lunes, 15 de diciembre de 2008

Australia (2): De Cairns a Byron Bay

De acuerdo, de acuerdo. Antes que nada debemos disculparnos por el retraso; mil perdones. Las condiciones en las que hemos viajado últimamente han hecho difícil el actualizar este pobre blog, que ha estado dormido durante casi un mes. Vamos a ello pues.


(¡Nota! Para hacer esta larga lectura algo más entretenida, hemos subrayado algunas partes del texto sobre las cuales se puede clicar para ver una foto relacionada comforme se va leyendo)


Tras pasar nuestra última noche en Melbourne durmiendo en los incómodos bancos de su aeropuerto, volamos hacia Cairns, al noreste de Australia, para allí encontrarnos con el único e inigualable Toni Sastre, quién está siendo y será el tercer hombre durante lo que dure nuestro paseo por las antípodas. Toni, quien (muy para nuestra sorpresa) en Australia se hace llamar Anthony, es un amigo de Barcelona que ha pasado los últimos siete meses en Sydney y ha aprovechado para subirse al carro durante un mes y medio para después volverse de forma definitiva a Barcelona.


Ya en Cairns y habiéndonos reencontrado con Toni, el plan estaba muy claro: alquilar una furgoneta y recorrer en poco mas de veinte dias los tres mil quinientos kilómetros que separan Cairns y Sydney. En tal empresa nos acompañarían tres conocidos de Toni, que no pudieron resistirse a venir en cuanto supieron de la expedición. Estos tres personajes, a quienes introducimos algunas lineas más abajo, llegarían con un par de días de retraso, así que aprovechamos el tiempo de espera para practicar el deporte rey de nuestro viaje: el goce y disfrute.


El primer dia lo dedicamos a bañarnos en la piscina pública de Cairns. Sí, piscina. Cairns está a orillas del Pacífico y tiene una magnifica playa. La particularidad es que adentrarse en sus terrenos arenosos entraña peligros tales como el de ser partido en dos por un cocodrilo o morir en un lapso de cinco segundos tras ser letalmente mordido por una serpiente. Aunque haber sido picado por una serpiente o amputado un brazo por un cocodrilo hubiera sido una gran historia que estar escribiendo ahora mismo (con el otro brazo, claro est
á), decidimos conformarnos con unos bañitos en la piscina. Tampoco vamos a quejarnos: un baño en aguas de 25 grados, con temperatura exterior de 30, a 5 de noviembre, no es moco de pavo. El segundo dia lo aprovechamos para hacer una inmersión en la gran barrera de coral austrliana, uno de los parajes más famosos del mundo para el submarinismo, donde tuvimos la suerte de ver hasta cuatro tiburones.


También durante estos dos días de relax nos encontramos con otro exalumno del Sant Ignacio (al final lo de haber estudiado en un colegio con tres mil almas más está dando sus frutos) al cuál no teníamos el placer de conocer pero quién nos identíficó gracias a la inequívoca camiseta del Espanyol que lucía Barbe. De nombre Pablo y apellido que desconocemos, también estaba viajando por Australia en furgoneta y pasaba por Cairns para sacarse la licencia de submarinista. El mundo es, otra vez, un pañuelo.


Tras dos dias de tranquilidad, empez
ó a llegar el resto del equipo. El primero de ellos fué KJ:


Ficha técnica

Nombre: Kook Joon Kim (KJ para los amigos).

Nacionalidad: Surcoreana.

Edad: 25.

Resumen del primer encuentro: Le conocimos en el hostal de Cairns y, desde el primer momento, supimos que era un tipo especial. Quizá porque en nuestra primera mañana de convivencia no dudó en sacar su cámara de fotos para enseñarnos unos videos que bien podrían ser catalogados como porno casero o quizá por el uso desenfrenado de expresiones como "hey bro", "ooohhh man", "fucking+ complemento" o "sweeeeeet as", siempre verbalizadas con un fuerte acento coreano, KJ se hizo rápidamente con el número uno del ránking de personajes curiosos con los que viajaríamos, incluso antes de conocer al resto de especímenes.


El resto llegaron al dia siguiente. Estos fueron los hombres que completaron el grupo:


Nombre:Romà Jori

Nacionalidad: Catalana. Muy catalana.

Edad: 28

Resumen del primer encuentro: Romà llegó al hostal de la única forma que podía llegar: regateando como el maestro del regateo que es. Un extremista del ahorro. Un completo adorador de la moneda, capaz de perder las formas, el respeto y lo que haga falta con tal de conseguir un descuento de veinte céntimos de euro. A la vez que nos presentaban, Romà tuvo tiempo de preguntar (con un tono más que agresivo) por el precio de las furgonetas cuyo alquiler ofrecían en el hostal y de informar a la pobre recepcionista (cambiando el registro a un tono de ofendido) de que él conocía miles de compañías que por ese precio alquilaban furgonetas de mejor calidad y que no estaba dispuesto a pagar lo que en el hostal se le pedía. Romà, hijo, por la puerta grande entraste.


Nombre: Takuya Naruse (Taku)

Nacionalidad: Japonesa.

Edad: 25.

Resumen del primer encuentro: La presentaciónde de Taku fué, si bien eclipsada por la entrada triunfal de Romà, muy a la japonesa: un "nice to meet you" seguido de un eterno silencio. El más callado de los tres personajes pero no por ello el más cuerdo.


La relación entre estos tres sujetos (KJ, Romà y Taku) es un tanto curiosa. Romà es al único a quién Toni realmente conocía de antemano, al haber estudiado en la misma escuela de idiomas en Sydney. Taku es el amigo inseparable de Romà. Literalmente inseparable. KJ era conocido de Taku, no amigo, tal y como el propio Taku suele esforzarse en matizar. La pregunta es, pues, ¿cómo se unió KJ al viaje si no era amigo de nadie? Sencillo. Porque Taku le invitó para que trajera un ordenador que había olvidado en Sydney. Lo mejor es que, para sorpresa de Taku y perplejidad del resto, KJ se presentó en Cairns sin el codiciado ordenador. Lo que os decíamos; KJ es un auténtico número uno.


Una vez reunido el equipo, nos pusimos manos a la obra. En este caso la obra consistía principalmente en alquilar un par de furgonetas y hacer una primera compra de comida para subsistir durante los dos o tres primeros dias de viaje. Aunque con un dia de retraso debido a la indisponibilidad de furgonetas en Cairns, finalmente nos agenciamos dos de las furgonetas más molonas del parque automovilístico australiano. El comando Alfa (Toni y nosotros dos) viajaríamos en la "happy guys", una Toyota blanca adornada con grafitis de niños sonrientes vestidos de superhéroes. Al comando Bravo (Taku, Roma y el crack) le tocó una furgoneta pintada de Lou Reed, aunque a Romà no le pareció de suficiente categoría y pidió expresamente un cambio de furgoneta. Al final se desplazarían en "Pinky", una Ford también blanca pero grafiteada con dibujos de la pantera rosa.


Las furgos, aunque pequeñas, iban equipadas con un pequeño fogón a gas, una pequeña pica y una nevera de playa, lo cuál nos permitía cocinar in situ, ayudándonos así a ceñírnos lo máximo posible a nuestro humilde presupuesto. Como para cocinar suele tenerse que comprar comida primero, tras unos pocos kilómetros al volante nos de detuvimos en un gran supermercado para coger provisiones.


En este punto Romà no pudo ocultar su extrema racaneria y propuso que cada furgoneta se ocupara de sus gastos. ¡Cuidado! Cuando Romà propone algo no lo hace porque sí. Lo hace porque sus propuestas siempre (SIEMPRE) esconcen un beneficio económico para él, ya sea inmediato o diferido. En este caso, sin duda pensó que los cuerpos escuálidos de sus compañeros asiáticos serían sensiblemente más baratos de alimentar que tres cuerpos serranos como el de Toni y los nuestros. Eso sí, el rata no dudó en proponer que compraramos una única botella de aceite, pagada por nosotros, por supuesto, que
él usaria a cambio de darnos un poquito de la sal que había robado en el hostal de Cairns. Nosotros, que aunque miramos mucho la pela no llegamos al nivel de este profesional del timo, accedimos a todas sus propuestas, que, sin comerlo ni beberlo, más tarde nos pagarían dividendos.


Una vez en camino, nuestra primera parada fué Mission Beach, una bonita y solitaria playa en la que nadie se atrevió a bañarse por las señalizaciones que alertaban del peligro de cocodrilos. Mientras el resto admirabamos la espectacular puesta de sol que podía verse, KJ se dedicó a intentar abrir, sin demasiada fortuna, algunos de los cocos que habían caído de las palmeras que adornan la playa.


Ya en la primera noche nos dimos cuenta de cuál iba a ser nuestro principal problema durante las siguientes tres semanas: encontrar un sitio para acampar. Por lo general, en todas las zonas urbanas de Australia está prohibido hacer noche fuera de zonas específicas de camping, por las cuales, claro está, hay que pagar. Además, algunos conocidos ya nos alertaron de que la policía era más bien estricta en este sentido y que cada noche se ponían multas a turistas confiados por aparcar la furgoneta donde no tocaba. Nuestra intención era no pagar pero mucho menos ser multados, así que nos quedaban dos opciones: a) Salir fuera de zonas urbanas y hacer noche allí (permitido) o b) colarnos en alguna zona de camping sin ser vistos. Seguro que muchos ya se están imaginando cu
ál fué la opción que más practicamos. Y aciertan.


Nuestro primer intento de colarnos en un camping fué en la propia Mission Beach, del cuál nos sacaron casi a puñetazos un minuto después de haber entrado. Así que decimos, por aquella vez, alejarnos un poco de la ciudad y, tras cenar en el párking de un supermercado de carretera pasamos la primera noche en una de las areas de descanso que se extienden a lo largo de la costa este australiana.


También durante esa primera noche no fué muy dificil comprobar que pasar tres semanas en tan pequeño espacio no iba a ser tarea cómoda. La "Happy guys" y la "Pinky" no son más que unas furgonetas cualquiera a las que se les han quitado los asientos traseros y puesto tres colchones (por no llamarlos esterillas) a modo de camas en los que uno no consigue dormir más de una hora sin despertarse, ya sea por las patadas propinadas por el compañero de al lado, los ruidos y sonidos de todo tipo emitidos por la fauna nocturna australiana, el calor, el frio, un canguro curioso, el olor a toalla húmeda o los ronquidos que KJ emitía desde la furgoneta del comando Bravo.


