domingo, 2 de noviembre de 2008

Japón

Y así, después de más de tres meses, nuestro tren llegó a la última parada en su paso por Asia: Japón.

Tras algo más de seis horas de vuelo y unas cuantas menos de sueño, aterrizamos en el aeropuerto de Narita, Tokyo, a eso de las siete de la mañana del 12 de Octubre. En pantalón corto y haciendo gala de ese carácter improvisatorio que ha caracterizado nuestro periplo por Oriente, nos presentamos en tierras niponas sin idea alguna de dónde dormir y con la esperanza de no encontrar alojamiento de ningún tipo y así poder escribir alguna historia interesante en un blog que empieza a estar algo falto de anécdotas divertidas. Sin embargo, la "Tokyo Accomodation Information Office" del aeropuerto (desde luego, que organizados son estos japos) ahogó sin piedad todas nuestras aspiraciones periodísticas indicándonos rápidamente un lugar en el que podríamos dormir a un precio asequible.

Después de tres meses de viajes por paises como Camboya, Laos, Vietnam o Tailandia, hay palabras de nuestro léxico que tienen un significado totalmente diferente al que tenían antes de empezar este viaje. Ejemplo: la palabra "asequible". Asequible, para nosotros, en una habitaciñon doble con baño propio por 3 euros cada uno, a lo sumo. Una habitación compartida con seis individuos más por 21 euros cada uno no entraba, por mucho que así lo quisiera la señora empleada de la "Tokyo Accomodation Information Office", dentro de lo que nosotros consideramos asequible.

Asequible o no, el Sakura hostel (el de 21 euros por cabeza y noche) resultó ser la opción menos cara. Allí compartimos habitación de literas con seis tipos y tipas durante los cuatro días que duró nuestra primera parada en Tokyo. Mal acostumbrados a tener habitación propia práctimanente desde que empezamos a viajar, en Japón llegó la hora de tirarse al rollo backpacker auténtico. A pesar de sus obvios inconvenientes, compartir habitación tiene su lado positivo y es que se conoce a mucha más gente que de cualquier otra forma.

Además, muy curiosamente, el hostal estaba lleno de españoles, a cuál más personaje. Al primero que conocimos fué a Oscar, un gran tipo badalonés de unos veintiséis o veintisiete años que lleva viajando más de veinte meses. Y todo gracias a la ineficacia del INEM y a todos los españoles que con sus contribuciones nutren las arcas de nuestra Seguridad Social. Sí, el tipo lleva veinte meses dando vueltas por el mundo gracias al subsidio por desempleo. Turquia, Siria, Jordania, la India, China, Japón...¿así quién quiere trabajar? Cada tres meses vuelve a casa durante dos semanas para echar la firmita en las oficinas del INEM y reponer fuerzas, y otra vez a viajar. Un auténtico fenómeno. Aunque más fenómeno es quién le permite hacerlo. Estas cosas sólamente pueden pasar en España. "Spain is different", que se dice.

Aprovechados del sistema a parte, el resto de españoles que habitaban el hostal eran un grupo de valencianos que estaban en Tokyo a propósito de un festival de manga que parecia ser el evento de sus vidas. Como os podéis imaginar, unos freakis de categoría, aunque resultaron ser muy buena gente, la verdad. Además tuvimos la suerte de que, cómo no, la mayoría de ellos eran informáticos (y los que no lo eran oficialmente lo eran de manera oficiosa) y fueron capaces de aniquilar al virus que llevaba corrompiendo a nuestro indefenso ordenador desde que nos infectaramos en China.

No sólamente en cuanto al alojamiento tuvimos que apretarnos el cinturón. Si bien en el sureste asiático nuestra alimentación era algo monótona, siempre fué frondosa. En Tokyo, los prohibitivos precios nos llevaron a pasar nuestras primeras horas de ligero hambre. Un presupuesto de 30 euros al día de los cuáles 21 se destinan a alojamiento y otros 3 o 4 al transporte en metro no da para tres comidas al dia. Así que dos comidas a base de arroz y un poco de carne en una cadena de fast food japonesa (¡te servían agua gratis!) fué nuestra base alimenticia durante los casi diez días días que duró nuestra visita al país del sol naciente. ¿Sushi? Lo dejamos para otra ocasión en que el presupuesto lo permita.

