viernes, 27 de febrero de 2009

Barbe Chile II - Argentina I

Después de la separación temporal con Prada, yo me volví sólo con el micro-bus hacía Santiago. En la ruta, que duró 2 días, nos dió tiempo de ver las cascadas más caudalosas de Chile ( nada del otro mundo) y charlar y ver vídeos de fútbol chileno con Jorge, su novia y el chófer.
Como era el único pasajero, pudimos dejar de lado la última visita a unas viñas y llegamos a la capital más temprano. De esta forma, tenía tiempo para llegar tranquilamente a Viña del Mar, lugar escogido para pasar el fin de año. Como Jorge y su novia también iban allí, cambíamos los tickets de autobús para la mañana.
A la llegada, dejé la mochila grande en el Che Lagarto ( hostal) y con la pequeña, con lo mínimo para pasar 3 días, me fuí con ellos en el bus. Al ser un destino muy común en esas fechas, la carretera estaba bastate llena, así que el cambio de hora fué bien para llegar relajados a la tarde.
Jorge me dió su teléfono para que le llamara después de las 12, pero al final no tuve ganas de liarme y preferí pasar la noche más tranquilo, con lo que no nos volvimos a ver.

Así, después de cenar en el jardín del hostal y estar charlando con Nadia ( chica argentina de tierra del fuego) y de ir a ver los fuegos artificíales más grandes de Sudamérica, en la playa, con ella y los dueños del hostal, regresamos y me pasé toda la noche hablando de Argentina y de otros miles de temas con esta chica, hasta que amaneció y decidimos irnos a dormir. De esta manera, había pasado la noche de fin de año más tranquila de toda mi vida, pero que seguro, recordaré durante mucho tiempo por haber sido diferente.
A parte de celebrarlo a la hora chilena, el cambio de horario me permitió que unas horas antes llamara a casa de mi padre para poder pasar juntos el cambio al 2009, y de esta manera, tener las campanadas típicas de nuestro país, y los fuegos artificiales de la ciudad chilena.

Los siguientes dos días en Viña y Valparaíso no tuvieron demasiado en especial, y me limité a pasear por las calles repletas de casas de todos los colores, subiendo y bajando las calles empinadas de esta localidad, declarada patrimonio de la humanidad por sus ascensores callejeros centenarios, sus casitas tradicionales y su distribución en la bahía.
Como anécdota, tuve un pequeño accidente al acercarme a uno de los miles de perros callejeros que pasean por todo chile, y quererle hacer una fotografía por el color de sus ojos. Al acercarme demasiado ( no había tenido hasta la fecha ningun problema en acariciar ninguno), se levantó rápidamente del suelo, ladrándome y con una actitud bastante agresiva. Suerte que aún conservo parte de la velocidad de reacción adquirida con tantos años de entrenamientos en el fútbol, y pude hacer una salida rápida del lugar. El perro me persiguió un centenar de metros, hasta que vió que me alejaba suficiente. Fruto de ello, rompí una de las chanclas, que evidentemente no estan hechas para correr a toda velocidad, y hizo que tuviera que esfumarme de la calle, ya que podéis imaginar las risas que produjo un turista con chanclas, gafas de sol y cámara en mano corriendo delante de un perro callajero en medio de la ciudad......evidentemente me fuí con cara de "aquí no a pasado nada", pero con el susto en el cuerpo.
Una vez concluidos los dos días ahí, y después de que a la salida me dieran la alegría de que la dueña del hostal me regalaba los 30 dólares de la cena de fin de año ( es bueno siempre ser agradables con los dueños), cogí un autobús de regreso a Santiago donde iba a pasar un par de noches más antes de empezar mi periplo por los andes de camino a Argentina.