Primera mañana y primera discusión. ¿Por qué? Obvio: por dinero. Muy a primera hora, Romà se acercó a nuestra furgoneta y en cuanto vió que nuestro gasto en gasolina era bastante menor que el de su furgoneta puso el grito en el cielo. (Recordemos que Romà decidió unilateralmente cambiar la furgoneta que le había tocado en primer lugar). La tomó primero con los de la compañía de alquiler cantándoles las cuarenta por teléfono por haberle dado una furgoneta que consumía más gasolina que el resto. Y vista la pasividad con la que le trataron desde el otro lado del cable, nos propuso que el gasto en gasolina lo dividiéramos entre las dos furgonetas, a lo cuál obviamente nos negamos. Al fin y al cabo, fué él quien propuso dividir gastos para ahorrarse unas perrillas...pues Amén, que se dice en latín. Fué entonces cuando nos dedicó sus mejores palabras diciéndonos que lo que le estábamos haciendo le parecía un "quillada" y una auténtica "gitanada", lo cuál no hizo más que reafirmarnos en nuestra posición de no compartir el gasto en gasolina. Y así, poquito a poquito, se iba abriendo una pequeña brecha entre las dos furgonetas.


Con brecha o sin ella, la cuestión es que nos mordimos la lengua y seguimos juntos camino adelante. La siguiente parada fueron las Wallaman Falls. La Wallaman es la cascada con la caída más larga de Australia. Aunque la cascada es espectacular (sin duda la más espectacular de todas las cascadas que hemos visto hasta la fecha), lo que seguro nunca olvidaremos es la eterna caminata de 4km por terreno impracticable que hicimos desde la zona donde dejamos las furgos hasta el pie de la cascada. Algunos pensábamos que íbamos a morir en el intento. Exageraciones aparte, la cascada en sí es increíble. Cayendo desde una altura de casi 300 metros, el agua iba a parar a un lago en el que pudimos bañarnos a pesar de los primeros miedos a los siempre amenzantes cocodrilos. Además tuvimos la suerte de que, tras una larga temporada sin lluvias, el caudal de la cascada no era demasiado frondoso y pudimos nadar hasta el punto del lago en el que caia el agua.


Exaustos por el nado y las caminatas, esta vez sí pudimos colarnos en un camping en el que hicimos noche de camino al siguiente destino: Arlie Beach. Arlie Beach es un pueblo costero famoso por ser el puerto más cercano a las Whitsunday Islands, un aún más famoso archipiélago de islas paradisíacas en cuyas aguas nos prometieron ver todo tipo de animales marinos. Así pues, tras colarnos en un hostal para pegarnos la primera ducha en unos cuantos días, embarcamos en un barco en el que recorreríamos, junto a unos veinte viajeros más, las Whitsunday Islands durante algo más de dos días. (Todo sea dicho, gracias a los pocos escrúpulos del amigo Romà, aquí conseguimos un suculento descuento).


El tour por las Whitsundays fué bastante espectacular. Su principal atracción, Whitehaven Beach, está listada como una de las tres mejores playas del mundo y no es para menos. Su arena es blanca como la harina y sus aguas totalmente cristalinas. Sólo tiene una pega: las picadas de sus medusas pueden llegar a ser mortales (como parece serlo todo en Australia). Para que pudiéramos bañarnos "sin peligro de muerte", en el barco nos dieron un traje antimedusas con el que parecíamos auténticos Power Rangers. Aunque nos prometieron que en el agua veríamos cientos de tortugas y nos fuimos sin ver ninguna, si tuvimos la oportunidad de ver un atún de algo más de un metro y otro pez (desconocemos la clase) que media alrededor de un metro y medio.

Además del buceo, las bonitas puestas de sol, unas comidas más que generosas y algún que otro conciertillo en popa a cargo de Toni y Prada acabaron por hacer de la ruta por las Whitsundays unos días memorables.


Dejando las Whitsundays y de vuelta a las furgonetas, no sin antes volvernos duchar de forma clandestina, nos dirijimos hacia Rainbow Beach. Durante el camino, además de colarnos para hacer noche en varios campings más (en este punto ya no había cámping que se nos resistiera), hicimos paradas en un par de pueblecitos surferos como Agnes Water o Town of 1770. Las playas de estos recónditos pueblos están a todas horas llenas de rubios y bronceados jubilados que se manejan sus tablas de surf como si tuvieran veinte años. Romà, que no podía ser menos, se compró una tabla de bodyboard por 10 dólares que por supuesto no ofreció dejarnos probar.


Rainbow Beach no fué más que una parada estratégica. Allí debíamos encontrarnos con otras cuatro personas que nos acompañarían durante un tour en todoterreno por las Fraser Islands, un conjunto de islas con la isla de arena más grande del mundo. Esas cuatro personas fueron dos alemanes muy auténticos y dos suecas con más peligro que cuatro españoles, un japones y un coreano juntos. Ya los diez, nos agenciamos un Toyota Land Cruiser, cuatro tiendas de campaña, comida para tres días y bebida para cinco, y condujimos rumbo al ferry que nos llevar
ía hasta las Fraser.


En las Fraser dedicamos nuestro tiempo a visitar lagos increibles, playas de ensueño, acampar, hacer barbacoas, algún que otro concierto, a partirnos de risa por todo lo que hacía y decía KJ, a conducir por bonitas dunas y a decirle a Romà que dejase conducir a los demás. Lo de dormir en tiendas de campaña fué curioso y no del todo cómodo, así que algunos decididieron pasar la segunda noche en la playa. KJ, quien se jactaba de proclamar que a él nunca le picaban los mosquitos porque su grupo sanguíneo no era del agrado de los insectos, recibió una buena lección durante su noche en la playa. Y es que no todo es lo que parece: no es que los mosquitos no le picaran porque no les gustase su grupo sanguíneo, sino porque estaban esperando para atacarle en grupo. Pobre chaval, qued
ó hecho un cristo.


De las Fraser nos fuimos hacia Noosa, donde habiamos reservado un tour en kayak durante tres días. Sin embargo, al llegar nos encontramos con que debido a las fuertes lluvias todo el mundo que había reservado el tour con nosotros lo había cancelado, y nos informaron de que éramos libres de cancelarlo nosotros también. Nosotros dos y Toni abogamos por cancelar el tour, por dos razones; la primera, que no queríamos pasarnos tres días remando bajo la lluvia, a una temperatura que nada tenía que ver con los 30 grados bajo los que nos habíamos bañado en Cairns; la segunda, solidarizarnos con KJ, quien quer
ía ver a un médico porque sus picadas de mosquito se habían fusionado todas en una y su pierna parecía más un boniato que una pierna. Romà, a quien le importa menos que poco toda persona que no sea él mismo, dijo que se iba de tour y que si KJ tenía que ir al médico ya se podía ir solito. Taku, que aunque es un gran tipo no es capaz de llevarle la contraria a Romà, también decidió seguir adelante con el tour.


Así que Romà y Taku se fueron en kayak, nosotros dos y Toni en nuestra furgoneta y KJ se tuvo que ir en autobús hasta Brisbane, dónde podría verle un médico. No es que no nos hubiese gustado llevar a KJ en nuestra furgoneta, sino que la furgoneta era estrcitamente de tres personas y el llevarlo con nosotros nos hubiera puesto en peligro de otra multa (sí, ya habíamos cosechado una por exceso de velocidad, la cuál por supuesto no pagamos.Que no busquen...). Podríamos sentirnos culpables por no habérnosla jugado y llevarnos a KJ con nosotros, pero al fin y al cabo KJ viajaba con Romà y Taku, así que si hay alguien debía sentirse culpable eran ellos. Aunque con la poca moral que tiene Romà es poco probable que sienta la más mínima culpabilidad.


Y así finalmente nos separamos. Comando Alfa por un lado, Romà y Taku por otro y KJ más solo que la una. Lo siguiente que supimos de Romà y Taku es que tuvieron que volverse al día siguiente de haber cogido el kayak por el fuerte temporal. De KJ, supimos que llegó sano y salvo a Brisbane y poco más.


Ya solos, nos dimos un paseo por Brisbane, donde no hay demasiado que ver, y por una ciudad llamada Surfers' Paradise (el nombre de ciudad más raro del mundo, junto con Town of 1770), que viene a ser algo así como el Benidorm de la costa este australiana.


Tras Surfers', nos dirijimos a Byron Bay, una de las grandes paradas en nuestra ruta por Australia. Pero esta entrada se está haciendo eterna (si es eterna de leer, imaginaros de escribir), así que Byron Bay será cosa de la próxima. Para narrar nuestras 'aventuras' desde Byron Bay hasta Sydney, contaremos con la colaboración especial de Toni, quién conoce Australia mucho mejor que cualquiera de nosotros dos, y que escribir
á la próxima entrada.


Todas las fotos y alguna más aquí:


http://picasaweb.google.com/guillermo.de.prada/Australia2DeCairnsAByronBay#


Hasta pronto.


Un abrazo a todos.


Barbe y Prada

jueves, 13 de noviembre de 2008

Australia (1): Melbourne

Salíamos de Japón con una duda en la cabeza, y esa era si al llegar a Sydney nos pondríamos el pantalón corto o directamente el bañador para ir a la playa. Al llegar, nuestras ilusiones se fueron al traste, ya que sí, tuvimos que cambiarnos, pero para ponernos toda la ropa de abrigo de la que disponemos. La llegada y estancia en la ciudad más conocida de Australia estubo marcada por la lluvia, el viento y el frío.

La noche que teníamos que pasar de escala a Melburne, la pasamos en el hostal más popular de la cuidad, y recomendado por Jacobo, el Wake Up. Un hostal lleno de gente jóven ( eramos de los más mayorcitos) y con un ambiente de fiesta a todas horas. Para tener, tienen hasta discoteca en el sótano, que por supuesto tuvimos que probar. Así, y siguiendo con lo de compartir habitación, nos instalamos en un dormitorio de 10 personas con el miedo de volver a sufrir los ronquidos de la gene por la noche y de no poder dormir. Al final, por suerte, ninguna de las otras 8 personas hacía ruiditos nocturnos......menos mal.

El día y medio, lo gastamos paseando por las calles, viendo la ópera ( edificio más emblemático), gestionando el transporte, escapando de la lluvia y del viento, tirando de mc'donalds y dejando parte de la mochila en casa de un amigo de Toni par cargar menos equipaje. Para quien no conozca a Toni, es el "personaje" con el que haremos nuestra ruta por Australia y Nueva Zelanda, para quien lo conozcais.....sobran las palabras.

