lunes, 16 de marzo de 2009

Prada: Patagonia (II), Buenos Aires e Iguazú

Un, dos, tres, probando. Aquí Prada al teclado.

Me ha encantado escribir esta entrada porque escribirla me ha obligado a recordar una de las mejores etapas del viaje. Ahí va.

Dejando El Calafate con el asunto del robo a Barbe solucionado, me dirijí a El Chaltén, un pequeño, pequeñísimo, pueblo a las faldas de algunas de las montañas más espectaculares de Suramérica. Y es que es tan, tan pequeño que no hay cajeros, y su población en invierno no supera los quinientos habitantes. Tiene truco. La zona en la que está situada El Chaltén ha sido reclamada por Chile a Argentina en repetidas ocasiones. Para evitar disputas, los Argentinos, más listos que nadie, construyeron El Chaltén de la noche a la mañana e instalaron a quinientos de los suyos para argumentar que ese trozo de tierra era argentino de pura cepa. Con el paso de los años, esta aldea se ha convertido en la capital argentina de las excursiones de montaña. Total, que pueblo pequeño pero maravilloso.

Llegué al Calafate un tanto a ciegas, cometiendo la imprudencia de no haber reservado de antemano hostal en un pueblo tan minúsculo y tan infestado de israelitas. Y que conste que en este punto todavía no me caían lo mal que lo hacen ahora. Así que llego y no encuentro hostal ni por asomo. A la desesperada, le pido a la dueña de un camping que me haga un hueco como sea y me ofrece una cama en lo que intuyo era su casa, por lo que me cobró una miseria comparado con los prohibitivos precios chaltenses. Suerte.

Ya instalado, salgo a comer algo, y tal como entro al restaurante me encuentro a Pablo y Rafa, los hermanos colombianos qué ya conocí en Ushuaia, que llevaban un dia allí con Julia, una chica alemana que también conocí brevemente en Ushuaia. Julia ha estado trabajando de prácticas en Buenos Aires durante unos meses y su acento argentino tiene delito. Ver a una alemana utilizando expresiones como "ché", "boludo" o "¿de dónde sois vos?" con un acento marcádamente argentino no tiene precio (Julia, sólo te queda pulir esa erre que todavía te delata...).

dEl primer dia de excursión lo pasé con ellos tres y Bruno, un brasileño la mar de majo pero a quién no conseguíamos entender. El dia fué intenso, aunque comparado con las palizas que me dí en Torres del Paíne no fué nada. Horas de caminar entre montañas, visita a un glaciar, y tal y tal. Es lo único malo de haber visto el Perito Moreno: a partir de ese momento, cualquier otro glaciar te parece una auténtica mierda. Lo mejor del día fueron las conversaciones con Rafa, Pablo, Julia y, hasta cierto punto, Bruno. Estos colombianos eran tipos muy cultos (Michelle, un gallifante para la educación colombiana).

Por la tarde Pablo, Rafa y Julia partieron hacia El Calafate y me quedé mano a mano con Bruno. Quedamos (como pudimos) en vernos a la mañana siguiente para hacer la ruta del Fitz Roy, la ruta más conocida, por bonita, del Chaltén. Más tarde salí a dar una vuelta por el pueblo y, otra vez, me encuentro con conocidos. Esta vez fué Michael, el forretis suizo, quién me gritó para invitarme a una cerveza junto a Christina, su media naranja. Ji ji, ja ja, dos cervezas y a la cama.

A la fría mañana siguiente Bruno me comunica que se raja a causa del viento arrollador, así que me voy camino al Fitz Roy más sólo que la una y más contento que unas pascuas (la verdad es que la rajada de Bruno me quitó un peso de encima. No sabía de dónde sacar las fuerzas para charlar ocho horas con una persona a la que no entiendía). La ruta es de unas ocho o nueve horas, de las cuales anduve solo las 2 primeras. A partir de ahí me uní a un grupo tan pintoresco como amigable. Por un lado, Dani y Patri, de Ripoll y Santiago de Compostela, respectivemente (Patri es otra de esas no catalanas que se maneja en Català bastante mejor que yo). Les acompañaban Oscar, un gigante de 2,02 metros nacido en Cerdanyola del Vallès (jugador de basket, por supuesto), Sebas, el argentino más argentino que jamás haya nacido, y Carlos y Julia, una pareja de argentinos muy simpáticos. (Los blogs de todos estos individuos están en la sección de "blogs amigos", por si alguien siente curiosidad y/o necesita alguna excusa para seguir sin trabajar...)

Acompañado de toda esta tropa la subida fué muy agradable. Hasta que empezó a nevar. Al principio cuatro copos. Luego ocho, luego dieciséis y luego ya no podía verse el Fitz Roy ni nada que estuviera a más de 3 metros de nuestros ojos. Así que casi habiendo hecho cima (no cima al Fitz Roy, que es cosa de profesionales, sino cima al mirador del Fitz Roy. Que nadie se piense que en cosa de mes y medio me he convertido en un escalador) nos volvimos todos para abajo. Todos menos uno, Oscar, que está como una cabra (Oscar, sí, lo estás) y que con su pantalón corto y sus bambas sin suela se puso a correr cuesta arriba como poseso. Y llegó, el tio, llegó. Oscar, qué fenómeno.

Tras unas cinco horas de vuelta y habiéndonos cruzado a la mitad de la población de Israel en el camino (no sé de dónde saca los soldados esta gente si todos están de viaje) llegamos de nuevo a El Chaltén en una estado de congelación importante. