y Diego tuvo que llegar literalmente corriendo con la mochila a cuestas para no perderlo. Suerte que estábamos nosotros arriba gestionando una demora en la partida.
En la estación, también nos encontramos a dos cordobeses ( de Argentina) que también habíamos conocido en Machupichu y que tenían el mismo destino que nosotros, la ciudad de Puno. Los dos primos, Martín y Gonzalo acabarían por unirse al grupo argentino-español durante nuestra estancia allí. Para el viaje en bus, y como yo estaba solo, Carla cambió el sitio con otro pasajero y pudimos estar toda la noche charlando de mil cosas que la verdad, tampoco vienen al caso, pero fué una gran compañía.

Llegamos a Puno a eso de las 4 de la madrugada, sin hostel y sin saber realmente a donde ir. A priori a mi me tenía que venir a buscar una persona de la agencia donde había contratado la excusrión, pero ahí no había nadie. Así que pillamos a la primera señora que ofrecía hoteles y le negociamos un precio por los 7 y para las 3 o 4 horas que ibamos a dormir.
También esta señora vendía las excursiones a las isals del lago, así que como yo aún no había pagado nada de la mía, nos apuntamos todos juntos y fuimos a pegar un sueñecito corto. A mi me tocó dormir con Diego ( ya sé que te gustó tontorrón) en una cama de matrimonio.

Por la mañana nos despertó el hombre que en teoría tenía que haberme esperado la noche anterior en la estación, y al decirle que ya lo tenía contratado, que era su problema no haber estado a la hora y en el lugar, se me puso como una fiera. Lo cierto esque no tengo ni idea de como me encontró, pero lo hizo.
Después de un pequeño rifi rafe, y de estar sentado en la recepción más de media hora, se dió cuenta de que no tenía nada que hacer y desapareció del mapa.

Empezamos lo que iba a ser mi último destino en tierras peruanas, en un tour de 2 días y una noche por las diferentes islas que componen el lago navegable más alto del mundo. Como no podía ser de otra manera, nos metieron a los 7, juntos con otros tantos pasajeros más en una barca y, con el guía más pesado, insoportable e irritante que nos habíamos encontrado nunca, nos dirigimos al primero de los destinos, las islas flotantes.

Bajamos de la lancha, nos hicieron una pequeña explicación del estilo de vida de esa gente, del porque vivían allí, de la forma de construcción de las islas y nos subieron en una barca típica donde nos llevaron a remo hasta otra de las islas. En la barca, Martín desmostró que lo de remar no es lo suyo.
Terminado el tour por estas islas flotantes, pusimos rumbo a la isla de Amantaní, donde ibamos a pasar la noche, y en la que tendríamos toda la tarde para conocer. Para llegar allá tardamos un par de horas, que gastamos intentando dormir, hablando de cualquier tontería y tomando el aire en la cubierta de la barquita.

Cuando llegamos a la isla en cuestión, el pesado del guía, con las gracias con las que nos tenía acostumbrados todo el día, dividió a la gente en grupos y los envió a sus casas. Y esque en esta ocasión no dormiamos en ningún hostal o hotel, ya que la isla no lo tiene, solo son casas de gente local que se dedican al cultivo de diferentes vegetales y crianza de animales para la supervivencia.
Así, las 3 chicas se fueron por un lado, y a nosotros 4 nos tocó a Jenny, una chica de 25 años que sería la encargada de cuidar de nosotros aquella noche. Ella era la menor de 5 hermanos, y la única que vivía aún en la isla con sus padres. Toda la población joven, igual que ella cuando se case, se van a las grandes ciudades en busca de otra vida.

Todas las mujeres iban a recibir a los turistas con sus vestidos típicos y, como nos explicó ella más tarde, el turismo se había convertido en una actividad que les daba un ingreso extra para poder comprarse alguna cosas.
Total, subimos la cuesta que separaba el muelle de su casa, que no fué tarea fácil por los 4.000 metros de altura, y nos acomodamos en dos habitaciones dobles.
Ya pronto nos dimos cuenta de que la vida ahí era muy diferente, de que vivían en otro mundo, de que carecían de lo que nosotros podríamos considerar básico, aunque para ellos no lo es. Me refiero por ejemplo a la falta de luz artificial, a la falta de agua caliente, al estado del lavabo....Todas estas cosas hicieron que durante aquel día pudiéramos vivir de primera mano como vive la gente en estos lugares, y poder darnos cuenta de que también se puede vivir sin todas esas cosas que nosotros consideramos imprescindibles.

Por la tarde, y según las instrucciones de nuestro guía, teníamos que ir hacía el campo de fútbol ( que no falte), para hacer un partido con la gente local. Como buenos aficionados al fútbol y viniendo de dos paises donde es el deporte rey, teníamos los 4 muchas ganas de hechar una pachanguita a 4.000 metros. Cual fué nuestra sorpresa, que ahí estábamos nosostros preparados con nuestros pantalones cortos, esperando al rival, y va el hijo puta del guía ( ahí ya rompimos peras con el) y nos dice que el equipo rival son las mujeres de las casas donde nos alojábamos.
No es por machista, pero aquello era una broma, 10 o 12 mujeres vestidas con faldas y mantones y calzando chanclas eran nuestro rival. Obviamente nos volvimos a poner lo tejanos, pegamos un par de miradas asesinas al capullo del guía y nos fuimos con las chicas a dar una vuelta por la isla. Y esque el fútbol se merece un respeto.

La vueltecita no estuvo mal, y al llegar arriba de la única montaña, había un hombre cocinando churros caseros que supieron a gloria. Terminado la excursioncita, y ya de vuelta en casa de Jenny, nos preparamos para la cena, que iba a tener lo mismo de primer plato que en el almuerzo, una buenísima sopa casera bien calentita que nos dejó como nuevos.
Acabada la cena, había llegado el momento de la "gran fiesta" que nos tenían montada en el local social. Jenny nos dió la indumentaria típica de la zona y, a pesar de la tormenta que había empezado , nos adentramos en los caminos de tierra y piedras de la comunidad para llegar allí. Con la única iluminación de una linternita, os podeis imaginar la de veces que metimos los pies en charcos, barro y riachuelos. A pesar de todo, estubo divertido, llegamos ahí y hechamos unas risas con las chicas y bailamos un poco de música popular antes de tomar el camino de vuelta.