La ruta a Melburne la hicimos en autocar, primero porque el avión es más caro y también porque de esta manera nos ahorramos una noche de hostal, y esque todo cuenta a la hora de mirar por el budget. Así, sumábamos 12 horas y 800 kilómetros a nuestro curriculum, y seguimos haciéndonos fuertes a la hora de soportar noches larguísimas, aunque todo sea dicho, después del sud-este asiático nada, absolutamente nada nos parece duro.
La llegada no pudo ser mejor, en la estación estaban esperándonos las que serían nuestras anfitrionas, perdón, nuestras magníficas anfitrionas durante los siguientes 10 días. Ellas son Valeria y Zoë, a la primera ya la introducimos en el post de china ( amiga de infancia de Prada), y la segunda es su pareja. También, y antes de que se nos olvide, tenemos la obligación de mencionar a James ( hermano de Zoë) y a sus padres, que nos trataron de 10 y nos hicieron sentir por unos días como si estubiéramos en casa. En muchas ocasiones era tanta su hospitalidad que nos hacían sentir hasta incómodos. Una vez hechos los agradecimientos, vamos a ver el porque de ellos.

Como hemos dicho, al llegar estában esperando en la estación, y tiene más mérito cuando la llegada fué a las 6,45 de la mañana, nos metieron en el coche y nos llevaron directamente a su casa, donde nos estaba esperando la madre con un suculento desayuno estilo americano, con huevos, baicon, tostadas, ensalada, fruta, y si, cereales, que placer volver a comer cereales después de 5 meses.

Una vez con el estómago lleno, nos fuimos a conocer un poquito de la ciudad, y como viene siendo habitual, con un tiempo poco propio de la primavera, así que no nos separamos de las chaquetas. Melburne es una ciudad muy nueva y moderna, con la city no demasiado grande y con barrios de viviendas en los alrededores. Nos pareció una ciudad muy bonita y con mucho encanto.
Después de pasear por el jardín botánico, descansamos un rato en el apartamento, y mientras esperábamos para ir a tomar algo con una amiga de ellas, recibimos las advertencias sobre los animales del país. Y así, ya sabíamos que nada de bañarse en ríos ni en playas no vigiladas por peligro de los cocodrilos, palabras textuales " cada año se comen a algún turista despistado". Y es que se ve que los listos se esconden en el mar para atacar a la mínima posible. En cuanto a los tiburones, los consejos fueron por el mismo sentido, nada de meterse en el fondo en playas sin redes de protección, y mantener los ojos bien abiertos por las medusas mortales que nadan en sus aguas.

Una vez repasados los animales marinos, pasaron a los terrestres. Las serpientes tuvieron un capítulo especial, y ya sabemos con que color hay que correr al hospital en caso de picada, y con cuales no hace falta ni perder el tiempo en tus últimos minutos de vida. Por último le tocó el turno a las arañas, y es que Australia es el país del mundo con más animales mortales.
Con todo eso, no nos dejaron muy tranquilos, y más con nuestros planes futuros de acampada por toda la costa, pero siempre es mejor estar bien avisados.

Por la noche nos fuimos a dormir con un buen entrecot entre ceja y ceja, y después de muchos meses, disfrutamos de ese sabor a carne roja que tanto nos gusta y que probaríamos durante los siguientes días para coger provisiones.

El segundo día en la ciudad lo pasamos, por la mañana en una reserva natural, y por la tarde-noche disfrutando de una buena barbacoa, en compañía de las amistades de Zoë, en las instalaciones públicas que hay habilitadas al lado del río...que gustazo!

Finalizada nuestra primera estancia en Melburne, pusimos rumbo a la casa de la playa que la famiilia Roberson tiene en una pequeña localidad llamada Port Fairy, a 300 kilómetros al sur-oeste, donde pasaríamos toda la semana y desde donde visitaríamos "la granja".

Nada más llegar a este pueblecito tranquilo de apenas 2.000 habitantes ( casi todos de orígen escocés), nos llevamos otra grata sorpresa, al ver que disponíamos cada uno de su propia habitación, con una cama de matrimonio enorme, donde descansaríamos como nunca durante 5 noches. Y esque despúes de cinco meses de dormir en colchones de todo tipo, normalmente no demasiado cómodos, aprendes a valorar una buena cama y un buen descanso. Dicho y hecho, dejamos las cosas y nos preparamos a pasar una semanita de relax.

Para que os hagais una idea, la casa tenía un comedor enorme con vistas directas sobre el océano, donde pasábamos la gran mayoría del tiempo. Por las noches, encendíamos un buen fuego ( ya hemos comentado que el tiempo no era precisamente veraniego) y nos dedicábamos a ponernos al día sobre las novedades cinematográfias mientras oíamos el ruido de la leña al quemar. ¿Suena bien verdad?

Durante los días hicimos varias salidas para conocer la zona y poder disfrutar de las impresionantes vistas de la costa. En uno de los paseos, nos acercamos al faro del pueblo, en una zona arbolada donde vimos los primeros canguros en libertad, saltando de un lado al otro mientras nos miraban con una mezcla de curiosidad y de miedo. Otro de los días nos acercamos a una reserva natural para pasear entre emus ( avestruz australiana), ver a koalas en libertad y cruzarnos con algún que otro lagarto. En cuanto a animales marinos, fuimos a una localidad a 1 hora en coche, donde cogimos una lancha rápida para ir a ver una colonia de focas que vive permanentemente en unas rocas relativamente cerca de la costa. Al llegar pudimos ver como nadaban a escasos metros de nosotros, mientras el guia nos decía que una semana antes habían visto un tiburon de 5 metros cazando por esa zona.

Pero sin duda, la mejor de las salidas fué la que hicimos para conocer la granja de la familia, donde trabaja el padre junto con otros 4 trabajadores. Y aquí está el primer dato a remarcar, y esque la granja en cuestión tiene 10 km de largo por 6 de ancho, y pastan miles de vacas y de ovejas, con lo que nos parecía increíble que con tan poca gente pudieran gestionar todo aquello. Evidentemente en diferentes momentos necesitan contratar trabajadores temporales.
El padre nos llevo ha hacer un tour y pudimos ver la zona donde esquilan las ovejas, y donde unas semanas antes habían "pelado" a las más de 8.000. Una lástima no poder verlo en directo porque dicen que es realmente impresionante, aunque aún quedaban restos de los trozos de lana que aún estaban por transportar. Lo que si que tuvimos la suerte de ver, es el "pregnacy test", o lo que es lo mismo, el test de embarazo, para ver si las vacas estan esperando terneros. Y esque esta es la actividad principal de la granja, producir unos 2.000 terneros anuales para la venta y que otros los engorden antes de convertirse en carne para el consumo humano.No hace falta que en este blog describamos el procedimiento, ya que todo el mundo se puede hacer una idea, pero si que diremos que Prada tenía curiosidad de probar una nueva experiencia y al ver como iba exactamente, se le pasaron todas las ganas.

Con tanto animal ( imaginaros la cantidad de vacas y toros que se necesitan para tener dos mil terneros anuales) es lógico pensar que estan apilonados y que su vida es aburrida, pero nada más lejos de la realidad, ya que, como hemos dicho, la granja es enorme y está dividida en parcelas muy grandes donde dejan 30 vacas con 1 toro, y apenas los molestan. Si, nosotros también lo pensamos, quien fuera uno de esos toros....De esta manera, los animales corren a sus anchas por donde quieren y incluso nos dijeron que no estan demasiado acostumbradas a ver a humanos.
Otra de las cosas que nos impresionó, es el inmenso lago artificial que han construido para asegurar el abastecimiento al ganado durante 3 años en caso de sequía. Es tan grande que el gobierno lo a declarado zona protegida porque sirve a las aves de lugar de parada antes y despúes de sus migraciones a sudamérica. Una vez terminado el tour, la madre nos volvió a demostrar su hospitalidad sirviéndonos una comida exquisita como punto final a nuestra estancia en la granja de los Roberson.

La salida de Port Fairy la cogimos con un poco de nostalgia, ya que sabíamos que probablemente no estaríamos tan bien alojados en lo que queda de viaje, pero ya se sabe que todo lo bueno llega a su fin. La vuelta la hicimos por la Great Ocean Road, conocida por sus impresionates vistas y por sus interminables acantilados, que en épocas coloniales habían producido más de un hundimiento.

La llegada a Melburne, la hicimos justo en la semana grande en cuanto a carreras de caballos se refiere, y toda la ciudad estaba volcada y "disfrazada" para ello. Todas las chicas vestían con sus mejores galas y con unos gorros de los más variopintos. Aprovechamos las noches para mezclarnos con ellos, aunque en nuestras mochilas no pudimos encontrar ningún traje y eramos los raritos de los locales, ya sabíamos que algo nos habíamos dejado en Barcelona.

Poco a poco llegaba el punto final a nuestra estancia, pero antes de ello, la madre de Zoë, nos volvió a sorprender con otra buena comida a base de asado de cordero, y de postre, su especialidad, pastel de queso, vaya pastel!.

El último día lo teníamos que pasar sólos en la ciudad, ya que ellas se marchaban de viaje, y en el piso no podíamos dormir, así que fuimos a un hostal para volver a acostumbrarnos a nuestra rutina. Al ir a buscar las mochilas al día siguiente al piso, James, el hermano de Zoë, se ocupó de nosotros todo el día, e incluso nos cocinó una buena ensalada para la cena.

Una vez llegada la noche, fuimos tirando al aeropuerto y esperamos que saliera nuestro vuelo a Cairns, el problema era que lo teníamos a las 6 de la mañana, así que escogimos los dos bancos que parecían menos duros de la terminal y pudimos dormir algunas horas mientras poco a poco nuestro cuerpo y nuestra mente volvían a la realidad.

Para terminar esta entrada, nos gustaría volver a agradecer a Zoë y a Valeria que cuidaran tan bien de nosotros, y ya sabéis chicas, que en Barcelona hay cuentas pendientes.

Muchas gracias.
Thank you very much.

Fotos: http://picasaweb.google.com.au/guillermo.de.prada/Australia1Melbourne#

Prada y Barbe

domingo, 2 de noviembre de 2008

Japón

Y así, después de más de tres meses, nuestro tren llegó a la última parada en su paso por Asia: Japón.

Tras algo más de seis horas de vuelo y unas cuantas menos de sueño, aterrizamos en el aeropuerto de Narita, Tokyo, a eso de las siete de la mañana del 12 de Octubre. En pantalón corto y haciendo gala de ese carácter improvisatorio que ha caracterizado nuestro periplo por Oriente, nos presentamos en tierras niponas sin idea alguna de dónde dormir y con la esperanza de no encontrar alojamiento de ningún tipo y así poder escribir alguna historia interesante en un blog que empieza a estar algo falto de anécdotas divertidas. Sin embargo, la "Tokyo Accomodation Information Office" del aeropuerto (desde luego, que organizados son estos japos) ahogó sin piedad todas nuestras aspiraciones periodísticas indicándonos rápidamente un lugar en el que podríamos dormir a un precio asequible.