Pero antes de irme del país, quería conocer a una chica que me agregó hace ya muchos meses al Facebook, en lo que fué una broma por compartir el mismo apellido ( Susana Barberán), y que terminó con la coña de los primos lejanos.
Así, una vez llegado el bus de Viña, y de pegarme una ducha, me dispuse a salir por la noche con Susana y sus amigas. Al llegar, y después de las pertinentes presentaciones, Susana me dió el único regalo de Navidad que he tenido este año y nos fuimos a tomar unas copa a un bar que ellas conocían. Estuvimos toda la noche charlando, y antes de irnos, se ofreció a acompañarme al día siguiente para ir a ver el museo de história de la ciudad que era lo único que me quedaba por ver, y por lo que había atrasado mi marcha de Chile.
Evidentemente acepté la oferta, y por la mañana ( era sábado), nos fuimos a ver el museo y a comer. A la tarde, y cuando ya estábamos a punto de despedirnos, llamó a una de sus amigas de la noche anterior ( Sandra) que la invitó a casa de su novio a darse un bañito en la piscina y el jacuzzi. En la invitación estaba yo también incluido, así que pensé que un buen baño relajante antes de la paliza que me iba a pegar en los andes no me iba a ir mal. Dicho y hecho, allí estaba yo, con Susana, sus dos hijas, Sandra y otra amiga de ellas en el jardín de uno de los edificios nobles de la ciudad de Santiago.Es aquí donde me ocurrió una de las cosas más curiosas del viaje, pero antes de explicarlo, iré con las presentaciones.
Como he dicho, la piscina y el jacuzzi estaban en la casa del novio de Sandra, un diplomático madrileño de la Unión Europea ( Miguel) que lleva 4 años en la ciudad y que en esas fechas estaba en nuestro país pasando las fiestas con la família. En esta história, y como más adelante veremos, también interviene la persona de confianza del diplómatico, que es el encargado de gestionarle todo lo que puede en la ciudad, y de mantener todo bien en la casa. Este personaje se llama Juan, y como le gusta decir a él, es el hijo chileno de Miguel, y por tanto le llama papá. Vive en la casa con él.
Las presentaciones con Juan vinieron en el jacuzzi durante la tarde, y al inicio, a mi me tuvo un tanto despistado por la referencia continua de papá y hijo. Una vez explicado todo, y con el paso de los días me quedó todo claro, pero no avancemos acontecimientos.
Pasada la tarde, y bien relajados y refrescados, Juan propuso ir a cenar a un sitio de tapas y ir por ahí de fiesta. Aprovechando que era sábado noche y que tampoco tenía nada que hacer, me pareció una buena idea. Así, mientras Susana y Sandra iban con el coche a cambiarse a sus respectivas casas, Juan me acompañó al hostal en metro para que yo hiciera lo propio. Una vez todos guapos y listos, quedamos en una zona de bares, a la que Juan y yo llegamos algo tarde por haber hecho una parada técnica en un primer restaurante español con su respetivas tapitas con cañitas.
Ya los 4 juntos, fuimos a otro restaurante de tapas donde seguimos con la comida típica de nuestro país, con una cerveza detrás de otra, y entre medio de una de ellas, Juan me dijo que era una lástima que no me quedara más, ya que él me podría hacer de guía un par de días más, y de esta manera me propuso posponer mi salida a Argentina y quedarme en casa del diplomático con él unas noches más.
Lo cierto esque a pesar de no estar en mis planes, no lo vi nada mal, ya que en una noche me pareció una persona que sabía mucho de su país y que me podía enseñar mucho en poco tiempo, además, su amabilidad me hizo sentir muy bien. Así, y después de estar toda la noche en un bar de copas y de bailar temas de los años 70 y 80 ( ya podeis imaginar el ambiente), nos quedamos los 4 a dormir en el piso. Por la mañana, me acompañaron en el coche de Sandra al hostal a recoger mis cosas para trasladarlas.