A la mañana siguiente no me pude poner las bambas porque estaban empapadas de la noche anterior, y pasé el día con las chanclas de arriba para abajo.
Después de desayunar, nos dirigimos al muelle, nos despedimos de la que había sido nuestra anfitriona durante un día e iniciamos el camino hacía la última isla del recorrido. En esta, tenían un sistema mucho más abierto, en donde disponían de más comodidades, y de la que no se iba todo el mundo. Estuvimos paseando en ella toda la mañana hasta la hora de la comida, en la que nos sirvieron un salmón bastante bueno y tomamos el camino de regreso a Puno en la lancha. Como veis, mi resumen de esa visita es muy breve, y esque ya estábamos hasta las narices del guía y fuimos muy a nuestra bola.

Llegados a Puno de vuelta, fuimos directamente a comprar los billetes para nuestros próximos destinos, en mi caso Lima, en el de los primos Arequipa y Diego y las chicas Bolivia. Como el bus a Bolivia no salía hasta el día siguiente, tuvieron que quedrase una noche más en el hotel, lo que fué muy bien para que nos pudiérmaos pegar una ducha, y esque como es de suponer, en el agua congelada de la isla nadie se atrevió ha hacerlo.
Bien duchaditos y limpios, fuimos a merendar todos juntos en lo que iba a ser nuestra despedida ya que el primero en marchar era yo. Así, de nuevo llegaba la hora del adiós, y con mucha pena, pero intentando demostrarlo lo mínimo posible, les di un abrazo a cada uno y con un hasta la vista se terminó nuestra andadura juntos. Y ya sabéis chicos, ya podéis ahorrar para venir a verme a Barcelona....jejeje

Me dirigí a la estación de autobuses con la mirada puesta ya en mi siguiente destino, pero sabiendo que me quedaban 18 horas, que al final como siempre fueron más por los retrasos ( 25), y una larga espera en el aeropuerto de Lima. Al final, como todo en esta vida, acaba llegando, y allí estaba yo subiendo al avión que me iba a cambiar de país, de continente y de mundo.



Aquí están las fotos:

http://picasaweb.google.com/guillermo.de.prada2/PeruBarbe#

Y un video de regalo:

http://www.youtube.com/watch?v=O_iQ0pkPW6s

Un abrazo. Barbe.

viernes, 10 de abril de 2009

Brasil II

Las afueras de Salvador de Bahía, en las que se encuentra su aeropuerto, no son demasiado acogedoras. Desde el mismo momento en que cruzamos las puertas automáticas de éste nos encontramos con un ambiente hostil en el que predominaban los hombres de color (todos los salvadoreños lo son) cuya mirada estaba sospechosamente puesta en nuestras mochilas.

Con la inseguridad de quien se siente maliciosamente observado nos subimos a un autobús rumbo al puerto de Salvador, desde donde nuestra intención era embarcar en un ferry que nos llevase a Morro de Sao Paulo, una isla cercana en la que planeábamos pasar los días previos al carnaval. Sanos y salvos llegamos al puerto, aunque con la mala fortuna (también conocida como mala planificación) de haber perdido el último ferry del día hacia Morro de Sao Paulo. Obligados a hacer noche en el mismo Salvador, buscamos un hostal en el barrio de Pelourinho, el más célebre, y allí nos afincamos por una noche.

Ya en nuestra primera noche en Salvador no fue difícil darse cuenta de que se trataba de la ciudad más peligrosa en la que hemos estado. Rio de Janeiro puede tener más fama de peligrosa, pero en Salvador el peligro está mucho más a pie de calle. Pelourinho, en concreto, que es la zona más antigua y famosa y que está elevada unos 50 metros por encima del resto de la ciudad (se llega en ascensor), es el lugar de trabajo de decenas de pillos mangantes (gran parte de ellos son niños) que te meten las manos en los bolsillos al más mínimo despiste.

En uno de nuestros callejeos, seguramente el más precabido en nueve meses, nos encontramos a un grupo de estudiantes de arquitectura de Pamplona que estaban de parranda por allí. La patria une, por lo que acabamos compartiendo unas copas con ellos.

A la mañana siguiente recogimos nuestra casa ambulante y pusimos rumbo a Morro de Sao Paulo con un dia de retraso. Morro está a unas dos horas y poco de barco desde Salvador, aunque el viaje se hace bastante eterno cuando hay oleaje; lo cual fué, obviamente, el caso.

En Morro nos hospedamos en una habitación de tres con el mejor lavabo que hemos tenido en nueve meses. La tercera en discordia, Maria del Rosario, una colombiana (sí Michelle, otra) con la que compartimos nuestra primera noche en la isla.

La vida en Morro consistió en playa, playa, playa, y salir de caipirinhas por los garitos de la playa. A través de Maria del Rosario conocimos a Mili y Stella, dos argentinas bastante liantas, con la que hicimos muy buenas migas. Y sin recordar demasiado bien cómo, cerramos el grupo con cuatro italianos muy cachondos: Fabio (Disc Jockey milanés, del Milan), Marco (personaje sin igual milanés, del Inter) y Stefano (taxista de no sabemos dónde, pero de la Juve) y otro cuyo nombre no recordamos (en el momento en que escribimos estas lineas ha pasado ya más de un mes desde aquello) pero que se jactaba de decirnos que había trabajado en uno de los cientos de Carrefours que debe de haber en Madrid.

En Morro sacamos a relucir nuestras palas y nuestra habilidad en su manejo para intentar impresionar (o para dejar que nos descartaran por flipados) a argentinas e israelitas por igual. Y decimos israelitas porque, como viene siendo costumbre, la población de la isla la conformaban dos españoles, dos argentinas, una colombiana, cuatro italianos y medio ejército de Israel.

