viernes, 10 de octubre de 2008

Malasia y Singapur

En Koh Tao nos despedimos de Xavi y Jacobo y con ello cerramos una gran etapa en nuestro viaje. Ya hace casi tres meses desde que nos encontráramos por completa casualidad y, aunque al principio ninguno de nosotros estaba muy seguro de que nuestra convivencia fuera a funcionar, si lo hizo. Javi, Cris, Jacobo, Pablo y Xavi: ha sido un auténtico placer y un privilegio viajar con vosotros.

Así pues, muy a nuestro pesar pero con la obligación de cumplir nuestro plan inicial, dejamos Koh Tao en un ferrry nocturno que se balanceaba más que un columpio pero que no hubiéramos cambiado por ningún autobús. A las 5 de la mañana nos despertamos en el puerto de Surattani, en Tailandia, donde cogimos un minibus que pensábamos nos llevaria hasta Kuala Lumpur.

Sin embargo, el minibus nos dejó en un pueblucho malasio del que no conocemos ni siquiera el nombre. Allí, para nuestra sorpresa, tuvimos que esperar seis horas (¡seis!) bajo un calor abrasador. Por suerte, hace ya muchos años que los americanos decidieron exportar su Kentucky Fried Chicken a todos los rincones del planeta, y así nosotros pudimos pasar la mayoría de las horas de espera en uno de los pocos oasis de aire acondicionado que habían en tan recóndito pueblo. Finalmente, cogimos el autobús sobre las 10 de la noche con más sorpresas: ¡¡Qué autobús!! Sabemos lo que estáis pensando: "una mierda de autobús no es sorpresa a estas alturas...". Cierto. Y es que la sorpresa fue otra. Como un regalo del cielo, pasamos todo el trayecto hasta Kuala Lumpur tumbados en los superasientos superreclinables de un superautobús. Dormimos como bebés. La verdad es que Dios fué justo porque después de la cantidad de kilómetros que hemos recorrido en autobuses-patera nos merecíamos algo así. Gracias Señor.

A las 4 de la mañana conductor nos despertó de nuestro eterno sueño cual príncipe a su bella durmiente. Habíamos llegado a Kuala Lumpur. Otra vez mochilas a la espalda y a buscar hostal. Después de ser asaltados por los "relaciones públicas" de los diferentes hostales, nos instalamos en uno en China Town, de una calidad tal, que la primera mañana se nos partió una de las camas y tuvimos que cambiar de habitación. Kuala Lumpur algo más caro que Tailandia así que en esta ocasión tuvimos que volver a decantarnos por una habitación con lavabo compartido con el resto de la planta. El lado positivo es que, sin lavabo dentro, es más improbable que las cucarachas intenten colarse en tu equipaje...

Ya bien dormidos y comidos, nos tiramos a la calle en busca de la atracción turística número uno de Malasia: las torres Petronas. Estos edificios gemelos de 451 metros que un dia fueran los edificios más altos del mundo (y que hoy han quedado relegados al segundo puesto en beneficio de un edificio taiwanes) son seguramente los más espectaculares que hemos visto y, para qué engañarnos, que veremos en este viaje. Sobretodo de noche, tienen una planta imponente (veánse las fotos). Lo único que reprocharles es que no se puede subir hasta arriba del todo sino solamente hasta un puente que los dos edificios a unos 180 metros del suelo. Tarjeta amarilla para los dueños del edificio. Debajo de las inmensas torres se esconde un no menos inmenso centro comercial donde uno no deja de sorprenderse de los límites a los que ha llegado la globalización: Zara y Mango en Kuala Lumpur.

Entre las torres y China Town (donde dormimos) se encuentra, para reafirmar que Kuala Lumpur es una ciudad de altura, una torre de comunicaciones de 410 metros aunque no subimos porque costaba dinero...seguimos muy pero que muy rácanos, no lo vamos a ocultar. También de camino a casa nos dejamos perder por las calles de Little India, donde nos vimos metidos, por sorpresa, en una manifestación por los derechos de los indús en Malasia. Tan metidos estuvimos, que nos grabaron las cámaras de televisión. Es que estamos tan morenos que se nos confunde con indús (sombretodo a quién escribe estas lineas, de pelo rojo).

Vistas las torres, subido al puente que las une, hecho ver que comprábamos en el inmenso centro comercial, dormido en China Town, recorrido Little India, visitado el Mandarin Oriental (Calvillo, tú ya nos entiendes)...¿qué hacemos? Pues lo que hacemos siempre cuando se nos acaban las atracciones turísticas y para lo cual ya hemos encuñado un nuevo término: callejear. Sin rumbo. Sin destino. Sin objetivo alguno más que el de sentirnos parte de la ciuidad.

Lo primero que uno descubre "callejeando" por Kuala Lumpur es que, a diferencia de el resto de grandes ciudades asíáticas, su población es mayoritariamente musulmana. De hecho, no hace falta "callejear" demasiado para percatarse. Los cánticos islámicos que se pueden escuchar cada ciertas horas (incluidas las de madrugada) son pista suficiente. Es lo que tiene visitar una ciudad musulmana en pleno Ramadán.

Y lo segundo en ser descubierto es que Kuala Lumpur tiene poco más que ofrecer. Será porque ya hemos visitado ciudades como Bangkok, será porque llegamos a Malasia un tanto cansados o será porque añorábamos las aguas cristalinas de Koh Tao. Puede ser, pero la cuestión es que nos pasamos los dos últimos días un tanto aburridos. Tanto, que Prada incluso se fue solo al cine ante la negativa de Barbe a ver una película en inglés no subtitulada (por cierto, gran película: Rumulus, my father. Ni idea del título en castellano).

Y así, tras tres dias de visitas a torres gigantes, increíbles centros comerciales e intenso callejeo, y otros dos de aburrimiento profundo nos encaminamos hacia Singapur.

Tras un viaje de siete horas sin más novedad que la de que nos volviera a tocar un autobús de lujo (Señor, déjalo ya porque vamos a acabar acostumbrándonos...) nos plantamos en Singapur. Desde la estación de autobuses, teníamos indicaciones exactas de como llegar a casa de quien haría de anfitriona durante los siguientes cuatro días: Huy. Huy (se pronuncia joi) es la novia australiana de Don Albert Calvillo, a la que conocimos en Hong Kong y que amablemente se ofreció para acojernos en su piso durante nuestra estancia en la ciudad más al sur de la península de indochina. Nosotros, que cedemos fácilmente ante la amabilidad y que no rechazamos nada que nos pueda ahorrar una perras, accedimos encantados.

Sobre las 7 de la tarde llegamos al humilde piso de Huy, muy céntrico, con piscina casi olímpica, gimnasio y parking. Y si ya casi nos saltan las lágrimas al ver la piscina, Huy nos hizo llorar a moco tendido cuando nos recibió entre surtidos de embutido, berberechos y pan con tomate...Diez puntos para Huy. Todo sea dicho, aunque preparado por una australiana, el pan con tomate y el embutido sabía muy català (esta vez diez puntos para Calvillo por la clase pà amb tomàquet). Los berberechos...bueno, eran...dejémoslo en que en Singapur los berberechos no son la especialidad.

Como buena ejecutiva de marketing que es, Huy supo vendernos la ciudad como nadie. Desplegando todo su arsenal de técnicas de venta, nos conquistó a base de marisco, dim sum (tapas chinas) y vasos de vino australiano. Profesional, muy profesional.