Tokyo es impresionante y los japoneses bien curiosos. Gigantes pantallas publicitarias y miles de luces de neón llenan las calles de un color especial (o mejor lo dejamos en una "vida especial" ya que, como cantaban Los Manolos durante aquella Expo'92, la del "color especial" siempre será Sevilla). Barrios como el de Shinjuku o el de Shibuya, dónde se puede cruzar la calle por el paso de cebra más transitado del mundo (el dato es verídico), son todo un espectáculo por sí mismos. Plagados de enormes tiendas con lo último en tecnologia, locales con interminables filas de maquinas recreativas, y unas calles en las que no cabe un alma más son, seguramente, un panorama único en el mundo. En medio de todo este caos de luz, color y tecnología, pueden encontrarse antiquísimos templos y jardines de corte imperial que evidencian un pasado cultural también único.

A pesar de su pasado, vías de tren que se alzan quince metros por encima del suelo, cientos de enormes edificios y decenas de antenas de comunicaciones luminosas (incluida una réplica de la torre Eiffel) acaban por darle a Tokyo un aire más bien futurista. Y es que en cierto modo, recorrer las calles de Tokyo es darse un paseo por el futuro. Todas, absolutamente todas las calles de Tokyo están habilitadas para que los ciegos se manejen sin problemas gracias a rugosidades en el suelo. Incluso el interior de muchos edificios las tiene. Aquéllo del "para dentro Romerales" ya es historia en Tokyo porque todas las puertas son automáticas. Eso sí, se abren apretando un botón que evita las puertas se abran innecesariamente, evitando así también el despilfarro energético. Todo está pensado y repensado. El metro es un auténtico laberinto que parece no tener fin. Y un ejemplo un tanto escatológico pero que habla por si sólo: hasta el más cutre de los WC del más cutre de los restaurantes tiene un chorrito que ahorra en consumo de papel higiénico. ¿Qué es eso si no el futuro?

Los nipones son raza como niguna otra, desde luego. Ningunos otros seres humanos son capaces de vestir como si recién salidos de un videojuego o de un comic manga. Seres más bien introvertidos, estos tipos se quedan callados cuando se les pregunta por alguna calle, para finalmente soltar un tímido "Soly, I don´t know" tras treinta segundos de silencio. También muy patriotas, más de uno se nos acercó para intererarse por nuestra opinión sobre Japón. Uno de ellos fué el señor Tashimura (que obviamente es sólo un apodo que le hemos dado), un exfuncionario del Metro con quién tuvimos el placer de mantener una interesante conversación sobre Japón, España, geografía, y cómo aprendió su perfecto inglés a base de lecciones por medio de la ya extinta cassete. Éste sí que era un auténtico fenómeno (hay foto).

En la noche del nuestro cuarto dia de callejeo por Tokyo cogimos un autobús nocturno hacia Kyoto, por el módico precio de 37 euros, cantidad equivalente a unas 50 noches de hotel en Camboya...Siete horas después de dejar Tokyo y con 37 euros menos en nuestras cuentas bancarias llegamos a Kyoto, dónde nos esperaba un frío que no habíamos sentido desde hace meses. Ante dicho frío y la aparente decisión del sol de salir más tarde esa mañana decidimos posponer la búsqueda de hostal hasta que al menos el sol hiciera acto de presencia. Duranta la espera, Prada se fué a comer algo (adivina, adivinanza...arroz con carne) mientras que Barbe se decantó por pegar una cabezada colándose en un hostal que estaba lleno, algo que en España suele llamarse "allanamiento de morada".

Ya con alojamiento y con jersey en mano, nos fuimos de callejeo. El callejeo en Kyoto fué de especial dureza porque ya desde Tokyo veníamos arrastrando unas tremendas llagas en los piés, consecuencia inevitable de volver a ponerse bambas (y pantalón largo) después de pasar los últimos tres meses en bañador y chanclas. Pero no hay llagas que puedan con nosotros.

Kyoto es la antigua capital de Japón y por ello la ciudad con más templos de todo el país. Decían las guías que más de dos mil templos, aunque permitidnos que lo pongamos en duda. Inevitablemente, pues, ni que mencionar cabe que los templos son la gran atracción turística de la ciudad. La otra son las geishas que esporádicamente pueden verse recorriendo sus calles. Se dice que, de las mil geishas que todavía existen en Japón, cien están en Kyoto.

