jueves, 16 de abril de 2009

Barbe Perú

Finalizada nuestra estancia en Brasil, y después de una largo camino para llegar a Perú, con muchas horas de vuelos y muchas horas de esperas en los aeropuertos, empezaba la última parte de mi viaje. Esta parte la iba ha hacer solo, después de la separación definitiva con Prada, y encaraba los últimos meses con muchas ganas de vivir experiencias diferentes, experiencias nuevas, y es que ya se sabe que no es lo mismo viajar solo que acompañado.

Con estas ideas aterricé en Lima con la intención de aprovehcar al máximo mis 14 días en tierras peruanas, y por ello, quería ir rápido hacía Cuzco, donde están situadas las principales atracciones turísticas del país, como son el Machupichu y todos los restos Incas que rodean aquella zona.

Al ir con el taxi a la estación de autobuses, me dijeron que ya no habían aquel día, ya que todos salían por la mañana o al mediodía, así que me tuve que resignar e ir a buscar un hostal para pasar la noche. Mi intención era no perder ningun día en la capital del país, y es que todo el mundo al que consulté, así me lo recomendó.
Al final no me quedó más remedio, y me alojé en el barrio de Miraflores, donde pagué un precio muy elevado por la cama y lo que me ofreció aquella zona fué bastante poco. Es el barrio residencial de la gente con dinero, y por lo tanto está lleno de edificios muy modernos y lujosos que no te dejan ver la verdadera realidad de la vida ahí.

Por la mañana, aproveché para coser un siete que le habían hecho a mi mochila en el último vuelo ( ya soy todo un experto costurero), y me dirigí a la estación de buses desde donde partía el mío. Aquí iba a empezar, sin yo saberlo, el trayecto más largo de todo mi viaje, y podría decir que en el que peor lo he pasado.

Con mis ganas de llegar lo antes posible a Cuzco no quería demorar mi espera en Lima, y contraté el servicio que paraba en Juliaca ( población cerca del lago Titikaka), muy lejos de mi destino final. A priori, la duración total iba a ser de 28 horas, que en sí ya es medio locura, pero si le sumamos las 7de retraso que acumuló en el trayecto, ya se convierten en 35 largas horas metido en un autobús. Hasta aquí no deja de ser algo por lo que tanto Prada como yo hemos sufrido en varias ocasiones, pero lo que pasé en ese bus no se lo deseo a nadie, y aquí viene la explicación.

Las primeras 20 horas no fueron demasiado duras, si contamos que pasé el día viendo películas, escuchando música, durmiendo por la noche, etc, etc. El problema vino en las últimas 15, donde el bus pasó del nivel del mar a los 4.000 metros que tiene de altura el lago, en apenas unas horas. Progresivamente me fuí encontrado peor, mal de cabeza, fiebre, escalofríos, dolor de espalda, náuseas, en definitva un cocktel explosivo que hizo que no me pudiera mover.
Ahí estaba yo, metido en mi saco de dormir, con toda la ropa de abrigo puesta y muerto de frío. No podía mover un dedo, no quería comer nada, y lo único que hacía era tomarme las varias pastillas que otros pasajeros me facilitaron al verme en aquella situación. Yo ni preguntaba que era, me encontraba tan mal que simplemente las tomaba, y no sé si por las pastillas o por la aclimatación, poco a poco me fuí encontrando mejor. Ya había pasado lo peor, y es que hubieron momentos en los que estuve tentado de bajarme de aquel bus que no dejaba de curvear. Al final aguanté el arreón y cuando llegué a Cuzco mi situación era algo mejor.

Me bajé de ese autobus a la 1 de la madrugada con la única intención de buscar una cama donde descansar y acabar de reponerme. Cuando salí de la terminal, vi a 2 chicas preguntando a un taxista, y me fuí directo a ver si sabían algún hostal. Me contestaron que sí, y compartimos coche hasta el.

Las dos primeras noches en la ciudad las pasé en ese sitio, un lugar sucio, en el que además de una americana y un australiano, mis otros dos compañeros de habitación eran dos argentinos que tenían un olor corporal bastante agudizado por la falta de higiene. Por si no fuera poco, los dos angelitos tenían muy poca educación, y durante la noche no dejaban de armar follón, hablando en voz alta, encendiendo la luz, etc etc. Con este panorama, es lógico que tardara dos días en reponerme del viaje, y apenas gasté el tiempo informandome de los tours y de los trails que ofrecian las diferentes agencias, además de hacer un poco de turimos por la ciudad.