Caipirinha tras caipirinha, hicimos gran amistad con el grupito, así que, de vuelta a Salvador, Mili y Stella se unieron a nosotros, o nosotros a ellas, ya que iban a pasar la primera noche del carnaval también en Salvador. Esta vez nos hospedamos en el hostal (bastante cutre, por cierto) de un señor gallego la mar de majete, también en el barrio de Pelourinho. Uno de sus empleados nos recomendó una habitación con ventana a lo que inocentemente accedimos sin rechistar. Craso error; a las 15 de la tarde empezaba a sonar una música carnavalesca más que atronadora que no cesaba hasta pasadas las 4 de la mañana. Así que a falta de poder disfrurtar de un sueño profundo sólo nos quedaba pasar la noche de parranda ;)

A grandes rasgos, hay tres formas de pasar el carnaval en Salvador: la primera es unirse a un bloco, una de esas procesiones de gente que baila y baila sin parar tras una carroza en la que algún cantante de moda (el Bisbal de turno, para entendernos) canta uno tras otro los éxitos del momento. Opción divertida,
pero cara; la segunda es pasar la noche en un camarote, una especie de palcos enormes desde donde se ven pasar todas los blocos con sus respectivos cantantes de moda y su marabunta de seguidores incondicionales que siguen sus pasos por todo Salvador. Opción menos divertida que el bloco pero
también menos cara; la tercera y, hasta donde nosotros sabemos, última opción, es ir por libre y dejarse de blocos o camarotes. Es la opción más incierta. Incierta porque puede resultar en una noche espectacular o una más bien aburrida. Incierta también porque no sabes cuántas veces vas a pisar un charco de sustancias que no cabe mencionar aqui y ahora. E incierta porque no sabes cuántas veces te van a intentar meter las manos en los bolsillos sin tu consentimiento. Lo de ir por libre es un tanto peligroso si no se va con pies de plomo.

En nuestra primera noche nos decantamos por la opción intermedia: el camarote. Mili y Stella ya tenían sus entradas desde hacía días, así que al ir con ellas no tuvimos demasiado que decidir. Divertido o no, lo del carnaval es un auténtico show. Cada camarote (al igual que cada bloco) tiene su propio nombre, su propio logo, y su propia camiseta (a cual más hortera), la cual hay que vestir obligatoriamente (esto es duro) para entrar al camarote. Así que armados de valor nos pusimos las camisetas más terroríficas que jamás hayamos vestido y nos fuimos al bloco con Stella y Mili.

Y allí estuvimos, horas y horas de bailoteo viendo pasar carrozas y carrozas a 3km/h y gritando como si fuéramos los fans número uno de unos cantantes a quienes ni siquiera conocíamos. Aunque el camarote no se llenó, el ambiente y la música fué digno del carnaval más famoso del mundo (en Brasil el carnaval de Salvador es mucho más famoso que el de Rio). Y aunque no somos grandes adeptos a la música brasilera, algunos de los hits del carnaval resonarán en nuestros tímpanos durante varios meses.

El resto de noches, ya sin Mili y Stella, las pasamos por nuestra cuenta en el barrio de Barra, el más movidito en todos los sentidos. Nos hubiera gustado unirnos a algún bloco o camarote pero el bolsillo no lo permitió. De hecho, nos colamos momentáneamente en varios, pero unos seguratas muy atentos nos sacaron a empujones una y otra vez. Sinceramente, no fueron grandes noches. El ir por cuenta propia implica estar más pendiente de que no te roben que del propio carnaval, así poco hubo que disfrutar. Aún así, nos vimos obligados a salir noche tras noche; con tanto ruido era inútil tratar de dormir.

De Salvador volamos hasta Fortaleza para allí coger el autobús que nos llevaría hasta Jericoacoara, un pueblito costero que nos habían archirecomendado Pablo y Jacobo, nuestros colegas de viaje en Asia (Pavel, Jacobs, vuestros consejos van a misa). Tras cinco horas bastante insoportables de bus (lluvia y carreteras de tierra nos suelen ser buena combinación) llegamos a esta poco más que aldea con un encanto muy particular.

Nada más bajar del autobús nos asediaron todo tipo de dueños de hostales entre los que rápidamente reconocimos una voz española; la de Elena, una barcelonesa que desde hacía dos años había montado su propio chiringuito en aquél recóndito paraje brasileño y a la que obvamiente dimos preferecia a la hora de hospedarnos.

Jericoacoara (o Jeri, como se la conoce en Brasil) es un pueblecito pesquero con unas dunas impresionantes, una playa de 3 metros de ancho cuando la marea está alta y de 200 cuando está baja. ¿Qué hicimos en Jeri? Pues ir a la playa cuando el tiempo lo permitió, comer más pescado que de costumbre, jugar unas grandes partidas de ajedrez, ver luchas de capoeira en la arena, montar a caballo por la playa...lo típico. (Jocobs, Pavel, sabemos que nos caerán críticas de la comunidad backpacker por lo del caballo, pero es que por 3 euros/dos horas no pudimos rechazarlo...). Cierto es que montar a caballo por una playa casi desierta fué divertido, pero más cierto es que pecamos de novatos montando en bañador y descalzos en plan el último Mohicano y que nos hicimos unas heridas en el culo que nos duraron varios días.



Además de estas actividades tan estresantes, Prada le regaló por sorpresa a Barbe una excursión en bugy por su cumpleaños. Un bugy es un 4x4 pequeño que puede conducir por las dunas a toda pastilla. Aunque uno no puede conducir (lo hizo un guía con el curioso nombre de Chismoso) la experiencia fué muy divertida. El tal Chismoso nos dió un paseo de más de cuatro horas en el que vimos desde caballitos de mar hasta una familia de cerdos bastante curiosa.



La comida de tan señalada fecha consistió en pescado a la plancha con todo tipo de condimento en un restaurante flotante.