Después de tres meses de viajes por paises como Camboya, Laos, Vietnam o Tailandia, hay palabras de nuestro léxico que tienen un significado totalmente diferente al que tenían antes de empezar este viaje. Ejemplo: la palabra "asequible". Asequible, para nosotros, en una habitaciñon doble con baño propio por 3 euros cada uno, a lo sumo. Una habitación compartida con seis individuos más por 21 euros cada uno no entraba, por mucho que así lo quisiera la señora empleada de la "Tokyo Accomodation Information Office", dentro de lo que nosotros consideramos asequible.

Asequible o no, el Sakura hostel (el de 21 euros por cabeza y noche) resultó ser la opción menos cara. Allí compartimos habitación de literas con seis tipos y tipas durante los cuatro días que duró nuestra primera parada en Tokyo. Mal acostumbrados a tener habitación propia práctimanente desde que empezamos a viajar, en Japón llegó la hora de tirarse al rollo backpacker auténtico. A pesar de sus obvios inconvenientes, compartir habitación tiene su lado positivo y es que se conoce a mucha más gente que de cualquier otra forma.

Además, muy curiosamente, el hostal estaba lleno de españoles, a cuál más personaje. Al primero que conocimos fué a Oscar, un gran tipo badalonés de unos veintiséis o veintisiete años que lleva viajando más de veinte meses. Y todo gracias a la ineficacia del INEM y a todos los españoles que con sus contribuciones nutren las arcas de nuestra Seguridad Social. Sí, el tipo lleva veinte meses dando vueltas por el mundo gracias al subsidio por desempleo. Turquia, Siria, Jordania, la India, China, Japón...¿así quién quiere trabajar? Cada tres meses vuelve a casa durante dos semanas para echar la firmita en las oficinas del INEM y reponer fuerzas, y otra vez a viajar. Un auténtico fenómeno. Aunque más fenómeno es quién le permite hacerlo. Estas cosas sólamente pueden pasar en España. "Spain is different", que se dice.

Aprovechados del sistema a parte, el resto de españoles que habitaban el hostal eran un grupo de valencianos que estaban en Tokyo a propósito de un festival de manga que parecia ser el evento de sus vidas. Como os podéis imaginar, unos freakis de categoría, aunque resultaron ser muy buena gente, la verdad. Además tuvimos la suerte de que, cómo no, la mayoría de ellos eran informáticos (y los que no lo eran oficialmente lo eran de manera oficiosa) y fueron capaces de aniquilar al virus que llevaba corrompiendo a nuestro indefenso ordenador desde que nos infectaramos en China.

No sólamente en cuanto al alojamiento tuvimos que apretarnos el cinturón. Si bien en el sureste asiático nuestra alimentación era algo monótona, siempre fué frondosa. En Tokyo, los prohibitivos precios nos llevaron a pasar nuestras primeras horas de ligero hambre. Un presupuesto de 30 euros al día de los cuáles 21 se destinan a alojamiento y otros 3 o 4 al transporte en metro no da para tres comidas al dia. Así que dos comidas a base de arroz y un poco de carne en una cadena de fast food japonesa (¡te servían agua gratis!) fué nuestra base alimenticia durante los casi diez días días que duró nuestra visita al país del sol naciente. ¿Sushi? Lo dejamos para otra ocasión en que el presupuesto lo permita.

Tokyo es impresionante y los japoneses bien curiosos. Gigantes pantallas publicitarias y miles de luces de neón llenan las calles de un color especial (o mejor lo dejamos en una "vida especial" ya que, como cantaban Los Manolos durante aquella Expo'92, la del "color especial" siempre será Sevilla). Barrios como el de Shinjuku o el de Shibuya, dónde se puede cruzar la calle por el paso de cebra más transitado del mundo (el dato es verídico), son todo un espectáculo por sí mismos. Plagados de enormes tiendas con lo último en tecnologia, locales con interminables filas de maquinas recreativas, y unas calles en las que no cabe un alma más son, seguramente, un panorama único en el mundo. En medio de todo este caos de luz, color y tecnología, pueden encontrarse antiquísimos templos y jardines de corte imperial que evidencian un pasado cultural también único.

A pesar de su pasado, vías de tren que se alzan quince metros por encima del suelo, cientos de enormes edificios y decenas de antenas de comunicaciones luminosas (incluida una réplica de la torre Eiffel) acaban por darle a Tokyo un aire más bien futurista. Y es que en cierto modo, recorrer las calles de Tokyo es darse un paseo por el futuro. Todas, absolutamente todas las calles de Tokyo están habilitadas para que los ciegos se manejen sin problemas gracias a rugosidades en el suelo. Incluso el interior de muchos edificios las tiene. Aquéllo del "para dentro Romerales" ya es historia en Tokyo porque todas las puertas son automáticas. Eso sí, se abren apretando un botón que evita las puertas se abran innecesariamente, evitando así también el despilfarro energético. Todo está pensado y repensado. El metro es un auténtico laberinto que parece no tener fin. Y un ejemplo un tanto escatológico pero que habla por si sólo: hasta el más cutre de los WC del más cutre de los restaurantes tiene un chorrito que ahorra en consumo de papel higiénico. ¿Qué es eso si no el futuro?

Los nipones son raza como niguna otra, desde luego. Ningunos otros seres humanos son capaces de vestir como si recién salidos de un videojuego o de un comic manga. Seres más bien introvertidos, estos tipos se quedan callados cuando se les pregunta por alguna calle, para finalmente soltar un tímido "Soly, I don´t know" tras treinta segundos de silencio. También muy patriotas, más de uno se nos acercó para intererarse por nuestra opinión sobre Japón. Uno de ellos fué el señor Tashimura (que obviamente es sólo un apodo que le hemos dado), un exfuncionario del Metro con quién tuvimos el placer de mantener una interesante conversación sobre Japón, España, geografía, y cómo aprendió su perfecto inglés a base de lecciones por medio de la ya extinta cassete. Éste sí que era un auténtico fenómeno (hay foto).

En la noche del nuestro cuarto dia de callejeo por Tokyo cogimos un autobús nocturno hacia Kyoto, por el módico precio de 37 euros, cantidad equivalente a unas 50 noches de hotel en Camboya...Siete horas después de dejar Tokyo y con 37 euros menos en nuestras cuentas bancarias llegamos a Kyoto, dónde nos esperaba un frío que no habíamos sentido desde hace meses. Ante dicho frío y la aparente decisión del sol de salir más tarde esa mañana decidimos posponer la búsqueda de hostal hasta que al menos el sol hiciera acto de presencia. Duranta la espera, Prada se fué a comer algo (adivina, adivinanza...arroz con carne) mientras que Barbe se decantó por pegar una cabezada colándose en un hostal que estaba lleno, algo que en España suele llamarse "allanamiento de morada".

Ya con alojamiento y con jersey en mano, nos fuimos de callejeo. El callejeo en Kyoto fué de especial dureza porque ya desde Tokyo veníamos arrastrando unas tremendas llagas en los piés, consecuencia inevitable de volver a ponerse bambas (y pantalón largo) después de pasar los últimos tres meses en bañador y chanclas. Pero no hay llagas que puedan con nosotros.

Kyoto es la antigua capital de Japón y por ello la ciudad con más templos de todo el país. Decían las guías que más de dos mil templos, aunque permitidnos que lo pongamos en duda. Inevitablemente, pues, ni que mencionar cabe que los templos son la gran atracción turística de la ciudad. La otra son las geishas que esporádicamente pueden verse recorriendo sus calles. Se dice que, de las mil geishas que todavía existen en Japón, cien están en Kyoto.

Templos hay por un tubo, eso es verdad, aunque todos son más bien parecidos. Algunos templos, no obstante, son patrimonio de la humanidad y son bastante dignos de ver. Aún así, tras haber visto los templos de la Ciudad Prohibida de Pekín, cuya arquitectura no dista mucho de lo visible en Kyoto (Batlle, matiza a tu antojo), Kyoto no nos impresionó exageradamente.

Más curioso que los templos fué cruzarse con alguna que otra geisha. Algunas auténticas y otras más falsas que una moneda de seis pesetas, para qué engañarnos. En cualquier caso, ahí queda para la posteridad el que hayamos visto a una geisha auténtica. No es moco de pavo.

Templos, más templos, un bonito mercado, geishas y un par de luchadores de sumo son todo lo que vimos en Kyoto. Y es que tres días no dan para más. Así que, mochilas al hombro y de vuelta a la carretera.

Tras otras siete horas de autobús y con otros 37 euros menos llegamos de vuelta a Tokyo para pasar nuestros dos últimos días en Japón con una sola cosa en mente: visitar la lonja de Tokyo, donde se compra y vende todo el pescado que después llena los estómagos de sus habitantes. Ya que no podíamos probar el sushi, íbamos al menos a ver de qué está hecho. Para ver las negociaciones y subastas había que plantarse en la lonja a eso de, como muy tarde, las 6 de la mañana, lo que significaba levantarse a las 4.30. Dicho y hecho. Aunque fuimos por separado en días distintos (Barbe aprovechó una noche de insomnio gracias a los ronquidos de su vecino de litera para escaparse y Prada fué a la mañana siguiente), ahí estuvimos los dos a las 6 de la matina para ver descargar y subastar atunes de más de metro y medio. En una ciudad del tamaño de Tokyo (unos doce millones de personas sólo en el centro) y en cuya dieta el pescado es un elemento fundamental, ya os podéis imaginar el tamaño de la lonja. Todo un espectáculo. Además, la tendencia a la onomatopeya que suelen tener los japoneses hacen que las subastas sean todavía más curiosas y divertidas. Vale la pena el madrugón.

La salida de Tokyo fué un tanto accidentada. Primero porque tuvimos que convencer a un funcionario del metro que nos perdonara cien yenes (algo menos de un euro) del precio para así evitar tener que sacar dinero del cajero (por lo cuál nos cobran unos 4 euros de comisión). Y segundo por que no calculamos bien los tiempos y llegamos al aeropuerto un tanto in extremis.

Y así, como si nada, dejamos Tokyo y con ello Asia. Próximo destino: ese lugar que cuando, de niño, aprendes de su existencia, está tan lejos que te da la impresión de que es ya otro planeta: Oceania.