Aquí empezaban 3 de los días más curiosos del viaje, donde cogí mucha amistad con ellos al estar mucho tiempo juntos, sobretodo con Juan. Ya ese primer día, y por lo que hablé con él, me dí cuenta de que conocía a toda la escalera del edificio, donde vivían otras dos españolas ( empresarias) y otros tantos extranjeros con buenos trabajos. Incluso disponía de las llaves de alguno de ellos para el cuidado del piso ante las ausencias de estos. Para que os hagáis una idea era un poco "aquí no hay quien vive", donde él conocía todo acerca de la vida de sus vecinos.
El primer día nos fuimos Sandra, Juan y yo, a comer un asado a las afueras de la ciudad en una población típica y nos pusimos como dios manda. A la hora de pagar, Juan sacó la tarjeta de crédito de Miguel, de la cual disponía para gastos propios y de la casa, y ante mi sorpesa, nos comunicó que su papá le había dado ordenes expresas de que su novia no pagara nada, y que a mi me incluía en el pack. Así los 3 días me trató a cuerpo de rey, enfadándose cuando yo hacía el ademán de pagar algunas de las comidas o de las cenas.
A la vuelta del restaurante, pasamos por la casa de la madre de Juan, que vivía en un poblado de las afueras de Santiago, para darle unas cosas a ella y a su hermana, y pude ver de primera mano la situación y la realidad de un Santiago diferente, el de las periferias, con chavolas de madera, con algo de cemento las que tienen más suerte y ver a la gente que vivía ahí, los niños que jugaban a fútbol en medio de la calle descalzos, con escombros por todas partes. Visiones que te hacen reflexionar.

Al día siguiente, y como era lunes, Sandra y Susana tenían que trabajar y nos fuimos Juan y yo a uno de los cerros que rodean la ciudad para poder tener una vista general de la monstruosidad de Santiago, os podéis imaginar 10 millones de personas puestas en un lugar plano y rodeados de montañas. Evidentemente uno de sus grandes problemas es la polución, ya que la contaminación no tiene canales de escape y se queda dentro de la ciudad haciendo en invierno muy difícil la respiración para las personas mayores. Después de una clase magistral de história y naturaleza, regresamos a la ciudad en busca de la piscina por los más de 30 grados que teníamos.
Esa misma noche, y aprovechando que un amigo de Miguel había devuelto el coche que este le había prestado unos días, fuimos a conocer un poco más la ciudad de noche, y esta vez a bordo del auto dipomático. Como Juan no dispone aún de licencia de conducir, tuve que amortizar ese carnet internacional para ir de aquí para allá sin pagar zonas de párquing y como bien me recordó Juan, sin tener que guardar los límites de velocidad, aunque como buen ciudadano, intenté respetarlos siempre. En la cena de ese día pude disfrutar del mejor salmón que había probado en mi vida, y esque a España no llegan los pescados en la isla de Pascua, que os aseguro están sabrosísimos.

El martes, 6 de enero, estaba planificada una excursión al "cajón del maipo", un valle situado a unos 150 km de la capital y donde Pinochet disponía de una residencia de invierno para disfrutar de sus paisajes naturales. Esta visita contó con una tercera persona, la alcladesa de uno de los barrios más poblados y humildes de Bogotá, que estaba de visita a una amiga que vivía en el mismo edificio, y al ser día laborable, y tener la amiga que trabajar, Juan ya se encargó de que no estubiera sola en casa, y esque como he dicho, él lo sabe todo acerca de todos y intenta que las visitas de los vecinos se sientan a gusto en Santiago .
Así, los 3 nos dirijimos en el coche y pasamos un día entre árboles, cascadas, puentes sobre ríos y conversaciones variopintas ( algunas sobre terrorismo calentitas).
Quien me iba a decir a mi que acabaría conduciendo un coche diplomático con una alcaldesa colombiana y un asistente personal chileno. Además de la visita al valle, de regreso a la capital, aproveché que era el día de reyes para llamar a casa y hablar con la família.
Para terminar la jornada y mi estancia en Chile, subimos al cerro más alto que está situado justo en el medio de la ciudad para poder contemplarla desde ahí. Hicimos un paseo en teleférico y regresamos al piso para ir preparando las cosas ya de cara a la mañana siguiente. Y sí, hablo en plural porque Juan me había comentado que si me importaba que me acompañara en mi camino en los Andes y llegar a Mendoza ( Argentina) para poder ver pasar el Dakar. Evidentemente que no me importaba, y aunque lo hubiera hecho, no podía decirle que no. De esta manera, preparamos las mochilas, nos despedimos de Sandra y Susana que vinieron a cenar pizza, cantamos un poco de karaoke y fuimos temprano a dormir ya que la salida estaba prevista a las 6 de la mañana para poder afrontar la jornada con tiemnpo.