Poco más hicmos en Jericoacoara. El resto fué charlar con Dani y Patri, el ripollenc y la gallega que Prada conoció en el Chaltén y que de casualidad volvimos a encontrarnos en el hostal de Elena. Cinco españoles en un hostal con capacidad para apenas quince personas. Adivina, adivinanza, ¿de dónde era el resto? Pista: empieza por "i" y sigue por "s".

Dejamos Jericoacoara en el primer autobús de la mañana (a eso de las 7) con destino al aeropuerto de Fortaleza para allí dividir nuestros caminos; uno a Perú y otro a Bolivia. Barbe tenía ya un billete Fortaleza-Sao Paulo para desde allí coger un avión hasta Lima. Prada no tenía ni idea de como llegar hasta Bolivia, así que se dirigió a Fortaleza con la esperanza de encontrar algún vuelo barato hacia La Paz, una de las pocas ciudades bolivianas que no se encontraban bajo alerta médica por el brote de dengue (algo parecido a la malaria) que por aquellas fechas afectó a casi todo el país.

Llegamos a Fortaleza tras cinco horas de bus por carreteras impracticables para enseguida darnos cuenta de lo de volar directamente a La Paz iba a salirle a Prada por un ojo de la cara, por lo que éste compró el billete más barato a Sao Paulo (con doble escala) para ya allí hacerse con un billete a Paz, opción, esperábamos, algo más barata.. Tras una espera tremenda en el aeropuerto de Fortaleza cogimos nuestros respectivos aviones hacia Sao Paulo a eso de las 10 de la noche (recordemos que habíamos empezado el viaje sobre las 7 de la mañana). Barbe voló directamente hasta Sao Paulo, a donde llegó de madrugada y aprovecho para dormir unas horas en el cómodo suelo de piedra del aeropuerto. Prada llegó a Sao Paulo por la mañana después de haber tardado ocho horas en hacer un trayecto que no suele demorarse más de tres y después de haber hecho escala en Recife y en el propio Salvador.

Reunidos de nuevo, Barbe sólo tenía que esperar hasta la hora de su vuelo a Lima, a media tarde. Prada, por su parte, tenía que conseguir un billete a La Paz a precio asequible. Si no lo hacía, treinta horas de autobús le esperarían, cosa no demasiado apetecible tras más de veinticuatro horas de viaje de Jericoacoara a Sao Paulo.

A la desesperada, los dos nos dirigimos al mostrador de Iberia en el aeropuerto de Sao Paulo para ver si Prada podía añadir un vuelo a su billete de vuelta al mundo por un precio más económico que comprando un billete suelto. Y nos pusimos tan incisivos, tan, tan pesados y tan exageradamente indignados (con nada, en realidad) que a Prada le acabaron dando un billete a La Paz, totalmente gratis. Oh, yeah.

Así que uno a media tarde y otro a última hora del día, partimos rumbos. Despedida triste en la puerta de embarque; se acabó nuestro viaje juntos. A partir de ese momento haríamos casi la misma ruta pero a tiempos diferentes, ya que Barbe irá a Cuba después de Estados Unidos y Prada irá a Bolivia (ya ha ido, de hecho) antes de ir a Perú.

Han sido nueve meses de viaje juntos; risas, peleas, confidencias, enfados, más risas...convivencia, al fin y al cabo. Ha sido muy grande. La próxima vez que nos veamos, ya estaremos de vuelta en casa. Cada día queda un poco menos y ya casi empeamos a contar semanas en lugar de meses. Más tarde empezaremos a contar días, horas…y sin casi darnos cuenta ya estaremos en casa.

Así, éste es nuestro último post conjunto. Seguiremos escribiendo en este blog, aunque ya por separado hasta el final, cada uno a su ritmo.

Ahí van las fotos:

http://picasaweb.google.com/guillermo.de.prada2/BrasilII#

Hasta dentro de poco.

Un abrazo,

Barbe y Prada

jueves, 2 de abril de 2009

Brasil I

Prada llegó primero a la ciudad de Sao Paulo, procedente del norte argentino. De esta manera, se encargó de buscar hostal y de comunicarle a Barbe cual sería el punto de encuentro. Este llegó más tarde de lo previsto por el restraso en el vuelo y por la lentitud de los servicios aduaneros brasileños.
Al final, llegó el reencuentro, y después de un abrazo, nos pusimos a contar algunas cosas de nuestros días en solitario; aquella misma noche ya empezamos a diseñar lo que sería nuestro plan de visita por Brasil, cual serían los sitios imprescindibles de ver, cual sería el calendario, etc, etc.
Con esta premisa, gastamos los 2 días en la ciudad planeando y cerrando los destinos. Después de mirar alguna alternativa, nos decidimos por comprar billetes de avión, que nos ahorrarían muchos días de viaje, nos permitirían ver más cosas y al fin y al cabo no costaban mucho más caros. Con el único condicionante del carnaval, que lo queríamos pasar en Salvador de Bahía, cerramos las fechas de los vuelos con la compañía local, y fuimos a confirmar algunos cambios de nuestro billete de la vuelta al mundo.
Por este motivo, no podemos decir que seamos unos grandes conocedores de Sao Paulo, ya que nos limitamos a pasear por la avenida principal donde estaban todas las compañías aéreas.
También en esta avenida, Barbe aprovechó para comprarse en un bazar de electrónica china, una cámara de fotos para reemplazar la que le robaron. El precio era de imitación, aunque las prestaciones eran exactamente las mismas, así que tanto si original o no, tanto daba, no iba a pagar 3 veces más con el riesgo elevado de que no llegue a Barcelona.
En uno de los trayectos en metro, que hicimos del hostal al centro, nos percatamos de lo que mucha gente nos había advertido y que a la larga confirmaríamos: Brasil no es demasiado seguro. Y es que no nos pasó nada en particular, pero aquella mañana, al ir a pagar el ticket del metro, nos cruzamos con el servicio de seguridad privada que recoge el dinero. Iban 3 hombres, y justo antes de entrar, sacaron las pistolas de las fundas, pusieron su dedo en el gatillo, y mientras dos estaban dentro de la taquilla blindada, el otro esperaba en la esquina por donde tendrían que salir sus compañeros, observando si se acercaba alguien sospechoso. Como dato, nos quedamos con las dimensiones de la pistola de uno de ellos, que parecía más un bazoca.