Fotos: http://picasaweb.google.com/guillermo.de.prada/Japon#

Un abrazo a todos,

Barbe y Prada

sábado, 25 de octubre de 2008

Bali y las Islas Gili

Cogíamos el avión hacía Bali teniendo las recomendaciones tanto de Calvillo como de Batlle, los cuales habían ido unas semanas antes. Evidentemente el plan de viaje no era ni mucho menos el mismo, pero ya era un inicio, ya que la mayoría de gente a la que habíamos preguntado, nos comentaron que no valía mucho la pena ir.
Después de 3 horitas de vuelo, nos platamos en el aeropuerto a la 1 de la madrugada, con la idea de ir a la playa de Kuta. Al intentar compartir taxi con más gente ( para seguir arañando algún dinerillo de todos lados), nos encontramos como habían 2 Alemanes ( con sus respectivas cervezas en la mano), que estaban esperando a unos amigos que venían en el mismo avión. Entre broma y broma acabámos compartiendo el taxi entre los 6 que, como podeis imaginar, junto con todas las mochilas, parecíamos sardinas enlatadas dentro del coche.
De camino al destino, nos comentaron que estaban en Bali estudiando ( vaya chollo), y que cada fin de semana había mucha fiesta, y que por supuesto nos uniéramos con ellos, ya que era sábado, y todo el mundo salía. Evidentemente no era nuestro plan inicial, ya que teníamos que buscar hostal a las tantas de la mañana, y además teníamos ganas de descansar. Así que decidimos usar el comodín de " vamos a buscar alojamiento y nos vemos luego por ahí", a lo que, ante nuestra sorpresa nos dijeron que no tenían más sitio en su piso porque alojaban a los dos amigos, pero que tenían otros compañeros que tenían una casa grande y que no había problema en que nos quedaramos ahi a pasar la noche, y que si nos los ganábamos, podíamos estar más días.
A pesar de estar un poco reacios, decidimos ver el percal antes de darles una respuesta, así que fuimos en dirección a la urbanización Mira Selva, y nada más entrar ya vimos que había algo extraño, ya que la primera visión fué un ciervo corriendo por el jardín. Ante nuestro asombro nuestro nuevo amigo Irakí-aleman nos señaló con el dedo un recinto cerrado donde tenían también un cocodrilo.
Al entrar en la casa y dejar las cosas en un salón de la planta de arriba en la que tenían un colchón inflable estirado en el suelo, nos miramos el uno a otro, y nos dijimos: " vaya historia para el blog". Evidentemente por seguridad, y ante la posibilidad de que estos individuos se pagaran su estancia en Bali a costa de turistas confiados ( o primos según se mire) como nosotros, nos llevamos todo el dinero, así como el pasaporte.
Decidimos irnos de fiesta con nuestros nuevos amigos, y al salir de la casa, nos dijeron que no había problema con la hora de llegada, ya que la puerta siempre estaba abierta. Ante nuestras caras de sorpresa delante de este hecho tan poco habitual, llegaron las consiguientes explicaciones, y de verdad que no fueron las que esperábamos.
Nos dijeron que la puerta estaba siempre abierta, que dejaban todo los objetos de valor a la vista sin problemas, porque era una urbanización a la que nadie se atrevía a entrar para robar. Y el motivo era, que el propietario del terreno y de las casas era el capo de la droga de la zona, que vivía en la casa contigua. Así que allí estábamos nosotros, recién llegados a Bali, con nuestras cosas en casa de unos estudiantes que tenían alquilada la casa a un narcotraficante.
La noche no dió para mucho más, y nos retiramos pronto a dormir, con la sensación de que aquel sitio estaba plagado de gente occidental con ganas de mucha fiesta, pero que no dejaba de ser el Benidorm de Bali. Dormimos en nuestro colchón inflable ( por cierto, super incómodo), y al mediodía decidimos ir a buscar un hostal, ya que era demasiado abusivo estar más tiempo ahí.
Después de encontrar alojamiento, fuimos ha hacer lo más popular de la isla y por lo que es tan popular; el surf. Para ello, utilizamos de nuevo la hospitalidad de nuestros amigos, que nos habían dicho que podíamos usar sus tablas, así que volvimos a Mira Selva en busca de ellas.
Al entrar en el agua, ya nos dimos cuenta de que las olas eran de un tamaño más grande a lo normal, pero como no podía ser menos, los dos españolitos tenían que meterse en el meollo, sin tener ninguna experiencia anterior. Con todo ello, y en la zona donde rompían las olas, nos fué imposible coger ninguna, y lo que si que hacían eran caernos encima una y otra vez. Con tanto revolcón, tragada de agua, y de nuevo revolcón, nos dimos cuenta de que para llegar a C, casi siempre hay que pasar por B. Así que nos fuimos a donde nos tocaba, a la orillita, con la espumita, y intentando con más o menos éxito levantarse encima de la tabla.
Mientras Prada lo seguió intentando toda la tarde, Barbe, con el estómago aún lleno de agua de mar, decidió ver los toros des de la barrera. El día siguiente lo pasamos en la playa, Prada con el surf, y Barbe sin más ganas de tragar agua.

Nuestro siguiente destino era, después de la recomendación de Batlle, las Gili, un conjunto de 3 islas, situado muy cerca de Lombok, la isla contigua a Bali. Así, empezaba nuestra travesía en busca de más aguas cristalinas. Después de coger un mini-bus a las 6 de la mañana, que nos llevaran a un puerto, que esperáramos a un Ferry que tardaría 5 horas en llegar a la otra isla, otro mini-bus para acercarnos y finalmente una barquita típica de pescadores, llegamos a Gili Trawangan cerca de las 7 de la tarde ( seguro que tu fuiste en avión eh Batlle). 13 horas de trayecto, pero que nada más llegar vimos que habían valido la pena. La isla era la más grande de la 3, y para que os hagais una idea, todo el perímetro se hacía en 35 minutos corriendo, nada.
Después de instalarnos en un hostal a apenas 50 metros del agua ( no es dificil, todos lo estan) y de pegarnos nuestro primer baño, fuimos en busca de algún lugar para cenar. Como nos suele pasar siempre, cuando decidimos uno que esté bien calidad-cantidad-precio, nos convertimos en sus mejores clientes durante nuestra estancia. Si, lo sabemos, somos así de originales. Esta vez, la elección fué perfecta, ya que después de tiempo ibamos a comer realmente sano. Nos decidimos por un restaurante que ofrecía buffet libre de ensalada si pedías carne o pescado a la barbacoa. La verdad es que nosotros estábamos interesados sólo en la ensalada, ya que era completísima y además la acompañaban de unas salsas, que para nuestro paladar habían dejado de existir; así que pedimos alternativamante pinchito de carne y de atún durante los 4 días ( evidentemente era lo más económico), y nos poníamos ciegos de ensalada ( ya sabes Jacobo....value for money). Como aún y así se nos iba bastante de presupuesto, la alternativa fué desayunar tarde y cenar pronto, así evitábamos la comida. Fué perfecto y no pasábamos nada de hambre, aunque a partir de las 6 de la tarde ya deseábamos que llegaran las 8, como el niño que está en clase esperando que suene la campana para ir al patio corriendo.
Los días en la isla fueron de los más estresantes de nuestras vidas, nos levantábamos cuando el despertador interno marcaba, ibámos directamente a la playa con la toalla, las gafas de bucear y el tubo, y nos dedicábamos todo el día a hacer snorkelling en unas aguas de color turquesa, donde a apenas 5 metros de la orilla podías encontrar una vida submarina increíble. Sólo existía un pequeño problema, y esque había una corriente fuerte que no se podía salvar nadando, y que te llevaba en perpendicular a la playa. Así que como si de un parque acuático se tratara, nos metíamos en el agua, nos dejábamos llevar por la corriente, sin necesidad ni si quiera de nadar, y veíamos pasar a nuestros pies miles y miles de peces de todos los colores y tamaños. Cuando llegábas al final de la playa, salías, te dabas un paseito por la orilla viendo el paisaje y te volvías a meter en el punto que querías para repetir de nuevo la operación.
Otro método que utilizamos, era el de quedarse cogido a la cuerda de algún barco anclado, mientras el agua intentaba sin éxito llevarnos hacia abajo. Poco a poco fuimos depurando la técnica y ya bajábamos por la cuerda para ver el fondo con más claridad. A destacar las tortugas gigantes de aproximadamente un metro con las que nadamos y jugamos en un par de ocasiones ( vimos un total de 5), el pez gatillo que le pegó un muerdo a Prada ( y es que ya le avisaron en el curso que no te puedes meter en su territorio), y el tiburón que encontró Barbe en una cueva submarina en la inmersión que hizo. Como os hemos dicho antes, demasiado estrés para el cuerpo.
Por la noche intentamos encontrar algún sitio para tomar algo, pero la gente estaba toda en plan relax, y a partir de la 1 quedaba poca gente en los bares. Tampoco fué mal, porque tirarse todo el día en el agua arriba y abajo, mira que pez, me hundo para verlo mejor, llego arriba casi sin aire, vuelvo a hundirme a ver si llego al fondo y así continuamente....puede con cualquiera, y las noches, como buenos niños, a dormir prontito.
Como todo en esta vida tiene un final, y más si es bueno, los días pasaron volando, y a la hora de marcharnos, nos quedó la sensación de que podríamos haber estado una semana más con nuestro plan. Siempre nos queda el consuelo de que tenemos muchos años por delante para repetir los mejores destinos, y este, probablemente será uno de ellos, aunque eso si, y sin desmerecer la compañía del uno con el otro, la próxima vez lo haremos con pareja.
Para terminar nuestra estancia en Bali, otras 13 o 14 horas de medios de transporte para llegar al aeropuerto, a destacar el trayecto en Ferry, tirados ( literalmente) en la cubierta con un sol de justicia y otras 4 horitas en la terminal. Poníamos punto final a Indonesia y cogíamos un avión con otras 430 personas con destino a nuestra última parada asiática.

Fotos:
http://picasaweb.google.com/guillermo.de.prada/BaliYLasIslasGili#

sábado, 18 de octubre de 2008

Cambio de tercio

El pasado dia 6 se cumplieron cuatro meses desde que dejáramos nuestra añorada Barcelona, si bien nos parece que ha pasado una eternidad desde que familia y amigos nos despidieron en el Prat un 6 de junio que hoy recordamos como remoto. Ya es un tercio del camino lo recorrido y, aunque (si la suerte sigue acompañándonos) todavía tenemos ocho suculentos meses de andadura por delante, cada día que pasa difumina nuestro recuerdo de aquél 6 de Junio y hace que veamos el final de esta aventura un poco más cerca.

Con este motivo, nos gustaría dedicar esta entrada a compartir nuestras impresiones sobre lo hasta ahora vivido, con todos aquéllos que hayan seguido este humilde blog en algún momento durante este primer tercio de nuestro viaje.