Una vez repuesto casi por completo, y que no me costara un mundo caminar en los 3.500 metros de altitud que tiene la ciudad, creí que había llegado el momento de iniciar mi ruta. Para ello, lo primero que hice fué cambiarme de hostal, y me instalé en el Hi Hostels que estaba cerca del otro, y donde por apenas 1 euro más, tenía un sitio limpio donde estar, además de poder disfrutar de un dormitorio para mi sólo, y es que era temporada baja y había poca gente. Después de lo pasado, unas noches durmiendo solo me iban a venir muy, pero que muy bien.

Con toda la información que había conseguido los dias anteriores, fuí a contratar al sitio más barato que encontré, todas las excursiones y pases. Para empezar, aquel mismo día hice el city tour, que te llevan a los emplazamientos históricos más conocidos de la ciudad y sus alrededores. Para ello necesitas adquirir un ticket que te permite el acceso a todos los restos Incas de Cuzco y alrededores, exceptuando el Machupichu. El precio no es para nada barato, pero es la úncica manera de acceder a ellos, y es que ya se sabe que todo lo que toca el turismo se hace más caro.

Aquella tarde visitamos primero el Quoricancha, templo principal del pueblo Inca, en donde los conquistadores encontraron una cantidad brutal de oro. Habían muchas figuras de animales y de personas hechas a escala real y utilizando solo el oro. Las paredes de aquel templo también estaban recubiertas por placas del mismo material, lo que hizo que fuera de los primeros emplazamientos que desapareciera. Tal como somos los españoles, me imagino la cara de ellos al ver toda esa fortuna puesta en el mismo lugar.

Después nos llevaron a visitar la cosntrucción militar más importante de los alrededores, llamada Saqsayhuaman, donde nos explicaron toda la historia de aquel sitio, la función que había tenido y en definitiva, nos intentaron trasladar 500 años en el tiempo para poder imaginar la vida allí, con su cultura y tradiciones.
A pesar de que un tour te impide llevar tu ritmo y estar el tiempo que quieres un un sitio, por contrapartida te enseña mucho más del lugar. En mi caso, mi hermana Nati me había aconsejado hacerlo guiado, y seguí su consejo.

Visitamos 3 instalaciones más, de menor tamaño e importancia, y de las que podría poner un resumen, pero no quiero aburrir al personal más de lo que debeis estar. Al llegar de vuelta a Cuzco me fuí, con una mujer de Girona que conocí durante el día, a ver un espectáculo de bailes tradicionales que estaba incluido en el precio del pack. No fué algo inolvidable, pero pasamos parte de la tarde entretenidos.
Me retiré pronto a la cama, ya que al día siguiente tenía un día largo con la visita al Valle Sagrado, y además quería aprovechar para recuperar horas de sueño perdidas.

Con las pilas cargadas después de dormir solo, sin ningún ruido ni olor, baje hacía la plaza de armas, de donde partía el minubus que nos iba a llevar al Valle Sagrado. El día fué muy largo, ya que los emplazamientos están bastatne lejos de la ciudad, y tardamos más de hora y media en ir y otro tanto en volver.

Durante la excursión, ya empecé a sufrir la dureza de las escaleras incas en la altura, y es que cuando la pendiente aprieta y estás en altitud, el oxígeno empieza a faltar y cuesta mucho más ir para arriba.
La primera parada la hicimos en Pisac, pequeña población enclavada en lo alto de una montaña y desde donde se tienen unas vistas muy bonitas de los valles colindantes. Eso sí, antes de poder disfrutar de esas vistas, hay que caminar cerca de una hora hacía arriba por un camino original y por el que te vas encontrando restos arquitectónicos. La vista no tiene desperdicio, y todo esfuerzo vale la pena. Estuvimos en las ruinas durante un buen rato y pusimos camino de vuelta hacía abajo.

La segunda población del día sería la de Ollantaytambo, en la que puedes ver la inmensidad de las terrazas de cultivos que utilizaban para aprovechar mejor la tierra. Fué un trabajo enorme colocar esas piedras en su sitio, y más si imaginamos que las traían de otras montañas y con unos sistemas bastante rudimentarios. Esta población es la última en la que permanecieron los Incas, y según nuestro guía, todos los habitantes que viven en el pueblo ( aprovechando en muchos casos las construcciones Incas) son descendientes de los originales.