A nuestro siguiente destino llegaríamos por bus, y después de pasar toda la noche en él, amanecimos en Florianópolis, una isla al sur del país y conocida por sus playas. Mucha gente nos había hablado de este sitio, y fué por eso que nos decidimos. Al llegar, nos dirigimos a un hostal que teníamos contratado desde Sao Paulo. Fuimos directamente en dirección a la playa. En el camino al bus, nos encontramos con un tipo curioso, una especie de guía turístico autónomo que se dedicaba a buscar alojamiento a los turistas; bueno, alojamiento y lo que le pidieras, y es que como decía él, un guía tiene que conseguirle todo al turista.
Con este personaje, quedamos que a la mañana siguiente nos vendría a buscar al hostal y nos llevaría a "barra de lagoa" ( barra del lago), que según él, era el sitio con la mejor playa y con más tranquilidad. Antes de comprobarlo, pasamos el día en otra de las playas de la isla, y al llegar a la arena, poner nuestro parasol alquilado y nuestras toallas, nos dimos cuenta de que el mito de los tangas brasileños no es ninguna fantasía, y que todas ellas vestían pequeños hilitos que tapaban más bien poco y dejaban casi nada a la imaginación. Eso sí, ninguna hacía topless, y es que se ve que por estos mundos está mal visto que enseñes demasiado por arriba pero no que vayas casi en pelotas por abajo.
Después de pasar el día entre bañitos, sol y para que engañarnos, alguna miradita, pusimos rumbo de regreso al hostal en lo que había sido un día perfecto y añorado de playa.

Al día siguiente, y a la hora que habíamos quedado, se presentó nuestro guía particular con su coche para llevarnos a esa maravillosa playa que había dicho. Nos ofreció varios apartamentos a un precio realmente económico, y después de decidirnos por uno que tenía salón-comedor-dormitorio con cocina, una habitación y un baño, sorteamos quien dormiría en el sofá-cama del comedor, y nos dispusimos a pasar unos días en nuestro peculiar apartamento de la playa. Y es que después de tantos meses de hostales, siempre da gusto sentirte que llegas a casa.
La propietaria de la casa era la señora Indalecia, una abuelita la mar de agradable que nos hizo la estancia muy cómoda. Como no podía ser de otra manera, adjuntamos foto suya.
Lo primero que hicimos fué ir a comprar unas palas de playa, para poder mejorar nuestro nivel, hacer un poco de deporte, y tener algo que hacer en las horas de playa. Aquellas palas se convirtieron en nuestras amigas inseparables, e iban con nosotros a todos lados durante nuestra estancia allí. Tanto cariño les cogimos, que al final siguieron nuestro camino por todo Brasil.
Además de jugar a las palas, también tuvimos tiempo de pasear por la playa, leer un poquito ( muy poquito), ir a visitar unas dunas cercanas donde Prada probó el snowsand, el cual era divertido la bajada, pero la subida era más bien pesadita.
Durante las tardes, nos conectábamos a internet para conocer las novedades en casa y también para matar el tiempo mientras se hacía la hora de cenar. En uno de estos sitios de internet conocimos a dos españolas, para ser más exactos a dos gavanenques, y al saber que Barbe vivía también en Gavà, empezamos a charlar sobre el pueblo.

Aquella misma noche, nosotros teníamos previsto ir de fiesta a una población que estaba en la otra punta de isla, de nombre Canasvieiras, de la que la gente hablaba maravillas. La verdad es que después de tanta tranquilidad, un poco de movimiento ya nos apetecía, y la noche anterior había sido un auténtico fracaso en una zona cercana. Invitamos a nuestras dos nuevas amigas, Bea y Patricia a que nos acompañaran, y después de decirles donde quedaba nuestra humilde morada, nos fuimos a acicalarnos mientras las esperábamos. Después de esperar un rato y ver que no venían, nos decidimos a irnos solos, ya que pensábamos que se habían arrepentido ( luego resultó que llegaron más tarde). Aquí empezaba una de las noches más curiosas de todo el viaje.....
El bus que nos llevaba directo y que tardaba "sólo" una hora, lo perdimos por 5 minutos, así que tuvimos que preguntar a un hombre del pueblo por otras alternativas de transporte. Nos dijo que teníamos que ir hasta el centro, y ahi cambiar el bus hasta nuestro destino, que nos demoraría una hora y media. Pensamos que media hora más no era para tanto, y ya que estábamos preparados, nos decidimos.
El primero de los buses, nos llevó de nuestra playa hasta el lago, desde donde teníamos que cambiar de bus para ir al centro. Este segundo bus tardó unos minutos, pero nuestra moral aún estaba intacta, al fin y al cabo nos ibamos a la gran Canasvieiras. Llegamos al centro, y se suponía que desde ahí teníamos un bus directo, pero nos dijeron que no, que aún teníamos que hacer más transbordos. Al final de todo, un total de 5 buses y algo más de dos horas nos dejaron en el centro de la fiesta.
Evidentemente ya estábamos algo cansados por todo el trayecto, pero después de preguntar a algunas de las chicas que estában en la calle promocionando los locales, nos decidimos por uno y nos pusimos en la cola. Fué ahí donde conoceríamos a nuestras "compañeras" de noche, dos argentinas de Mendoza que estaban, como otros tantos miles de sus compatriotas, pasando las vacaciones en las playas brasileras ( y es que recordamos que las playas argentinas dejan bastante que desear, además de ser mucho más caro para ellos).
Lo primero curioso de las chicas fué la actitud hacía nosotros, y es que se pensaban que éramos 2 argentinos imitando el acento español para intentar ligar con ellas. Después de la evidente sorpresa ( ¡ argentinos!), intentamos convencerlas de que no lo éramos, aunque sinceramente no sabemos si lo conseguimos demasiado, ya que horas después seguían con la historia. Así pues, nos metimos en el antro. Después de un rato entre humo y multitud nos fuimos a la terraza del club a charlar de nuevo con ellas.
Lo cierto esque la noche no dió para mucho más, ya que las chicas eran de lo más rarito que nos hemos encontrado. Una era tan religiosa y debota que parecía medio monja, además de ser una sobrada, y la otra intentaba sin éxito ligarse a alguno de sus nuevos amigos hispano-argentinos. Total, después de acabar los típicos temas de conversación, tocó hora de retirada, y ya cansados por los días interminables de playa, tomamos el camino de la cama. No fué tampoco fácil llegar a ella, y esque el bus se demoró casi hora y media en llegar a nuestra acojedora villa de pescadores. Llegaba el final de lo que había sido sin duda, la noche de fiesta con más horas de desplazamiento en nuestras vidas.