¿Por dónde empezamos? Vamos primero a por lo fácil: los países visitados. Rusia, Mongolia, China, Vietnam, Camboya, Laos, Tailandia, Malasia, Singapur e Indonesia. STOP. Nota al pié: Pedimos disculpas de antemano a todos los habitantes de aquéllos paises que hayamos visitado hasta la fecha por lo que podamos escribir a continuación. Nuestra dinámica de viaje (y esto sigue siendo parte de la nota al pie) nos ha hecho visitar muchos paises en un espacio de tiempo relativamente corto, lo cuál básicamente deriva en que no duramos, por lo general, más de dos o tres semanas en cada país. Es evidente que lo que se puede llegar a conocer de según que paises en ese tiempo es minúsculo, y que para conocer mínimamente algunos de ellos (véase China) se necesitarian al menos los doce meses que este viaje pretende abarcar. Por ello, algunas de las opiniones de podamos compartir a continuación pueden no ser relamente representativas de los países en cuestión sino tansólo de aquellas partes que, para bien o para mal, hayamos visitado. Dicho esto, sigamos...

Rusia fué, especialmente Moscú, muy bonito aunque es uno de losl paises que, de los que hemos visto hasta hoy, menos nos ha aportado por ser el más parecido al nuestro. Aún así, fué un buen destino de transición entre nuestra España natal y la Asia más profunda. Rusia es uno de esos paises que nos encantó ver pero que se devaluó en cuanto pisamos nuestro siguiente destino, algo que nos ha pasado en otras ocasiones. El transiberiano fué una experiencia única aunque muy distinta de la que esperábamos. Pasar cuatro dias seguidos sin salir de un bagon de dos por dos metros recorriendo Rusia fué una experiencia que siempre recordaremos como algo especial pero que seguramente no repetiríamos. Visto en perspectiva, lo agradecemos como gran terapia de choque contra las horas y horas de autobús que más adelante hariamos en Asia.

Mongolia fué la primera gran sorpresa de este viaje y el primer gran fallo. Sorpresa porque no esperábamos encontrarnos con los paisajes increíbles de los parques mongoles y fallo porque sólo estuvimos tres dias por tener los billetes de tren hacia China comprados de antemano. Primera gran lección: hay que dejar más espacio para la improvisación.
Pekín fué nuestro primer contacto con el curioso submundo que es China, así como el primer lugar donde dedicamos unos días a descansar, después de haber recorrido 8,000 km en tren. La ciudad nos sorprendió por su modernidad y su gente por la amabilidad que muestran en todo momento. Además de Pekín, de China nos gustó Hong Kong, donde lo mejor fué encontrarnos con Mr. Albert Calvillo y conocer a sus amistades. Guangzhou nos demostró que en Europa somos cuatro gatos y que en China cualquier ciudad mediana tiene tantos habitantes como media España.

De China al sudeste asiático, que seguramente ha sido lo más divertido hasta la fecha. Vietnam fué especial por ser el nexo de unión con los que han sido nuestros compañeros de viaje durante los últimos casi tres meses y por tener algunos tramos muy bonitos, aunque una vez vistos Camboya y Laos, Vietnam queda en el recuerdo en segundo plano. ¿Quizá porque pecamos de avaros y quisimos hacer vida de playa en un país del que la playa es el menor de sus activos? Puede ser, pero la realidad es que recordaremos Vietnam como algo mediocre comparado con sus vecinos. Laos y Camboya fueron otra gran sorpresa. Quizás también porque eran dos de los paises sobre los que menos conociamos y por ello las expectativas eran menores. Lo paradójico es que, tanto viajando como en otros ámbitos, suele darte más aquél de quien menos esperas recibir. Camboya por sus espectaculares templos, por su naturaleza, por la curiosidad de ver a gentes que viven literalmente en cabañas. Laos por sus paisajes, sus monjes, sus mercadillos ambulantes, y por bajar el Mekong en donut parando en los bares en su orilla. Tailandia fué lo más divertido. Porque combina playas espectaculares con calidad de vida occidental y un ambiente festivo de mucho cuidado (véase la Full Moon Party).

Malasia es seguramente la gran perdedora de nuestro paso por el sureste asiático. Todo sea dicho, sólo vimos Kuala Lumpur, su capital, pero el país en sí nos dejo un sabor de boca un tanto amargo. No nos pareció que Kuala Lumpur puediera ofrecer (dejando de lado sus torres Petronas de 451 metros de altura) que no hubieramos visto ya en otras ciudades asiáticas. Singapur no nos sorprendió como destino turístico pero sí nos cautivó como posible destino en el que llevar una vida europea a orillas del pacífico. De Indonesia hemos visto poco (sobretodo teniendo en cuenta su tamaño) pero lo que hemos visto nos ha cautivado. Paraiso del surf y del buceo, es una Tailandia un tanto menos desarrollada, con olas más grandes y muchos menos turistas, lo que la hace de él un país todavía más exótico (sobre Indonesia escribiremos en la próxima entrada).

En resumen, si lo que se busca es un viaje de naturaleza y conocer otros modos de vida, Camboya y Laos son el destino. Si lo que prima es la diversión, la vida nocturna y los paraisos bajo agua, Tailandia o Indonesia son el país. Si lo que se quiere es cambiar de aires y mudarse a un pais asiático, Singapur, Hong Kong e incluso Pekín (con un poco más de esfuerzo en cuanto al idioma) son tres grandes opciones Y si lo que alguien pretende es vivir una experiencia como ninguna otra, entonces el transiberiano es su tren. (Y si alguien le gustan las emociones fuertes y lo que quiere es ser extorsionado por la policía rusa, el camino más rápido es comprarse un billete a Moscú....)

No sería una cuestión fácil, pero si tuvieramos que decidir un sitio al que volver, seguramente serían las Islas Gili en Indonesia y las islas tailandesas. Eso, porque somos unos enamorados del mar. Y día cada día que pasa, más. Si no lo fuéramos, seguramente escogeríamos Laos o Camboya.

Si, al contrario, tuviéramos que volver a todos los destinos menos a uno, es bastante probable que Rusia (lo sentimos Sr. Medvedev) o Vietnam se quedasen fuera.

A ver, sigamos. Sobre algunas de las preocupaciones que teníamos antes de salir de casa. La maleta, por ejemplo. Aquí sí que no hay nada que discutir. Simplemente, nos hemos pasado de ropa. Aunque es cierto que todavía nos quedan casi ocho meses y que el clima puede variar algo, sin jerseys y con un sólo tejano hubiéramos sobrevivido sin problemas. El cuántos llevamos nos lo reservamos. De los tres pares de zapatillas que llevamos, con dos (unas para correr y otras para salir) bastábamos. Del botiquin, nos sobra todo excepto el Augmentine para las infecciones de oído, el Ibuprofeno porque nunca se sabe cuando te puede doler una muela o los mismos oídos y el Fortasec por lo que es evidente (aunque es prescindible si se tiene acceso fácil a un buen plato de arroz). El ordenador pesa pero es fundamental para ir escribiendo las entradas del blog en momentos de lluvia, como el de ahora mismo, o en noches de insomnio, como la de ayer. Ah, y para los escépticos que se reían de Prada: la guitarra, imprescindible al cien por cien. Y el trípode, aunque no nos moriríamos sin él, nos ha permitido hacer fotos nocturnas (véase Hong Kong, las Petronas o la Plaza Roja) que nunca hubiéramos podido hacer de otra forma. Conclusión: estamos cargando cinco kilos de más porque sí, lo cuál era previsible. Pero nos están haciendo más hombres...

Venga, siguiente. La comida. Sin grandes problemas. A pesar de que hemos tenido un par de "indisposiciones" por barba, creemos haber superado con nota el examen asiático, sin duda el tramo gastronómicamente más complicado del viaje. Dietas a base de fideos fritos con vegetales y carne, pollo, o atún, lo mismo pero en arroz, y las hamburguesas con queso han sido los permanentes inqulinos de nuestros estómagos durante casi cuatro meses. Bastante fruta (unos más que otros), algunos currys (Giorgio, David: ni en Malasia lo hacen como el Grossman) y infinitos batidos de plátano y coco han puesto el resto. Es verdad, monótono. Pero barato. Pensad que nos hemos alimentado por una media de unos 5 euros al día.

Sobre el presupuesto, no podemos decir gran cosa porque no nos hemos puesto a hacer cuentas seriamente. Es que no tenemos tiempo ;). A groso modo, en Rusia estuvimos muy fuera de presupuesto aún habiéndonos marchado sin pagar el hostal. En China pecamos de novatos y acabamos hospedándonos en un hostal que estaba por encima de nuestras posibilidades, así que creemos que nos gastamos gastamos algo más de lo que tocaba. En Vietnam, Laos y Camboya gastamos bastante menos de lo presupuestado, seguramente un 70 u 80 por ciento, aunque ya contábamos con ello para compensar los precios de Rusia, Australia, Nueva Zelanda y Estados Unidos. En Tailandia estuvimos ligéramente por debajo del presupuesto porque se nos fué la mano con las inmersiones y los cursos de submarinismo, y además porque cogimos un avión que tuvimos que pagar aparte. En Malasia gastamos muy poco y en Singapur nos gastamos demasiado en comidas y salidas, aunque tuvimos alojamiento con piscina por la patilla. Creemos que, globalmente, estamos un poco por debajo de lo presupuestado en su día, lo cuál no nos pone las cosas fáciles porque los dos tercios de viaje venideros van a ser sustancialmente más caros que el primero. Qué se le va a hacer...habrá que comer mucha fruta, poca carne, compartir cama y, a las malas, tocar la guitarra por las calles.

Y luego está la convivencia...uy, la convivencia. Vivir veinticuatro horas al dia juntos durante ahora ya más de 130 días no es moco de pavo. Si a eso lo añadimos que tenemos que tomar decisiones cada dos por tres, la cosa se complica aún más. De acuerdo que no son decisiones de estado, pero el cuándo llegar, qué ver, qué no o cuándo irnos, son decisiones que hay que tomar y, siendo dos, el consenso es lo único que vale. Y, para qué nos vamos a engañar, aquí los mendas somos bastante cabezotas y cada uno quiere siempre salirse con la suya. Y ahí empiezan los roces, que ádemás de previsibles, no dejan de ser roces del día a día como los que tiene cualquier matrimonio. Y es que lo nuestro es, valga el símil, como un matrimonio sin sexo, lo que lo hace todavía más difícil...Bien seguro que el dia que nos llegue la hora de vivir en pareja estos meses de convivencia valdrán su peso en oro.