En este pueblo, además de ver las mencionadas terrazas, también existen restos del templo del sol, donde utilizaban una construcción mucho más fina y elaborada por su caracter religioso. Desde lo alto de la montaña se puede observar también que en la de enfrente construyeron depósitos de alimentos para almacenarnos hasta 12 años, aprovechando las corrientes de aire frío que circulaban en las alturas. Un trabajo realmente admirable.

La última parada del día, antes de regresar a la ciudad, fué Chinchero, un pueblo donde se combinan y puedes ver a la perfección la arquitectura original Inca con la de los españoles. Estos, aprovechaban muchos de los muros y continuaban subiendo metros hacía arriba, con lo que ahora han quedado muchos de los edificios contruidos con una mezcla de ambos estilos. Pero lo más destacado del pueblo era, sin duda alguna, la iglesia, que tenía todo el techo pintado a mano y en un estado de conservación muy bueno; realmente bonita.
Finalizado el día, y bastante cansado por las horas de caminata, caí rendido muy pronto y me empecé a preparar para lo que serían los 4 días de excursión que había contratado para llegar al Machupichu. En un inicio quería hacer el más famoso de ellos, el Inka Trail, pero además de falta de sitios, costaba el doble del que finalmente contraté.

Me levanté pronto por la mañana, preparé la mochila pequeña con lo necesario para estar 4 días, y me fuí al punto de encuentro para iniciar el Jungle Trail, una excursión que combinaba selva con restos de caminos Incas.
Al llegar a la agencia, pude comprobar que entre todos mis compañeros de camino ( 15) únicamente los guías hablaban español. En un principio me dió bastante palo, pero una vez montados en la furgoneta que nos llevaría hasta el inicio, pensé que sería una buena oportunidad para mejorar mi nivel de Inglés. El grupo lo conformábamos 5 israelitas ( como no), que en contra de la experiencia que tenemos con ellos, eran buena gente, 3 noruegos, una pareja de Oregón, 2 australianos, los dos guías y yo.
Ya desde el primer momento me llevé más con los autralianos y con la pareja, el resto iban bastante a su bola, aunque no era un mal grupo.

El trayecto hasta el inicio del trail estuvo marcada por la niebla, que no permitía ver demasiado al conductor en lo alto de las montañas, aunque parecía no importarle, ya que la velocidad era elevada, y se permitía el lujo de adelantar en zonas que no me atrevería a llamar seguras. Además de este inconveniente climatológico, los desprendimientos continuos de piedras que hay en las carreteras peruanas, provocaban que tuviera que maniobrar para evitar las piedras de la calzada, lo que no ayudaban para nada en la tarea de llevarnos sanos y a salvo hasta el lugar. Con esta situación, y viendo que los guías estaban hechando una siestecita, decidimos restarle importancia y dejarnos en manos de aquel conductor, aunque de vez en cuando la vista se te iba a los precipicios que pasaban a escasos metros.

Llegados al lugar, tomamos la bolsa de picnic que nos dieron, e iniciamos el descenso de la montaña hasta el lugar donde teníamos que pasar la primera noche. Este descenso lo ibamos a realizar en unas bicicletas que llevábamos transportando en lo alto de la furgoneta.
Para ello, siguiendo el consejo del guía y en contra de lo que hicieron los demás, Sean, Keandra ( la pareja americana) y yo, nos pusimos pantalón corto y chanclas para hacerlo. El motivo eran los continuos ríos que tienes que atravasar y en los que te mojabas. Al no llevar mucha ropa de recambio, y solo unos tejanos, era la opción más sensata.
El problema estuvo en la primera fase de los 50 km del recorrido, en los que era una bajada continua, a una velocidad considerable, y con los pies y piernas mojadas. No hace falta que explique el frío que pasé, con todo el viento pegando de frente.

Una vez terminado el descenso y ya en una zona plana en la que teníamos que pedalear, entré en calor y pude secarme con el sol que salía de forma intermitente. Este fué el trayecto más bonito, circulando por caminos de tierra, entre camiones, coches y motos por el medio de la selva, y viendo la realidad de estas personas, que viven alejadas de todo lo que conocemos por vida urbana.

Una vez concluido el día, en el que pasamos por algunos restos Incas, llegamos a una pequeño pueblo llamado Santa Ana, donde nos estaban esperando en un hotal para alojarnos esa noche. Dejadas las cosas en las habitaciones, los guías nos preguntaron si queríamos hacer una partido de futbito contra la gente local en la pequeña cancha municipal de la que disponían. La aceptación fué más bien minoritaria y solo Sean, uno de los australianos y yo, aceptamos el reto.
Ya os podeis imaginar el nivel del americano y del australiano, así que más bien jugamos un 5 contra 3 en el que hicimos lo que pudimos y la verdad esque no desentonamos en absoluto. Al fin y al cabo era pasar un buen rato antes de la hora de la cena, aunque como siempre, si se gana mucho mejor.