Después de nuestra noche frustrada, y de recuperar fuerzas, nos levantamos y nos dirigimos, como cada día, hacía la playa. Allá nos encontramos a nuestras amigas las gavanenques, que nos explicaron que cuando nos fueron a buscar el día anterior, ya no estábamos.
El día con ellas dió para mucho, y es que, otra vez casualidades de la vida, al nombrar en una ocasión el nombre de Prada, Patri preguntó si era hijo del secretario del ayuntamiento de Gavá. Total, ella trabajó antes de su viaje en el ayuntamiento del pueblo, junto con el padre de Prada, y este le había hablado de nosotros en varias ocasiones, llegando a leer e incluso a escribir en nuestro humilde blog; de nuevo el mundo se hacía pequeño.
Con la evidente conversación alrededor del ayuntamiento y de sus trabajadores, el día pasó rápido, y llegó el momento de la cena. Quedamos en ir los 4 juntos, y se ofrecieron ha hacer una tortilla de patatas ¡que tanto echábamos de menos!. Así que compramos todo lo necesario y nos fuimos a nuestro apartamento para cocinar. Después de tanto tiempo sin probar la tortilla, a uno se le hace la boca agua, y a pesar de no disponer de aceite de oliva, el sabor fué extraordinario. Fué una gran despedida con un buen sabor de boca, que hacía terminar nuestros días en florianópolis.

Al día siguiente llegó la hora de ir tirando al aeropuesto para cambiar de aires hacia Río de Janeiro. Como ya habíamos comprobado la noche que nos fuimos de fiesta, el servicio de buses no era el mejor del mundo, así que tardamos más de lo previsto en llegar, y como en la ocasión anterior, tuvimos que coger 4 buses. Otra odisea, pero allá estabábamos, esperando el avión que nos llevaría a la ciudad más conocida del país.
El vuelo fué sin problemas, y al llegar nos dirigimos al hotel que teníamos reservado para la primera noche y que venía incluido dentro del precio de los billetes de avión. Después de mucho tiempo tuvimos una habitación individual en un hotel de categoría aceptable para recuperar fuerzas.
Lo primero que hicimos después de dejar las mochilas, fué ir al estadio de Maracaná con el objetivo de comprar entradas para el partido de aquella noche entre el Flamengo y el Boavista, aunque la verdad esque los equipos eran lo de menos, lo que realmente importaba era ver un partido en aquel campo, probablemente el más famoso del mundo.
Una vez pillado el pertinente metro, nos llevo directamente al campo, y nada más salir, ya nos dimos cuenta de que no era el barrio más glamuroso de la ciudad. Cuando estábamos llegando a las taquilla, se nos acercaron un par de individuos con pintas nada agradables y diciendo algo que no quisimos descifrar, únicamente caminamos más rápido para poder llegar a nuestro objetivo. Una vez adquiridas, y aconsejados por un aficionado local que también estaba comparando entradas, nos fuimos rápido del lugar, sin mirar atrás y sin hacer caso a nada de lo que nos decian. Hubo uno de ellos que nos siguió un centenar de metros, pero por suerte no tuvimos ningún problema. Con las entradas en el bolsillo, y con la sensación de inseguridad que nos había producido nuestro primer contacto con la ciudad, nos volvimos al hotel para dormir un rato y esperar a la noche.
Antes de irnos al gran Maracaná tuvimos que pasar por el hostal en el que nos quedaríamos el resto de las noches para reservarlo, situado en el barrio de Botafogo. Después, de nuevo al metro para ir rápido al campo.
Ya en el vagón, pudimos sentirnos más tranquilos al vernos rodeados por otros tantos turitas que tenían el mismo destino que nosotros, y aunque en el hotel nos habían dicho que no llevaramos cámara ni nada de valor, vimos como el resto lo habían hecho. Al final no fué tan peligroso como nos imaginábamos, y perdimos la oportunidad de tener unas buenas fotos dentro del estadio, pero nuestro encuentro matinal en las taquillas nos había jugado una mala pasada.
El partido en sí no tuvo absolutamente nada de especial; bueno sí, que fué un tostón de mucho cuidado, y es que ver fútbol sin emoción entre dos equipos que no practicaban un buen fútbol, aburren a cualquiera. Únicamente hubieron 2 motivaciones; ver a Jonatás Domingos ( ex español) haciendo el vago como siempre, y escuchar a los pocos seguidores que se habían desplazado al campo tocar los tambores a ritmo de samba durante los 90 minutos de partido. Y es que en toda Sudamérica, la afición al deporte rey es mucho mayor y la gente lo vive muchísimo más. Lástima que no nos hubiera tocado un partido con las gradas llenas, ya que habría sido espectacular.
Así, vimos el empate a 2 junto a los otras 15 mil personas ( en campo de 80.000), y nos fuimos con la sensación de saber que habíamos sido testigos de un partido en aquel santuario del fútbol, pero que esperábamos mucho más, tanto del juego ofrecido como de la cantidad de gente que asisitiría.