El primer trayecto del día iba a ser coger un bus que nos llevara de la capital a un pueblecito llamado " los andes" que como bien indica su nombre, está en el valle de la cordillera, cerca de la frontera. Una vez allí, empezamos a caminar en dirección a Argentina, y sabiendo que era imposible caminar los 85 km que había hasta el paso, sacamos a pasear el dedo esperando que alguien nos recogiera y nos acercara. Lo cierto esque, además de una experiencia ( evidentemente no lo había hecho nunca), es la única manera de poder hacer caminando el paso de fronteras y poder disfrutar del las vistas que te da el parque nacional de la aconcagua, ya que no hay ningún bus que te deje allí.
De esta manera, tardó varios minutos en parar alguien, pero al final, un ingeniero de minas que iba de subida hacía el trabajo, paró con su furgoneta y accedió a llevarnos hasta donde él se desviaba, que aproximadamente era la mitad del camino. Durante el trayecto nos hizo una disertación acojonante de todo lo relacionado con su trabajo ( minas, piedras, montañas, excavaciones, etc), que hizo que el tiempo pasara volando. El segundo trayecto lo hicimos en camión con un chico argentino que hace el paso cada semana y que volvía a su casa sin mercancía en el remolque ( los que llevan nunca paran por miedo a que les roben).
Aprovechamos una parada de la policía donde tiene que identificarse para cogerlos parados y preguntar, sino es muy difícil porque estás en medio de la subida y si paran luego les cuesta mucho volver a arrancar. Con el camión hicimos la última parte, y la más bonita, viendo como los imponentes andes iban saliendo en medio de curvas y más curvas a bordo de un 16 ruedas viejísimo. En este caso, y como no podía ser de otra manera con un camionero argentino, la conversación fué toda de su trabajo y de fútbol.