Después de la cena, y cuando todos mis compañeros se retiraron a descansar, me quedé haciendo unas cervezas con el dueño del hostal y algunas personas del pueblo ( todos ellos habían participado en el partidito). Hablamos durante horas de fútbol, de la situación en su comunidad, de la falta de oportunidades de sus niños para poder jugar, y les comenté un par de cosas con las que podrían mejorar esa situación. Al final de la noche, conseguí un principio de compromiso de alguno de ellos para convertirse en entrenadores de los pequeños. Era un final muy bueno para el primer día del tour, y me metí en la cama muerto de cansancio para aprovechar al máximo las pocas horas de sueño.

El día siguiente empezó muy temprano, y a las 7 de la mañana ya estábamos tomando un buen desayuno a base de tostadas, tortas y un buen té de coca para la altura. Iniciamos los primeros metros de caminata de las 8 horas que teníamos por delante. El camino lo hicimos entre la selva, aunque eso sí, una selva muy transitada y concurrida, ya que además de dos grupos más de turistas, cada cierto tiempo había gente local en el camino ofreciendo bebida y comida. También existían varias casas donde la gente vivía y cultivaba y que habian encontrado un sobresueldo en ofrecer descanso a los caminantes y de paso vendían sus productos.

Fué en la primera de estas casas donde conocería a los que iban a ser mis compañeros de viaje hasta el final de Perú. Como he dicho, habían otros dos grupos haciendo el mismo trayecto, y uno de ellos estaba formado entre otros, por 4 porteñas/o ( Carla, Carol, Yami y Diego). Como ya viene siendo habitual, mi relación con la mayoría de los argentinos es muy buena, y en este caso no fué una excepción.
Después de intercambiar algunas palabras, nos volvimos a separar, ya que cada guía controlaba su tiempo, y en su caso, los descansos eran muy cortos ya que el ritmo que llevaban era más bien lento. De lo primero que me percaté, y al recordarlo no puedo parar de reir, eran las pintas con las que se presentaron a caminar por la montaña durante todo el día. Y esque incluso Carla se atrevió a lucir un bonito bolso blanco, nada adecuado para la ocasión.

No supe de ellos hasta después de la comida, ya que tuvimos el almuerzo en sitios diferentes. Para comer nos ofrecieron una sopita de primero ( como cada día en Perú), que estaba buenísima, y de segundo algo de carne. Terminados los platos, descansamos un rato en pleno suelo antes de seguir con la caminata.
El siguiente trayecto lo ibamos ha hacer por el camino que utilizaban los Incas para llegar de Machupichu a Cuzco, un camino serpenteante que abrazaba las montañas y en el que te encontrabas con algún cortado de centenares de metros. Fué en este camino donde me volví a cruzar con los argentinos y donde tuve el segundo capítulo gracioso, cuando escuché las siguientes palabras " no entiendo que hacemos pagando 150 dólares para sufrir".
Y esque para las 3 chicas, unas más y otras menos, fué un día duro, ya que no estában acotumbradas a pasar por barrizales, caminar entre ramas o subir muchas escaleras. Sus comentarios y lamentos llegaban a los componentes de los otros grupos.

A partir de ese momento me puse ha hablar con Carla durante un buen rato y practicamente llegamos al final del día, donde nos estaban esperando unas termas de aguas calientes situadas en el meido del valle y al lado del río, en un emplazamiento realmente bonito. Ahí fué donde acabé de conocer al resto del grupo, incluso a su guía, Abigail, toda una personaja.
El día lo terminamos tomando la misma comida de siempre para cenar y haciendo unas cervezas todos los grupos juntos en la única "discoteca" del pueblo, un antro de mucho cuidado.


La última jornada del trail antes de llegar a Machupichu fué quizás el menos bonito, ya que caminamos medio día siguiendo el río hasta llegar al lugar del almuerzo. El día lo volví a pasar exclusivamente con mi grupo, ya que las argenitnas habían salido más tarde y su ritmo, como siempre, era más lento. Una vez comidos, caminamos las últimas horas en busca de la población de Aguas Calientes ( la más cercana a la montaña) por la vía del tren. Esta parte la hice solo, disfrutando del paisaje y de la tranquilidad del lugar.

Al llegar al pueblo, nos pusieron a los australianos y a mi en otro hostal ya que no habían suficientes habitaciones, y coincidió que a las 3 porteñas les pasó lo mismo. Después de ir a cenar todos juntos en el mismo restaurante, y de comprar provisiones para el día siguiente, estuvimos un buen rato los 4 charlando en su habitación. Lo que se dijo en esa noche mejor me lo callo eh chicas...jejejejeje.

Con únicamente 3 horas de sueño, afronté el mejor día de los vividos en Perú. Nos vinieron a despertar a las 4 de la madrugada para iniciar la subida caminando al Machupichu. Las chicas y Diego habían decidido hacerlo en bus, con lo que tenían una hora más para dormir. En mi caso, y en el de la mayoría, llegar caminando era mucho más auténtico y era parte de la experiencia en aquella montaña. Así, y todabía muy de noche, fuimos en grupo hasta el inicio de las escaleras alumbrados con la luz de las linternas de los más previsores. Por supuesto yo no llevaba y esque la previsión es algo que no ha estado muy a la orden del día durante todo el viaje.

Como en los viejos tiempos de juegos de noche en las colonias del colegio, veias pequeñas luces en medio de la montaña. Yo me puse detrás de uno que iba con un frontal y que me permitía ver más o menos donde pisaba. Al inicar las primeras de las 1600 escaleras que separan de la entrada al parque, empecé a pensar que sería bueno llegar el primero, ser la primera persona en llegar arriba. Así, y como no me gusta la competición, me costó poco autoconvencerme y empecé a aumentar un poco el ritmo.
En los primeros tramos fué imposible adelantar, ya que todo el mundo estaba fresco, pero a medida que pasaba el tiempo, la gente iba bajando el ritmo y algunos se paraban en los margenes a coger aire. Cuando los ojos se acostumbraron a la oscuridad ya me fué más fácil subir sin luz.

Poco a poco fuí adelantando a gente de otros grupos, pero al final me fué más difícil ya que habían dos austríacos que habían ido de pro durante los 4 días, con camelbacks, ropa técnica y mirándote con prepotencia cuando te pasaban, que habían salido antes que yo y tenían ventaja. Cuando los alcancé, miraron para atrás y apretaron el ritmo para evitar que los adelantara. Al final se desfondaron y logré pasarlos en el último tramo, devolviéndoles las miradas de los últimos días.
Ahí estaba yo, el primero en llegar a la montaña después de 50 minutos seguidos de escaleras ( interminables), y pude disfrutar por unos minutos ( hasta que llegaron mis amigos austríacos) de la soledad en aquel lugar. El día no pintaba bien, ya que había mucha niebla, que daba un toque de misterio, pero a la vez no daba buenos presajios para tener unas buenas vistas de Machupichu.

Esperamos ahí hasta que abrieron las puertas del parque, y rápidamente nos fuimos ha hacer cola para recoger las entradas del Waynapichu, que es la montaña de al lado y en la que tienen el acceso restringido a 400 personas diarias, y desde la cual se tienen unas vistas espectaculares. En la fila, y como habíamos quedado el día anterior, me encontré con Diego y las chicas y esperamos pacientes hasta tener nuestra entrada.

El siguiente destino fué, entre foto y foto, ir en busca del guía que nos tenía que hacer el tour en castellano durante 2 horas. Nos tocó Ruben, sin duda el mejor guía que he tenido durante todo el viaje. Se notaba que el hombre disfrutaba con su trabajo, explicando todo acerca de la ciudad, de sus 500 habitantes, de su distribución, de la función, etc etc.
Al inicio nos tocó una canción con su flauta Inca, y terminó la visita con un ritual original para, según decía, llenarnos de fuerza. Tanto se metía en el papel, que las 2 horas se convirtieron en 3, y lo terminó porque teníamos las entradas para el Waynapichu sino, creemos que con lo que sabía y transmitía, aún estamos dando vueltas por la ciudad.
Al preguntarle por el clima, nos dijo que no nos preocupáramos, que la lluvia y la niebla se irían y tendríamos un buen día. Era difícil de ceer viendo la situación inicial, pero al final resultaría que tenía bastante razón. Un crack.