Piques puntuales a parte, la realidad es que hasta la fecha hemos sobrevivido decentemente el uno con el otro. El hecho de haber viajado acompañados casi tres de los cuatro meses de recorrido ha ayudado bastante. Si no, puede que ya estuviérmos de vuelta en Barcelona con un ojo morado cada uno. De hecho, viajar con más gente durante cierto tiempo es lo más divertido y seguramente lo mejor para preservar la salud mental. Y decimos cierto tiempo porque la experiencia demuestra que viajar con exáctamente la misma gente durante más de dos o tres meses crea más enemigos que amigos.

Para la tranquilidad de nuestros padres, vamos a viajar también acompañados durante los próximos dos meses, así que la continuidad de este peculiar matrimonio está bastante garantizada hasta que crucemos el ecuador de nuestro periplo por el mundo.

Si nos preguntáis que ha sido lo mejor y lo peor, ahí lo tenéis:

Lo mejor: Conocer Asia. Pablo. Xavi. Javi. Cris. Jabobo. Decir gracias en chino. Bañarse entre peces. El surf. Las inmersiones. Recorrer la Gran Muralla. Las cascadas. Un chapuzón en un cráter volcánico. Las llamadas a casa. Khao San Road. Los batidos de plátano y coco. Las excursiones en moto. La playa. Los paseos en bici. Revivir la guerra de Vietnam. Las Petronas. La hospitalidad de Huy. Su piscina. Ver a España la Eurocopa. Y a Rafa Nadal Wimbledon. Este blog y los comentarios que nos dejan (que aunque no son muchos, los apreciamos como no os imagináis...).

Lo peor: Los autobuses. Hacer la maleta. Deshacerla. Los autobuses. Las cucarachas. Las despedidas. La lluvia. El "ya no nos queda Fortasec". Las peleas. Los autobuses. Y poca cosa más.

Pues sí, esto han sido los primeros cuatro meses de odisea. Seguramente cambiaríamos cosas si pudiéramos volver atrás en el tiempo. Pero como no podemos, que nos quiten lo bailao.

Disculpas por el rollazo, se nos ha ido de las manos. Desde aquí nos comprometemos a invitar a una cerveza a todo aquél que haya conseguido leer toda esta parrafada de una sola vez. Y si le haya parecido interesante, entonces está invitado a una cena a nuestra costa.

Un abrazo.

Barbe y Prada

viernes, 10 de octubre de 2008

Malasia y Singapur

En Koh Tao nos despedimos de Xavi y Jacobo y con ello cerramos una gran etapa en nuestro viaje. Ya hace casi tres meses desde que nos encontráramos por completa casualidad y, aunque al principio ninguno de nosotros estaba muy seguro de que nuestra convivencia fuera a funcionar, si lo hizo. Javi, Cris, Jacobo, Pablo y Xavi: ha sido un auténtico placer y un privilegio viajar con vosotros.

Así pues, muy a nuestro pesar pero con la obligación de cumplir nuestro plan inicial, dejamos Koh Tao en un ferrry nocturno que se balanceaba más que un columpio pero que no hubiéramos cambiado por ningún autobús. A las 5 de la mañana nos despertamos en el puerto de Surattani, en Tailandia, donde cogimos un minibus que pensábamos nos llevaria hasta Kuala Lumpur.

Sin embargo, el minibus nos dejó en un pueblucho malasio del que no conocemos ni siquiera el nombre. Allí, para nuestra sorpresa, tuvimos que esperar seis horas (¡seis!) bajo un calor abrasador. Por suerte, hace ya muchos años que los americanos decidieron exportar su Kentucky Fried Chicken a todos los rincones del planeta, y así nosotros pudimos pasar la mayoría de las horas de espera en uno de los pocos oasis de aire acondicionado que habían en tan recóndito pueblo. Finalmente, cogimos el autobús sobre las 10 de la noche con más sorpresas: ¡¡Qué autobús!! Sabemos lo que estáis pensando: "una mierda de autobús no es sorpresa a estas alturas...". Cierto. Y es que la sorpresa fue otra. Como un regalo del cielo, pasamos todo el trayecto hasta Kuala Lumpur tumbados en los superasientos superreclinables de un superautobús. Dormimos como bebés. La verdad es que Dios fué justo porque después de la cantidad de kilómetros que hemos recorrido en autobuses-patera nos merecíamos algo así. Gracias Señor.

A las 4 de la mañana conductor nos despertó de nuestro eterno sueño cual príncipe a su bella durmiente. Habíamos llegado a Kuala Lumpur. Otra vez mochilas a la espalda y a buscar hostal. Después de ser asaltados por los "relaciones públicas" de los diferentes hostales, nos instalamos en uno en China Town, de una calidad tal, que la primera mañana se nos partió una de las camas y tuvimos que cambiar de habitación. Kuala Lumpur algo más caro que Tailandia así que en esta ocasión tuvimos que volver a decantarnos por una habitación con lavabo compartido con el resto de la planta. El lado positivo es que, sin lavabo dentro, es más improbable que las cucarachas intenten colarse en tu equipaje...

Ya bien dormidos y comidos, nos tiramos a la calle en busca de la atracción turística número uno de Malasia: las torres Petronas. Estos edificios gemelos de 451 metros que un dia fueran los edificios más altos del mundo (y que hoy han quedado relegados al segundo puesto en beneficio de un edificio taiwanes) son seguramente los más espectaculares que hemos visto y, para qué engañarnos, que veremos en este viaje. Sobretodo de noche, tienen una planta imponente (veánse las fotos). Lo único que reprocharles es que no se puede subir hasta arriba del todo sino solamente hasta un puente que los dos edificios a unos 180 metros del suelo. Tarjeta amarilla para los dueños del edificio. Debajo de las inmensas torres se esconde un no menos inmenso centro comercial donde uno no deja de sorprenderse de los límites a los que ha llegado la globalización: Zara y Mango en Kuala Lumpur.

Entre las torres y China Town (donde dormimos) se encuentra, para reafirmar que Kuala Lumpur es una ciudad de altura, una torre de comunicaciones de 410 metros aunque no subimos porque costaba dinero...seguimos muy pero que muy rácanos, no lo vamos a ocultar. También de camino a casa nos dejamos perder por las calles de Little India, donde nos vimos metidos, por sorpresa, en una manifestación por los derechos de los indús en Malasia. Tan metidos estuvimos, que nos grabaron las cámaras de televisión. Es que estamos tan morenos que se nos confunde con indús (sombretodo a quién escribe estas lineas, de pelo rojo).

Vistas las torres, subido al puente que las une, hecho ver que comprábamos en el inmenso centro comercial, dormido en China Town, recorrido Little India, visitado el Mandarin Oriental (Calvillo, tú ya nos entiendes)...¿qué hacemos? Pues lo que hacemos siempre cuando se nos acaban las atracciones turísticas y para lo cual ya hemos encuñado un nuevo término: callejear. Sin rumbo. Sin destino. Sin objetivo alguno más que el de sentirnos parte de la ciuidad.

Lo primero que uno descubre "callejeando" por Kuala Lumpur es que, a diferencia de el resto de grandes ciudades asíáticas, su población es mayoritariamente musulmana. De hecho, no hace falta "callejear" demasiado para percatarse. Los cánticos islámicos que se pueden escuchar cada ciertas horas (incluidas las de madrugada) son pista suficiente. Es lo que tiene visitar una ciudad musulmana en pleno Ramadán.

Y lo segundo en ser descubierto es que Kuala Lumpur tiene poco más que ofrecer. Será porque ya hemos visitado ciudades como Bangkok, será porque llegamos a Malasia un tanto cansados o será porque añorábamos las aguas cristalinas de Koh Tao. Puede ser, pero la cuestión es que nos pasamos los dos últimos días un tanto aburridos. Tanto, que Prada incluso se fue solo al cine ante la negativa de Barbe a ver una película en inglés no subtitulada (por cierto, gran película: Rumulus, my father. Ni idea del título en castellano).

Y así, tras tres dias de visitas a torres gigantes, increíbles centros comerciales e intenso callejeo, y otros dos de aburrimiento profundo nos encaminamos hacia Singapur.

Tras un viaje de siete horas sin más novedad que la de que nos volviera a tocar un autobús de lujo (Señor, déjalo ya porque vamos a acabar acostumbrándonos...) nos plantamos en Singapur. Desde la estación de autobuses, teníamos indicaciones exactas de como llegar a casa de quien haría de anfitriona durante los siguientes cuatro días: Huy. Huy (se pronuncia joi) es la novia australiana de Don Albert Calvillo, a la que conocimos en Hong Kong y que amablemente se ofreció para acojernos en su piso durante nuestra estancia en la ciudad más al sur de la península de indochina. Nosotros, que cedemos fácilmente ante la amabilidad y que no rechazamos nada que nos pueda ahorrar una perras, accedimos encantados.

Sobre las 7 de la tarde llegamos al humilde piso de Huy, muy céntrico, con piscina casi olímpica, gimnasio y parking. Y si ya casi nos saltan las lágrimas al ver la piscina, Huy nos hizo llorar a moco tendido cuando nos recibió entre surtidos de embutido, berberechos y pan con tomate...Diez puntos para Huy. Todo sea dicho, aunque preparado por una australiana, el pan con tomate y el embutido sabía muy català (esta vez diez puntos para Calvillo por la clase pà amb tomàquet). Los berberechos...bueno, eran...dejémoslo en que en Singapur los berberechos no son la especialidad.

Como buena ejecutiva de marketing que es, Huy supo vendernos la ciudad como nadie. Desplegando todo su arsenal de técnicas de venta, nos conquistó a base de marisco, dim sum (tapas chinas) y vasos de vino australiano. Profesional, muy profesional.

Durante los cuatro dias siguientes a nuestra llegada, fuimos guiados por toda la ciudad. El fin de semana anterior a nuestra llegada se había disputado el GP de Fórmula 1 en Singapur, así que pudimos ver gran parte del circuito urbano, que seguía sin desmontar. Incluso vimos las marcas que Nelson Piquet dejó al estamparse contra las vallas durante la carrera (ver foto). También recorrimos las calles de Little India, del barrio árabe, por supuesto de China Town (y ya es la cuarta que vemos además de la China real, prou ja!). Cenas en Clarke Quay (epicéntro de la vida nocturna), copas en el Raffles Hotel (el más famoso de la ciudad), paseos por los jardines botánicos y baños en la piscina fueron la guinda a ese oasis de cuatro días a todo lujo que vivimos en Singapur.