Al día siguiente por la mañana, nos cambiamos del hotel al hostal, y nos fuimos a conocer la famosísima playa de Copacabana y la de Ipanema. Para ello, y en línea con lo que hemos hecho durante todo el viaje, decidimos ir caminando para ver un poco la zona, conocer mejor el sitio y además, para ahorrarnos algun dinerillo en el transporte público.
Después de un par de horas, pasados algunos túneles y recorridos algunos barrios ( más tarde nos enteramos que no muy seguros), llegamos a la playa, y como de costumbre, con nuestra mala suerte habitual con el tiempo, se puso a llover, primero cuatro gotas y después un buen chaparrón que hizo que nos tuviéramos que refugiar en un bar a tomar un helado mientras la tormenta pasaba.
Ya desistidos de ver nada aquel día, nos fuimos en busca del bus que nos llevara al hostal. Éste, tardó más de una hora en llegar a Botafogo e hizo que nos pusiéramos de los nervios. El día lo rematamos comiendo una pizza de bastante nivel que servían justo en frente del hostal y nos retiramos a descansar.

En la hora del desayuno conocimos a una pareja de españoles muy peculiares, un catalan y una valenciana, que estaban viajando por Brasil desde hacía unos meses y que conocían muy bien la ciudad. Después de convivir unos días con ellos, nos dimos cuenta de lo personajes y raritos que eran, sobretodo él.
Apreciaciones a parte, empezamos ha hablar aquella mañana, y nos dijeron que ellos iban a tomar unas fotografías a una favela. Y esque ella era "fotógrafa", y estaba haciendo un trabajo sobre los niños y las cometas que utilizan para jugar. Y sí, hemos puesto "fotógrafa" entre comillas porque, y con todos nuestros respetos, no necesitas gastar el dinero y el tiempo que ella gastó en cursos para sacar las fotos que hacía, pero bueno, fuimos políticamente correctos y nunca le dijimos la verdad. Esperemos que nunca encuentre nuestro blog por la red. Volviendo al tema, les dijimos que si les podíamos acompañar aquella mañana, a lo que accedieron sin problema alguno.
Ahí estabámos nosotros, caminando hacía lo que la gente nos había dicho que no hiciéramos, ir a una favela sin tour, pero de esta manera era mucho más auténtico. De todas formas, ibámos a una que estaba controlada por la policía desde hacía unos meses, y como nos dijeron posteriormente los locales, no debíamos pasar ningún miedo.
Primero, comimos en uno de los bares de los que disponía la comunidad, algo así como un par de mesas puestas en un patio público y en las que tuvimos que sacar las hormigas que estaban merodeando por el mantel. La comida en sí te la preparaban en una casa particular, la cocina de la cual mejor no comentar por si hay alguien que está haciendo la digestión mientras lee este post. Todo hay que decirlo, si obviamos el hecho insectos y el hecho higiénico, todo lo que nos sirvieron estaba muy bueno, y como podéis imaginar a un precio más que asequible.
Como dato, la señora de la casa nos comentó que en aquel sitio donde nosotros estábamos tranquilamente sentados, antes de la entrada policial, era un puesto de intercambio de drogas, y se producían tiroteos casi a diario. El solo hecho de imaginar que meses antes, allí donde estábamos comiendo nosotros moría gente, te producía un mal cuerpo terrible.
Una vez con los estómagos llenos, nos decidimos a conocer en profundidad aquella favela, y para ello utilizamos el ascensor nuevo del que disponían desde que la policía "limpió" la zona. Era difícil imaginar la vida allí sin esa especie de funicular, ya que la mayoría de estas comunidades están situadas en lo alto de las cientos de colinas que existen en la ciudad, y para acceder a lo más alto hay que superar un desnivel importante. Llegados a lo más alto, y después de tomar las pertinentes instantáneas con la panorámica, nos dimos cuenta de otra de las instalaiones nuevas de las que disponían. Esta no era otra que un campito de fútbol sala de césped artificial de última generación, donde unos niños estaban jugando un partidito. Al verlos, y aprovechando que a nuestro nuevo amigo era también futbolero, nos preguntamos si querrían compatir un rato con nosotros.
Pero antes de preguntarles, hubo un momento de tensión cuando dos policías pasaron corriendo con las pistolas en las manos en dirección a una calle cercana y con una actitud poco tranquilizadora. Nos miramos los 4 sin saber que hacer, pero pasados unos segundos y al ver que los chicos no reaccionaban, le restamos importancia y seguimos adelante con nuestra intención de jugar a fútbol en una favela con chicos locales.
Después de hacer equipos y tomar a uno de ellos de nuestro lado, pasamos un buen rato dándole a la pelota sin importarnos lo que pasaba en el exterior, sin acordarnos de donde estábamos ni con quien estábamos. Y esa es realmente la grandeza del deporte, y en este caso del fútbol, que hace que miles de niños se olviden de sus problemas mientras juegan.
Al final llegó la hora de irnos, y no porque quisiéramos, pero el problema esque estaba oscureciendo y no queríamos que nos pillara la noche en aquella favela. El camino de bajada lo hicimos caminando por la calle principal de la comunidad, llena de escombros a ambos lados, con gallinas buscando comida, con cables eléctricos en un estado deplorable, con casas construidas en sitios,formas y materiales inverosímiles.
Una vez abajo, terminamos nuestro día en aquel sitio tan humilde pero a la vez tan real, en aquel sitio tan diferente a nuestro mundo pero a la vez tan igual. En definitiva una gran día para ver en primerísima persona otra realidad.