La subida al Waynapichu fué una mezcla de dureza y risas. Dureza por la pendiente que tuvimos que salvar durante algo más de una hora, con escalones irregulares y que resvalaban mucho por el agua caida. Y risas por el refunfuñar de las chicas, que tenían un ritmo más bien lento y no dejaban de matar con la mirada. Sobretodo Carol disfrutó con el ascenso, y al llegar a la cima, tenía una expresión en la cara mezcla entre haber visto un fantasma y haber perdido 5 millones de euros en la subida. El resto aguantamos las risas por respeto, pero incluso ahora se me cae la lagrimilla solo de recordar aquella cara.

A pesar de todo, las vistas que teníamos desde ahí, valían la pena por todo lo pasado, incluso para Carol, y la apertura del día hizo que todo aquello fuera simplemente espectacular. Disfrutamos del paisaje un buen rato, tomamos las pertinentes fotos y nos sentamos en un buen lugar a descansar y a comer algo mientras cada uno pensaba en sus cosas. En mi caso, la música me acompañó en aquel momento y lo hizo todo mucho más especial de lo que ya era por si solo.
La bajada también fué pesada, y más con la acumulación de todo el día, pero teníamos la motivación de llegar abajo y poder ver con detenimiento todo lo que el guía nos había explicado por la mañana. Así, nos tiramos otras 3 horas arriba y abajo, viendo construcciones, terrazas, el puente del Inca, y haciendo fotos de todo ello para tener un recuerdo por siempre.

El día había sido largo, eterno, 12 horas de Machupichu matan a cualquiera, y bajé en bus con ellos para evitarme la última media hora, y además porque alargamos la jornada demasiado y fuimos de los últimos en salir del parque, con lo que no quería perder el tren de regreso a Cuzco. Al final un gran día, grandísimo, donde tuvimos la suerte de tener todos los tiempo posibles, con un inicio con niebla que le dió a todo un toque de misterio, pasando por un día con nuves, que dejaban unos paisajes muy bonitos en combinación con las montañas de alrededor, y día casi soleado, donde pudimos ver en prespectiva toda la ciudad.

Una vez en el pueblo, fuimos a recoger los equipajes al hostal, y después de comer algo, nos fuimos en dirección a la estación de tren, donde me volví a encontrar con mi grupo original, y con los que comentamos en el trayecto el día que habíamos pasado.
Llegados a Cuzco, después del tren y de un bus, fuimos a cenar con las chicas y Diego al Mcdonald's y nos retiramos a la cama, quedando para el día siguiente en la plaza de armas para hacer algo de turismo antes de cambiar de destino.

Por suerte, otra vez tenía el dormitorio para mi solo en el hostal, y pude dormir 10 horas seguidas que me sirivieron para recuperar la paliza de los últimos 4 días. A la mañana, me fuí a ver como el Español perdía en el último minuto, y a pesar de la mala leche que me produjo, intenté olvidarme y seguir disfrutando como lo había hecho hasta entonces.
Habíamos quedado al mediodía, justo después del partido, y con la inpuntualidad característica de las argentinas, llegaron 20 minutos tarde. Ellas habían estado desde muy temprano visitando parte de los templos que yo hice en el city tour, y Diego no vino ya que estaba en la excursión del Valle Sagrado.

En la plaza nos encontramos también a Nico ( un chico colombiano que habíamos conocido en Machipichu), a la pareja americana y a los australianos. Nos fuimos todos a comer a un sitio muy típico de la ciudad, donde hacían unos bocadillos de unas dimensiones considerables. Después de la comida, ya me despedí de mis compañeros de grupo y me fuí con Yami, Carol y Carla a dar una vuelta por los sitios que nos faltaban por ver, antes de acabar sentados en un banco de la plaza mirando a la gente pasar y escuchando como las chicas lo criticaban todo, absolutamente todo, y esque ya os tengo dicho que no se puede ser así ;-) .

Ya entrada la tarde, fuimos cada uno a nuestro hostal a preparar las cosas y empezar a ir hacía la estación de buses donde teníamos el pase para ir al lago Titi-kaka. El bus lo habían adelantado 2 horas por no se que huelga, y Diego tuvo que llegar literalmente corriendo con la mochila a cuestas para no perderlo. Suerte que estábamos nosotros arriba gestionando una demora en la partida.
En la estación, también nos encontramos a dos cordobeses ( de Argentina) que también habíamos conocido en Machupichu y que tenían el mismo destino que nosotros, la ciudad de Puno. Los dos primos, Martín y Gonzalo acabarían por unirse al grupo argentino-español durante nuestra estancia allí. Para el viaje en bus, y como yo estaba solo, Carla cambió el sitio con otro pasajero y pudimos estar toda la noche charlando de mil cosas que la verdad, tampoco vienen al caso, pero fué una gran compañía.