Templos hay por un tubo, eso es verdad, aunque todos son más bien parecidos. Algunos templos, no obstante, son patrimonio de la humanidad y son bastante dignos de ver. Aún así, tras haber visto los templos de la Ciudad Prohibida de Pekín, cuya arquitectura no dista mucho de lo visible en Kyoto (Batlle, matiza a tu antojo), Kyoto no nos impresionó exageradamente.

Más curioso que los templos fué cruzarse con alguna que otra geisha. Algunas auténticas y otras más falsas que una moneda de seis pesetas, para qué engañarnos. En cualquier caso, ahí queda para la posteridad el que hayamos visto a una geisha auténtica. No es moco de pavo.

Templos, más templos, un bonito mercado, geishas y un par de luchadores de sumo son todo lo que vimos en Kyoto. Y es que tres días no dan para más. Así que, mochilas al hombro y de vuelta a la carretera.

Tras otras siete horas de autobús y con otros 37 euros menos llegamos de vuelta a Tokyo para pasar nuestros dos últimos días en Japón con una sola cosa en mente: visitar la lonja de Tokyo, donde se compra y vende todo el pescado que después llena los estómagos de sus habitantes. Ya que no podíamos probar el sushi, íbamos al menos a ver de qué está hecho. Para ver las negociaciones y subastas había que plantarse en la lonja a eso de, como muy tarde, las 6 de la mañana, lo que significaba levantarse a las 4.30. Dicho y hecho. Aunque fuimos por separado en días distintos (Barbe aprovechó una noche de insomnio gracias a los ronquidos de su vecino de litera para escaparse y Prada fué a la mañana siguiente), ahí estuvimos los dos a las 6 de la matina para ver descargar y subastar atunes de más de metro y medio. En una ciudad del tamaño de Tokyo (unos doce millones de personas sólo en el centro) y en cuya dieta el pescado es un elemento fundamental, ya os podéis imaginar el tamaño de la lonja. Todo un espectáculo. Además, la tendencia a la onomatopeya que suelen tener los japoneses hacen que las subastas sean todavía más curiosas y divertidas. Vale la pena el madrugón.

La salida de Tokyo fué un tanto accidentada. Primero porque tuvimos que convencer a un funcionario del metro que nos perdonara cien yenes (algo menos de un euro) del precio para así evitar tener que sacar dinero del cajero (por lo cuál nos cobran unos 4 euros de comisión). Y segundo por que no calculamos bien los tiempos y llegamos al aeropuerto un tanto in extremis.

Y así, como si nada, dejamos Tokyo y con ello Asia. Próximo destino: ese lugar que cuando, de niño, aprendes de su existencia, está tan lejos que te da la impresión de que es ya otro planeta: Oceania.

Fotos: http://picasaweb.google.com/guillermo.de.prada/Japon#

Un abrazo a todos,

Barbe y Prada

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Con esa dieta estareis pero que muy en línea. Menos mal que ya habeis probado las carnes australianas y habreis recuperado fuerzas.

Cuidaros,

Mª Victoria

Anónimo dijo...

Yo también me quiero sentir por una vez como Bill Murray en "Lost in Translation", no fuisteis a un karaoke?

Me gusta la nueva unidad de valor que habéis acuñado, "noches de hotel en Camboya", no se si nos va a servir de referenca los que estamos en la otra parte del mundo...

Animos,

Jordi

BACKPACKERS dijo...

William Tofu III! que es esa barbita que te has dejado de backpacker? Te da un toque de intelectual fino.
Al fin lo de compartir habitación es una realidad eh? Japon increible?
Barbe atrás quedan los Mamma Snitzchel y las hamburguesas! Te veo mas atlético desde que nos fuimos.Jajajajaaja
Pasarlo en grande un abrazo enorme.

Anónimo dijo...

Barbeee :)Para q pagar para dormir si te puedes colar no? Jaajjaja tu como siempre, tan único..

Un Besazo feo, espero saber de ti muy pronto! Mua titu!

Anónimo dijo...

hola chicos.
os veo muy bien,
saludos, Lluís tu mister.

Anónimo dijo...

Hola Carles i cia. sóc en Lluís, el teu míster, abans he fet una prova. Per fi he entrat (gràcies al meu nano) al vostre fantàstic viatge. A partir d'ara em tindràs més sovint.
Molts ànims i molt merda.