Por la noche, y como teníamos previsto ya de antemano, quisimos ir a conocer la zona típica de marcha de la ciudad, donde decían que había mucho ambiente, sobretodo los viernes noche. Así que, y siguiendo con nuestros amigos, nos fuimos con el bus en busca de algo de diversión. Al llegar, nos percatamos del tipo de fiesta que era y de la cantidad de gente que había, y es que allí se llevaba lo de beber en medio de las calles repletas de gente.
A lado y lado encontrabas bares, discotecas, puestos de bebida así como de cualquier cosa que quisieras comprar. Después de dar una vuelta por la zona, en la que no faltaron las tocadas de culo en busca de carteras aprovechando la multitud, nos dimos cuenta de que aquel sitio tenía dos opciones: beber como ellos y meterse en la rueda, lo que nos pareció un poco peligroso debido al tipo de especímenes que nos íbamos cruzando, y la segunda era no beber nada, darse cuenta de los peligros y rallarse por el abarrotamiento de las calles, en las que era realmente complicado avanzar. Así, decidimos ir a tomar algo a un bar un poco más retirado del centro del follón y después de un rato ya pusimos rumbo de regreso al hostal.

El sábado por la mañana, y aprovechando que no estaba lloviendo en exceso, fuimos a pegarnos el bañito de rigor a la playa de Copacabana, y aunque por el mal día no hubiera casi nadie, podemos decir que nos bañamos en ella. Además, al estar casi solos, pudimos hacer el loco con nuestras inseparables palas.
Ya por la tarde, nos preparamos para ir a ver el último ensayo de cara a los carnavles en el sambódromo de Río. En contra de lo que pensábamos, este es un recinto permanente en medio de la ciudad, de unas dimensiones muy considerables y que tiene un uso bastante limitado durante el resto del año.
En el metro de camino, conocimos a unas chicas que participaban en la rúa con una de las escuelas de samba. Ellas nos indicaron el camino para llegar allá y pudimos comprobar in situ de la espectacularidad de todo aquel montaje, donde miles de personas estaban en las diferentes gradas esperando a que las escuelas desfilaran.
Nos acomodamos en una de las gradas, y después de esperar un rato, por fin empezó a sonar la música, con ritmos muy brasileños y a un volumen muy elevado. La gente, mayoritariamente locales, aprovechaba que la última sesión de entrenamientos es gratuita, ya que el precio de las entradas para el carnaval es realmente prohibitivo.
Es cierto que desfilaron sin carruajes y sin demasiados ornamentos, pero para nosotros ya resultó espectacular. Pudimos imaginar lo que se vivía allí los días de la competición, y también pudimos experimentar que para la gente como nosotros que no es devota de la samba, con ver una escuela ya hay más que suficiente, y esque tardan más de una hora en pasar todos los componentes y te quedan pocas ganas de quedarte esperando a la siguiente.
Así, decidimos seguir la noche en Ipanema, donde decían que había mucha fiesta. En nuestro camino en busca del autobús que nos llevara, nos cruzamos con uno de los personajes que a la vista parecía más peligroso en todo lo que llevamos de viaje. Al verlo bajar de un bus, y recordando que mucha gente nos había dicho que es uno de los sitios donde se cometen más asaltos, decidimos invertir en seguridad y desplazarnos en taxi. Llegamos al sitio donde supuestamente estaba toda la movida, y pasados unos minutos en los que no vimos demasiado futuro en aquella zona, exceptuando un local donde no dejaban de entrar unas chicas despampanantes pero que nos pedían una fortuna por entrar. Nos resignamos a dar por cerrada la noche y dirigirnos al hostal para dormir. En el camino de vuelta, esta vez en bus, y mientras estábamos tranquilamente charlando de cualquier tema, la ventanilla de detrás nuestro reventó, llevándonos un buen susto, ya que, con todo lo que nos habían dicho, nos pensamos que había sido un disparo. Al final nunca supimos que causó la rotura del cristal.

Con el último día por delante, y con un tiempo bastante bueno en comparación a lo que habíamos tenido, nos decidimos por hacer una de las cosas más comunes en aquella ciudad, y por la que habíamos esperado a tener un día soleado. No era otra cosa que subir al Corcobado, foto más popular de Río de Janeiro y que seguro que todo el mundo ha visto alguna vez.
Para subir hasta arriba solo lo puedes hacer con unos buses que te cobran una cantidad por el desplazamiento y por la entrada al complejo, además de incluirte un par de miradores desde donde puedes ver la ciudad desde varias prespectivas. El precio por todo fué caro, pero no teníamos ninguna otra alternativa, ya que es un sitio muy turístico y se aprovechan de ello.
Una vez llegados al Cristo, y con un sol abrasador que no habíamos tenido durante toda nuestra estancia, nos hicimos las fotos de rigor, disfrutamos de unas vistas únicas y realmente bonitas, y pasado un rato ya pusimos camino de vuelta hacía abajo, con la visión todavía de aquel monstruo de ciudad, con casas por todos lados, salvando todas las montañas y cordilleras que la componen.
La tarde de aquel último día, la queríamos pasar en la playa de Ipanema, que nos había quedado pendiente desde el primer día, pero se nos hizo tarde, y al final no nos bañamos, aunque si que disfrutamos de la primera rúa callejera, a modo de calentamiento para lo que vendría en carnavales. Cientos de personas bailaban y bebían detrás de un camión en el paseo marítimo de la playa, al estilo Carlinhos Brown; mientras un grupo de música brasilera tocaba en el remolque. Esa fué la despedida que nos tenía prevista la ciudad, ya que al día siguiente ya pusimo rumbo hacía Salvador de Bahía, en busca de fiesta y descontrol en lo que es el carnaval callejero más seguido del planeta.

Nuestras histórias en aquellas tierras vendrán más adelante, ya que nuestra estancia en el país de la samba no se pueden poner todas en un mismo post.
Sintiendo de nuevo el retraso en la publicación del blog de nuestro viaje, nos despedimos esperando ponernos al día en breves.

Además de el link de las fotos, os dejamos otro con un vídeo del sambódromo. Espero que lo disfruteis como nosotros lo hicimos.

Un fuerte abrazo, Prada y Barbe.

Fotos: http://picasaweb.google.com/guillermo.de.prada2/BrasilI#

Vídeo: http://www.youtube.com/watch?v=ts0J00HOTQs