Todo sea dicho. Como destino turístico, Singapur puede no ser tan interesante como otras ciudades asiáticas como podrían ser Pekín o Bangkok, ya que el ambiente, si bien la gente es fundamentalmente de origen chino, es más bien occidental. Que no se nos mal interprete. En Singapur se pueden hacer mil cosas y te lo pasas en grande (especialmente si se tiene una anfitriona como la que tuvimos nosotros), pero no tiene ese tipo de atracciones turísticas que no se pueden ver en otras partes del mundo. Para que nos entendamos, le falta una Torre Eiffel, una Gran Muralla o un Khao San Road para otorgarle un atractivo turístico especial.

Sin embrago, si que es muy interesante observar la vida que puede llevarse en Singapur. Ambiente totalmente occidentalizado, precios más que razonables (es seguramente lo más asiático de la ciudad), edificios gigantes, lo que significa trabajo para todos, combinados con multitud de espacios verdes, sin caos, y las islas tailandesas, malasias e indonesas a tiro de piedra (y por dos duros) para un fin de semana de desintoxicación laboral de vez en cuando. Gran calidad de vida la de Singapur. Ahí queda dicho para quién tenga en mente un cambio de aires.

Tras una despedida muy triste aunque sabrosa (con más embutidos y pan con tomate), nos encaminamos hacia el aeropuerto, donde cogeríamos un avión hacia Bali, Indonesia, sobre la que escribiremos a su debido tiempo...

To Huy: Even though this blog is normally written in Spanish, we can not finish this post without spending a few words on thanking you for the nice stay we had with you at your place. Thank you for taking care of us even on the days you had to work, for taking us everywhere, and for the "pamtumca", which certainly made us feel like home. As spoken, we owe you and Calvs a dinner wherever we meet again, whenever that may happen. Hopefully soon. Thanks very much for everything. Enjoy the wine and take care.

Y al resto, esperamos nos disculpéis por la inmensa parrafada (acorde con el tamaño de las Petronas), pero es que cada dia disfrutamos más escribiendo en este blog.

Las fotos ya están disponibles aquí:

http://picasaweb.google.com/guillermo.de.prada/MalasiaYSingapur#

Un abrazo,

Barbe y Prada

domingo, 5 de octubre de 2008

Tailandia (2): Koh Phangan y Koh Tao

Después de nuestra estancia un tanto problemática en Phi Phi ( clima y enfermedades), nos dirigimos a las islas de la costa este de Thailandia en busca de la Full Moon Party. Desde aquéllos primeros días en Vietnam en los que dejamos de viajar sólos, se había marcado el 14 de Septiembre como día clave para estar en la isla de Kho Phan Ngan. Y allí estábamos, los 4 supervivientes del grupo, después de la última baja de Pablo por problemas médicos y universitarios, viajando en un ferry nocturno hacía nuestro siguiente destino.
Para poder aclimatarnos bien al terreno y a las costumbres locales, decidimos adelantar nuestra llegada 5 días, y así tener tiempo también de calentar motores. La idea inicial, era alquilar motos durante el día para ver toda la isla y por la noche ir a la playa a escuchar música y . tomar algo. Evidentemente, como toda idea inicial, no la cumplimos, y evidentemente también, no sacrificamos la vida nocturna, así que dejamos lo de las motos para otra ocasión. La rutina era salir por la noche hasta que el cuerpo aguantara, dormir hasta tarde y bajar a la playa para aprovechar los últimos rayos de sol. Esto que parece tan simple, no lo era tanto, ya que con nuestro plan de presupuesto limitado, y dado que para esas fechas todos los hostales estan a unos precios desorbitados, tuvimos que optar por ir a los últimos bungalows de la zona, situados en lo alto de una colina en un extremo de la playa. O lo que es lo mismo, 20 minutos de camino de tierra llenos de repechos para llegar a la playa, los comercios, internet, etc etc.....Eso sí, las vistas eran increíbles, el servicio excelente y además tuvimos mascotas durante la semana ( un perrito rebautizado con el nombre de omellete, y en el bungalow de Prada y Barbe, apareció un dragon de más de un palmo).
Durante las primeras noches tuvimos tiempo de encontrárnos con muchísima gente conocida, con las que habíamos estado previamente en algún punto de Camboya o Laos, así como también de ampliar nuestro circulo de amistades. Ahi quedan esos mallorquines, las rapitenques ( Eva y Vane) y tantos otros. A destacar que más de la mitad de la gente era de Israel, y después de indagar, aún no nos quedo claro el porque de esa invasión, aunque no nos importó demasiado ya que los chicos parecían buena gente, y las chicas no son como nos las imaginábamos ( incluso encontramos a la hermana de Prada entre ellas).
Después de unas primeras noches ligths, llegó la hora de la Pool Party, que se celebra dos días antes de la Full Moon, y como indica su nombre, es una fiesta que se hace en un resort a pie de playa en el que la gente utiliza la piscina para sobrellevar mejor el calor de la noche. Así, entre bañito y bañito, pasan las horas y no te das ni cuenta, y ejemplo de ello, es que acabámos los 4 volviendo por su cuenta y a diferentes horas.....es lo que tiene conocer a más gente.
Al día siguiente, y después de nuestra sesión de sol de 6 de la tarde, nos pusimos en marcha para afrontar la pre-full moon party, donde nos habían dicho que ya se notaba más el ambiente, y no se equivocaron, al llegar a la playa había más de el doble de gente que las noches previas, y los locales ofrecían sus mejores espectáculos de fuego y ponían sus altavoces a todo volumen para atraer a la gente. La noche superó todas las expectativas, y entre "hemos perdido a barbe, vamos al panel a buscarlo", " escucha la música tio" o " me queda aún hasta las 7", nos pasó la noche volando, riendo, perdiéndonos, encontrándonos, volviendonos a reir......en definitiva, espectacular.
Al día después, ya 14 de Septiembre, nos encontrábamos en nuestra sesión de sol de tarde, comentando la jugada y esperando que se hiciera oscuro para la NOCHE. La rutina fué la de siempre, ducha, cena y a la playa. Al llegar ya nos dimos cuenta de que algo era diferente. Donde las noches anteriores había 1 puesto de buckets ahora habían 5, habían montados espectáculos por toda la playa, cada metro de arena estaba ocupado y parecía imposible poder encontrar a nadie entre la multitud. Así que marcamos un punto de encuentro para cuando nos separáramos. Lo cierto esque la fiesta no pintaba demasiado bien, primero por la aglomeración de gente, y segundo porque veíamos difícil superar a la noche anterior.
Poco a poco la cosa se fué animando, y poco a poco volvimos a tener momentos irrepetibles, que si pinturas, que si complementos, que si ahora vamos para aquí, y ahora para allá, que ahora Barbe se va con las rapitenques, Prada a conseguido un nuevo juguetito, Jaccobo un monito, y Xavi dándole al Bucket. Total, se nos hizo de día muy rápido, y no fué inconveniente para seguir la fiesta un rato más, hasta que los cuerpos se declararon en huelga....eso sí, antes de la subidita al hostal, un buen snitchel para recuperar fuerzas nos vino de muerte.
El día siguiente lo pasamos rememorando la noche, viendo las fotos, borrando muchas y sabiendo que si la pre fué buena, la Full fué IRREPETIBLE. Nos despedíamos de Kho Phan Nhgan sabiendo que no nos habíamos movido de una playa, pero sabiendo también que había sido una de las mejores semanas del viaje.

De Kho Phan Ngan, pusimos rumbo a Kho Tao, otra isla, esta vez más pequeñita, conocida mundialmente por sus centros de buceo. Inicialmente ibámos a estar 3 o 4 días para que Barbe estrenara su libro de buceo en el viaje, y la idea era ver otra isla más, pero nos gustó tanto el sitio que pronto decidimos estar ahí el resto de los días de Thailandia. Así pues, Prada aprovechó para sacarse el título de buceador ( PADI), ya que era una gran oportunidad por el precio y por el sitio donde hacías las inmersiones.
Los primeros días en la isla, estuvieron marcados por el curso y por las inmersiones de Prada y Barbe, mientras que Jacobo y Xavi aprovechaban un poco más la noche y la playita de día. En uno de los días de inmersión, Barbe tuvo la suerte de ver y poderse bañar 30 minutos con un tiburón ballena de 5 metros, una experiencia increíble, aunque costó lo suyo, porqué aquí el inteligente se olvidó de sacarse el cinturón de plomos con la emoción del momento.
Una vez terminado el tema buceo, nos dedicamos los 4 a explorar la isla en motos, y digo explorar porque habían unas montañas considerables para llegar a las mejores calas, y como es de suponer, la gran mayoría eran de arena. Lo que hacía la gente normal era alquilar motos de montaña o quads para hacerlo, pero costaban 5 veces más. Así que con dos motillos nos metimos por todos los rincones, patinazo por aquí, vigila la piedra por allá, en esta subida hay que bajarse uno porque no tira, ojo la bajada que los frenos no van muy bien, este ruido no es normal, etc etc.
Aunque en el momento sufres, fué bastante divertido, y pudimos bañarnos en las mejores playas, rodeados de peces por todos lados ( incluso vimos un tiburón de 1,5 metros, aunque su paso fué fugaz), barreras de coral enormes, piedras para poder practicar nuestros mortales, puestas de sol super bonitas, y todo esto poniéndonos morenos.
Las tardes las pasábamos en el Brother ( pub inglés), donde nos tomábamos algo y aprovechábamos el wi-fi gratis que ofrecían, para luego ir a cenar al mismo sitio de siempre, un bar local donde hacían una comida buenísima a un precio muy muy razonable. La vida nocturna estaba limitada a un solo local ( Lotus ) que además cerraba a las 2. Entre eso y la poca gente que había, nos obligaba a irnos pronto a dormir y aprovechar realmente lo bueno, que eran el sol y las aguas cristalinas. Con tanto relax, nos costó hacernos a la idea de que se había acabado, después de 8 días aún tienes ganas de quedarte 8 más.
Pero como nuestro viaje continua, tuvimos que decir adiós a la isla, adiós al relax absoluto y poner rumbo a Malasia. Y esta vez había algo nuevo, y era que otra vez volvíamos a estar sólos, Kho Tao fué el último destino con Jacobo y Xavi, ya que ellos regresaban ya a Barcelona. Así que iniciamos una tercera fase del viaje, otra vez mano a mano, y con el recuerdo de tantos y tantos momentos vividos en compañía durante los últimos 2 meses y medio. Des de aquí mandar un saludo a los 5 ( Cris, Javi, Pablo, Jacobo y Xavi) y decirles que a sido todo un placer conocerlos.

Prada y Barbe

Fotos:
http://picasaweb.google.com/guillermo.de.prada/Tailandia2KohPhanganYKohTao#