Llegamos a Puno a eso de las 4 de la madrugada, sin hostel y sin saber realmente a donde ir. A priori a mi me tenía que venir a buscar una persona de la agencia donde había contratado la excusrión, pero ahí no había nadie. Así que pillamos a la primera señora que ofrecía hoteles y le negociamos un precio por los 7 y para las 3 o 4 horas que ibamos a dormir.
También esta señora vendía las excursiones a las isals del lago, así que como yo aún no había pagado nada de la mía, nos apuntamos todos juntos y fuimos a pegar un sueñecito corto. A mi me tocó dormir con Diego ( ya sé que te gustó tontorrón) en una cama de matrimonio.

Por la mañana nos despertó el hombre que en teoría tenía que haberme esperado la noche anterior en la estación, y al decirle que ya lo tenía contratado, que era su problema no haber estado a la hora y en el lugar, se me puso como una fiera. Lo cierto esque no tengo ni idea de como me encontró, pero lo hizo.
Después de un pequeño rifi rafe, y de estar sentado en la recepción más de media hora, se dió cuenta de que no tenía nada que hacer y desapareció del mapa.

Empezamos lo que iba a ser mi último destino en tierras peruanas, en un tour de 2 días y una noche por las diferentes islas que componen el lago navegable más alto del mundo. Como no podía ser de otra manera, nos metieron a los 7, juntos con otros tantos pasajeros más en una barca y, con el guía más pesado, insoportable e irritante que nos habíamos encontrado nunca, nos dirigimos al primero de los destinos, las islas flotantes.

Bajamos de la lancha, nos hicieron una pequeña explicación del estilo de vida de esa gente, del porque vivían allí, de la forma de construcción de las islas y nos subieron en una barca típica donde nos llevaron a remo hasta otra de las islas. En la barca, Martín desmostró que lo de remar no es lo suyo.
Terminado el tour por estas islas flotantes, pusimos rumbo a la isla de Amantaní, donde ibamos a pasar la noche, y en la que tendríamos toda la tarde para conocer. Para llegar allá tardamos un par de horas, que gastamos intentando dormir, hablando de cualquier tontería y tomando el aire en la cubierta de la barquita.

Cuando llegamos a la isla en cuestión, el pesado del guía, con las gracias con las que nos tenía acostumbrados todo el día, dividió a la gente en grupos y los envió a sus casas. Y esque en esta ocasión no dormiamos en ningún hostal o hotel, ya que la isla no lo tiene, solo son casas de gente local que se dedican al cultivo de diferentes vegetales y crianza de animales para la supervivencia.
Así, las 3 chicas se fueron por un lado, y a nosotros 4 nos tocó a Jenny, una chica de 25 años que sería la encargada de cuidar de nosotros aquella noche. Ella era la menor de 5 hermanos, y la única que vivía aún en la isla con sus padres. Toda la población joven, igual que ella cuando se case, se van a las grandes ciudades en busca de otra vida.

Todas las mujeres iban a recibir a los turistas con sus vestidos típicos y, como nos explicó ella más tarde, el turismo se había convertido en una actividad que les daba un ingreso extra para poder comprarse alguna cosas.
Total, subimos la cuesta que separaba el muelle de su casa, que no fué tarea fácil por los 4.000 metros de altura, y nos acomodamos en dos habitaciones dobles.
Ya pronto nos dimos cuenta de que la vida ahí era muy diferente, de que vivían en otro mundo, de que carecían de lo que nosotros podríamos considerar básico, aunque para ellos no lo es. Me refiero por ejemplo a la falta de luz artificial, a la falta de agua caliente, al estado del lavabo....Todas estas cosas hicieron que durante aquel día pudiéramos vivir de primera mano como vive la gente en estos lugares, y poder darnos cuenta de que también se puede vivir sin todas esas cosas que nosotros consideramos imprescindibles.