Pasada la aduana chilena, y antes de llegar a la argentina, venía la parte del trayecto que yo quería hacer caminando, y aunque más tarde me enteré que molestó a Juan, era mi viaje y lo hacía a mi manera, así que me puse la música y empecé a caminar a un buen ritmo a través de la carretera y de los senderos de piedras, disfrutando de los paisajes y pensando en mis cosas. Mientras, Juan iba detrás manteniendo el ritmo y insistiéndome en llevarme parte de mi equipaje, a lo que evidentemente me negaba ya que lo quería hacer yo solo.
Lo cierto es, que es de ese tipo de cosas que haces una vez en la vida, y como experiencia está bien, pero cargar más de 30 kilos durante 20 kilómetros, con subidas, bajadas, piedras y asfalto no resulta un trabajo fácil, aunque en aquel momento "disfruté" con el sufrimiento.
La única parada que hicimos fué a la entrada del Aconcagua, para disfrutar por unos minutos de la imagen y para que engañarnos, para que mis riñones y mis pies tuvieran una tregua. A parte de esta, no paramos más, ya que ciertamente no sabía cuanta distancia había, y no quería que se hiciera demasiado tarde. Al final, y después de algo más de 5 horas, llegamos a la aduana argentina, pasamos los controles y caminamos los últimos metros hasta el pueblo " el puente del inca", donde por fin pudimos descansar, relajarnos y buscar un medio de transporte que nos llevara a Mendoza. Por suerte, pudimos comprar los tickets para el último colectivo y después de pasar 3 horas en el autobús, muerto de cansancio, llegamos a la ciudad y buscamos sitio donde dormir.
En contra de lo que esperaba, no pude pegar ojo durante toda la noche, a pesar de estar físicamente roto, y no esque la cama fuera incómoda, que lo era, sino que dejo a la imaginación de cada uno el nivel de ronquidos de Juan ( que por supuesto desconocía por haber dormido siempre en habitaciones separadas), que me impidió dormir después del eterno día que había sufrido. Y así, me salí a la sala del hostel a charlar con uno y con otro mientras pasaban las horas. Al final caí rendido en el sofá.
Al día siguiente, y después de intercambiar alguna mirada asesina con Juan, le comuniqué que iba a adelantar mi partida al noroeste para aquella misma noche ( en lugar de al día siguiente). Mis motivos, a parte del evidente que era no querer volver a sufrir el suplicio de otra noche en blanco, era que me estaba quedando sin días para poder ver todo lo que tenía previsto por haber alargado mi estancia en Chile.
Juan, a pesar de poder quedarse unos días ahí, que era su idea inicial, tomó el mismo camino que yo, y compró los billetes de regreso a casa para 2 horas después de mi partida. El día en Mendoza lo dedicamos al Dakar, ya que él nunca lo había visto y le hacía ilusión. Fuimos al parque central, donde llegaban todos los participantes y pasamos la mañana ahí entre fotos y más fotos, mientras toda la ciudad se volcaba y desvivía por ello ( alucinante). Durante la tarde fuimos a dar una vuelta por el centro y ya nos dirigimos a recoger las maletas y a la estación de buses.
De esta manera, me subí al primero de los interminables buses que me esperaban en este país y se acababa mi estancia con Juan. Desde aquí volver a agradecerle todo lo que hizo por mí, y espero que a pesar de la paliza en los andes no me guarde rencor.

18 horas me separaban de mi siguiente destino, que al final fueron 20 por los retrasos, aunque con el sueño y cansancio acumulado se me hizo más cortito. Lo único malo fué el dolor de espalda que te deja estar tantas horas en una butaca semi-cama ( recordar que la cama sale bastante más caro), pero ahí estaba yo, en la ciudad de Salta desde donde salían la mayoría de las excursiones hacía el norte ( jujuy, quebrada de umahuaca, etc ) y por las cuales yo estaba interesado. Al llegar, me alojé en un hostel que me ofrecieron en el terminal de buses y me acomodé en mi dormitorio, el cual compartía con 2 argentinos más. La tarde la empleé informándome y contratando la excursiones además de conociendo a 3 porteñas (así se llama a los argentinos que viven en Buenos Aires). Por la noche, fuimos a cenar los 4 a otro hostal de la cadena en donde teníamos incluída la cena en el precio del alojamiento. Fué ahí, donde, y en línea con lo que me a pasado en todo el país, conocí a más argentinos, que son de relacionarse mucho y hablar con todo el mundo. En este caso eran 7 porteños con los que acabría la noche de fiesta, en un boliche ( discoteca) de la ciudad.
Al regresar de fiesta, un poquito tarde, entré en la habitación, y en lugar de encender la luz y hacer ruido para meter las cosas en mi armario con candado, lo cual seguro hubiera despertado a mis compañeros de habitación, dejé mis pantalones y la camiseta a un lado y simplemente me puse a dormir.
Por la mañana, me levanté tranquilamente, me duché, y cuando me disponía a dejar la habitación para ir a conocer la ciudad, metí la mano en el bolsillo de mi pantalón en busca de mi cartera y de mi cámara de fotos y... sorpresa, ya no estaban ahí. Los cabrones de compañeros, con los cuales había estado tranquilamente hablando de fútbol la tarde anterior, se habían marchado llevándose de recuerdo mis cosas. Después de buscar y re-buscar, ya me autoconvencí de que sí, que me habían robado y que ya nada podía hacer, a parte de ir ha hacer la denuncía y de resignarme. Ya se sabe, al mal tiempo buena cara, y en este caso lo considero un aspecto más de mi viaje.
Una vez hechos los trámites y visto que me quedaban 30 dólares en la cartera que llevo siempre en la mochila, empecé a valorar alternativas y soluciones, ya que el resto del dinero y la única tarjeta que me quedaba útil iban en mi monedero. Evidentemente me dió mucha rabia haber perdido todas las fotos de los últimos 15 días ( fin de año, los días en casa del diplomático, el paso de lo andes etc etc), pero eso era ya una cosa que no podía solucionar y que debía olvidar, son cosas que pasan. Hablé con los dueños del hostal y evidentemente no me pusieron ningún problema para quedarme las noches que necesitara mientras encontraba soluciones.
De esta manera, me puse en contacto con Prada, ya que no quería preocupar a mi familía y quedamos que me enviaría dinero por una transferncia de money gram. El problema es que era sábado por la tarde y no podíamos hacer nada hasta el lunes. Así, me resigné a pasar un fin de semana aburrido, sin tener la posibilidad de hacer las excursiones previstas ( con lo que me perdí lo que muchos consideran una de las partes más bonitas del país) y limitándome a pasear por la ciudad y a hablar con uno y con otro. Durante todo el tiempo los chicos argentinos no paraban de ofrecerme ayuda, para que, como decían, no me llevara una mala imagen de su país....jejejeje. Además, Juan me puso en contacto vía Fecebook con el diplomático, que se ofreció para todo lo que necesitara, que si hacía falta volvía a Chile con ellos.....pensé que no era para tanto, aunque agradezco el interés y la preocupación.

Llegó el lunes, y cuando Prada me confirmó la transferencia ( vivan las nuevas tecnologías), me fuí en marcha para buscar el dinero y poder moverme ya de aquel lugar. No fué fácil sin embargo recibirlo, ya que me iban mandando de un sitio a otro y en ninguno resultaba ser el adecuado. Después de ir rápido de arriba a abajo ( ya que tenía a Prada esperándome en el msn para confirmar la entrega), por fin, y tras hacer una cola inteminable conseguí el dinero, cerramos con Prada y me fuí a informar sobre los buses que iban a Buenos Aires.

Salía aquella misma tarde con destino a Buenos Aires, y con la sensación de rabia que me dejó el robo y el no haber podido conocer aquella parte del país. Las 26 horas de viaje que separan una ciudad de la otra, las gasté durmiendo, leyendo, escuchando música, pero sobretodo hablando con un matrimonio que se sentaban al lado mío y que viajaban con su hijo Leo ( disminuido psiquíco). Rápidamente el niño ( de 9 años) se encariñó conmigo, y yo con él, me abrazaba, me daba besos, hablábamos de fútbol, de su Boca Juniors, le esplicaba quien era el Espanyol, y en pocas horas con aquel matrimonio y su hijo me dí cuenta de muchas cosas, y ahora es difícil explicarlo en unas líneas y por aquí, pero lo que aquella madre y aquel padre me dijeron, me explicaron, me enseñaron se me quedará grabado para el resto de mi vida. Y como no tenía cámara de fotos, para llevarme un recuerdo de ellos, Leo se encargó de dibujarme el escudo de su equipo a su manera y de firmármelo, en lo que es uno de los mayores regalos que me llevo de estos meses de viaje. Ellos bajaban una parada antes que yo, y como en otras muchas ocasiones, un beso, un abrazo y un hasta siempre cerraron este pequeño, aunque no por ello menos intenso, capítulo de mi viaje.

Al llegar a la capital, miré la Lonely Planet y me dirigí en metro a la zona donde constaban más hostels. Esta era en el centro, y nada más salir de la parada, me encontré con uno de ellos, que estaba muy bien de precio, y decicí alojarme allí. Dejé mis cosas, y me fuí a organizar el viaje por Argentina, que iba a ser con mi madre, durante 18 días, y evidentemente con ella no podía dejar nada para la improvisación.
Tenía 3 días para hacerlo todo, y no fué fácil porque el mes de enero es por excelencia el mes de vacaciones de todos los argentinos, y se tenía que reservar y comprar todo por anticipado. Así, pregunté en varias agencias de viajes por todo lo que tenía en mente hacer, y en una de ellas, me dijeron que regresara a la tarde para confirmar unas cosas. Al volver por la tarde, me encontré cerrada la puerta y me extrañó, pero no le dí mayor importancia. Al día siguiente me dijeron que 2 horas después de irme yo, 3 chicos armados les habían asaltado, con un cliente dentro, amordazado, y robado todo el dinero que tenían en la agencia. Que tranquilidad me daba.
Esa misma primera tarde, tuve que volver a la estación de autobuses para mirar unos precios y unos horarios, y cuando volvía, yo con mi mapa en la mano, pregunté a unas chicas hacía donde quedaba una calle, y después de responderme y de hacer coña con mi acento español, me dijeron que iban a tomar algo por la zona y que si les acompañaba. Nada tenía que hacer aquella tarde, así que me fuí con ellas.
Casualidades, resultó que eran jugadoras de fútbol en la universidad, así que las conversaciones eran fáciles, e incluso me ofrecieron el cargo de mister en su equipo ( ya se sabe que los entrenadores españoles tenemos buena fama..jejeje). Estuvimos hasta el anochecer en una terracita y a la hora de despedirnos, una de ellas, Anahí, me dijo que en febrero viajaba a Brasil y que nos podríamos ver. Nos dimos las direcciones, intercambiamos un par de mensajes, pero no las volví a ver más.

Aquella noche fué movidita, ya que en el hostal, la gente hacía mucho ruido y era muy difícil dormir, así que al despertar, decidí cambiarme de hospedaje. Antes de irme de la habitación, hablé con el único compañero que tenía, un israelí que también quería hacer lo mismo que yo aquella mañana, y no era otra cosa que ir a ver el estadio del Boca Juniors, el club más popular del país. Quedé con él un poco más tarde y me fuí a buscar otro sitio para dormir. Esta vez la elección fué muy buena, y a pesar de pagar un poco más, el sitio estaba bien.
Pasé toda la mañana en compañía de este chico, viendo el campo por fuera, haciendo el tour de dentro, paseando por el barrio de la boca, y comiendo de regreso, en el centro. Unos días más tarde, me dijo que en el hostal, había habido un atraco con pistolas el día después de mi salida. Ya eran 2 en muy poco tiempo, lo que hizo que andubiera con piés de plomo en esa ciudad. No me fiaba ni de mi sombra. En la tarde acabé de gestinar todo lo del viaje y dejaba cerrado los destinos y fechas de mi estancia en Argentina.

El último día antes de la llegada de mi madre, quedé con una de las rapitencas, que andaba en Buenos Aires despidiendo a su novio. La otra andaba perdida en el sur, dios sabe donde. Hay que conocerlas para saber de lo que hablamos. Así, paseamos por Puerto Madero, el barrio más moderno de la ciudad y dimos una vuelta por el barrio de San Telmo.

Hasta aquí llega este post, y dejo para el siguiente todo el viaje con mi madre. Recuerdos para todos...Carlos.
Las fotos de esta parte son muy limitadas, y todas las tuve que pedir a la gente con la que compartí viaje, ya que todas las mías las perdí cuando me robaron la cámara.


http://picasaweb.google.com.br/guillermo.de.prada2/BarbeChileArgentina#

1 comentario:

Anónimo dijo...

Chico!! que mal que te robaran!!! tienes que tener 8 ojos encima y no dar ninguna oportunidad de que te roben. Creo que ya vas con mucho cuidado que lo se!
Disfruta mucho de Brasil y lo que te queda.
Te mando un beso muy grande!
PD: estas muy guapo, creo que el viaje te ha sentado muy bien ;)

Michelle