Durante los cuatro dias siguientes a nuestra llegada, fuimos guiados por toda la ciudad. El fin de semana anterior a nuestra llegada se había disputado el GP de Fórmula 1 en Singapur, así que pudimos ver gran parte del circuito urbano, que seguía sin desmontar. Incluso vimos las marcas que Nelson Piquet dejó al estamparse contra las vallas durante la carrera (ver foto). También recorrimos las calles de Little India, del barrio árabe, por supuesto de China Town (y ya es la cuarta que vemos además de la China real, prou ja!). Cenas en Clarke Quay (epicéntro de la vida nocturna), copas en el Raffles Hotel (el más famoso de la ciudad), paseos por los jardines botánicos y baños en la piscina fueron la guinda a ese oasis de cuatro días a todo lujo que vivimos en Singapur.

Todo sea dicho. Como destino turístico, Singapur puede no ser tan interesante como otras ciudades asiáticas como podrían ser Pekín o Bangkok, ya que el ambiente, si bien la gente es fundamentalmente de origen chino, es más bien occidental. Que no se nos mal interprete. En Singapur se pueden hacer mil cosas y te lo pasas en grande (especialmente si se tiene una anfitriona como la que tuvimos nosotros), pero no tiene ese tipo de atracciones turísticas que no se pueden ver en otras partes del mundo. Para que nos entendamos, le falta una Torre Eiffel, una Gran Muralla o un Khao San Road para otorgarle un atractivo turístico especial.

Sin embrago, si que es muy interesante observar la vida que puede llevarse en Singapur. Ambiente totalmente occidentalizado, precios más que razonables (es seguramente lo más asiático de la ciudad), edificios gigantes, lo que significa trabajo para todos, combinados con multitud de espacios verdes, sin caos, y las islas tailandesas, malasias e indonesas a tiro de piedra (y por dos duros) para un fin de semana de desintoxicación laboral de vez en cuando. Gran calidad de vida la de Singapur. Ahí queda dicho para quién tenga en mente un cambio de aires.

Tras una despedida muy triste aunque sabrosa (con más embutidos y pan con tomate), nos encaminamos hacia el aeropuerto, donde cogeríamos un avión hacia Bali, Indonesia, sobre la que escribiremos a su debido tiempo...

To Huy: Even though this blog is normally written in Spanish, we can not finish this post without spending a few words on thanking you for the nice stay we had with you at your place. Thank you for taking care of us even on the days you had to work, for taking us everywhere, and for the "pamtumca", which certainly made us feel like home. As spoken, we owe you and Calvs a dinner wherever we meet again, whenever that may happen. Hopefully soon. Thanks very much for everything. Enjoy the wine and take care.

Y al resto, esperamos nos disculpéis por la inmensa parrafada (acorde con el tamaño de las Petronas), pero es que cada dia disfrutamos más escribiendo en este blog.

Las fotos ya están disponibles aquí:

http://picasaweb.google.com/guillermo.de.prada/MalasiaYSingapur#

Un abrazo,

Barbe y Prada

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Que grande tíos! Me dió muchísima rabia no estar allí cuando estuvistéis vosotros. Me alegro mucho que lo pasarais tan bien en Singapur (no lo dudaba con una anfitriona de este nivel!)
Lo del "pamtumaca" solo es el principio de un fuerte porceso de Catalanización progresiva. Si fuerais ahora mismo a Singapur ya la veriais que va con barretina y para el més que viene ya nos metemos con els Segadors y el Virolai!

Un abrazo!
Calvin

Anónimo dijo...

Solo puedo decir... Impresionante aventura, que fotos!! (sin desmerecer los textos!)

Un capitulo digno de un reportaje de mikimoto, catalans pel mon...

hay alguno que ha perdido las "abdominales" que tanto cultivo en Londres a base de siders...

un abrazo!!!

Jordi

Karin Augustin dijo...

Guillermo, soy Karin, compañera de facultad de tu madre, que me remite a vuestro blog desde el que os sigue las zancadas y los pasos.
Me impresiona que ayer ella y yo nos sentábamos en Políticas, y que hoy un hijo suyo adulto comparta conmigo su sueño y su viaje.
Feliz travesía!