Por la tarde, y según las instrucciones de nuestro guía, teníamos que ir hacía el campo de fútbol ( que no falte), para hacer un partido con la gente local. Como buenos aficionados al fútbol y viniendo de dos paises donde es el deporte rey, teníamos los 4 muchas ganas de hechar una pachanguita a 4.000 metros. Cual fué nuestra sorpresa, que ahí estábamos nosostros preparados con nuestros pantalones cortos, esperando al rival, y va el hijo puta del guía ( ahí ya rompimos peras con el) y nos dice que el equipo rival son las mujeres de las casas donde nos alojábamos.
No es por machista, pero aquello era una broma, 10 o 12 mujeres vestidas con faldas y mantones y calzando chanclas eran nuestro rival. Obviamente nos volvimos a poner lo tejanos, pegamos un par de miradas asesinas al capullo del guía y nos fuimos con las chicas a dar una vuelta por la isla. Y esque el fútbol se merece un respeto.

La vueltecita no estuvo mal, y al llegar arriba de la única montaña, había un hombre cocinando churros caseros que supieron a gloria. Terminado la excursioncita, y ya de vuelta en casa de Jenny, nos preparamos para la cena, que iba a tener lo mismo de primer plato que en el almuerzo, una buenísima sopa casera bien calentita que nos dejó como nuevos.
Acabada la cena, había llegado el momento de la "gran fiesta" que nos tenían montada en el local social. Jenny nos dió la indumentaria típica de la zona y, a pesar de la tormenta que había empezado , nos adentramos en los caminos de tierra y piedras de la comunidad para llegar allí. Con la única iluminación de una linternita, os podeis imaginar la de veces que metimos los pies en charcos, barro y riachuelos. A pesar de todo, estubo divertido, llegamos ahí y hechamos unas risas con las chicas y bailamos un poco de música popular antes de tomar el camino de vuelta.

A la mañana siguiente no me pude poner las bambas porque estaban empapadas de la noche anterior, y pasé el día con las chanclas de arriba para abajo.
Después de desayunar, nos dirigimos al muelle, nos despedimos de la que había sido nuestra anfitriona durante un día e iniciamos el camino hacía la última isla del recorrido. En esta, tenían un sistema mucho más abierto, en donde disponían de más comodidades, y de la que no se iba todo el mundo. Estuvimos paseando en ella toda la mañana hasta la hora de la comida, en la que nos sirvieron un salmón bastante bueno y tomamos el camino de regreso a Puno en la lancha. Como veis, mi resumen de esa visita es muy breve, y esque ya estábamos hasta las narices del guía y fuimos muy a nuestra bola.

Llegados a Puno de vuelta, fuimos directamente a comprar los billetes para nuestros próximos destinos, en mi caso Lima, en el de los primos Arequipa y Diego y las chicas Bolivia. Como el bus a Bolivia no salía hasta el día siguiente, tuvieron que quedrase una noche más en el hotel, lo que fué muy bien para que nos pudiérmaos pegar una ducha, y esque como es de suponer, en el agua congelada de la isla nadie se atrevió ha hacerlo.
Bien duchaditos y limpios, fuimos a merendar todos juntos en lo que iba a ser nuestra despedida ya que el primero en marchar era yo. Así, de nuevo llegaba la hora del adiós, y con mucha pena, pero intentando demostrarlo lo mínimo posible, les di un abrazo a cada uno y con un hasta la vista se terminó nuestra andadura juntos. Y ya sabéis chicos, ya podéis ahorrar para venir a verme a Barcelona....jejeje

Me dirigí a la estación de autobuses con la mirada puesta ya en mi siguiente destino, pero sabiendo que me quedaban 18 horas, que al final como siempre fueron más por los retrasos ( 25), y una larga espera en el aeropuerto de Lima. Al final, como todo en esta vida, acaba llegando, y allí estaba yo subiendo al avión que me iba a cambiar de país, de continente y de mundo.



Aquí están las fotos:

http://picasaweb.google.com/guillermo.de.prada2/PeruBarbe#

Y un video de regalo:

http://www.youtube.com/watch?v=O_iQ0pkPW6s

Un abrazo. Barbe.

1 comentario:

Yami dijo...

Que conmpañeritas de viaje conociste eh!!! decime si habia alguien mas divertido que nosotras? jejejeje
DEbes haber conocido mucha gente en tu viaje pero no hay como unas argentinas quejonas no??? Este viaje, para mi, no hubiera sido lo mismo sin las personas que me acompañaron, desde las chicas, vos, Diego, Martín, Gonzalo, Abigail y todos los demas que pasaron y estaban ahi en ese lugar y momento preciso. Me hace feliz pensar que algun dia volveremos a encontrarnos ( a los que tengo lejos...) poder ver nuestars fotos y recordar todo lovivido en Perú. Te quiero mucho guapo!! y gracias por las lindas palabras hacia nosotras. Besos y abrazos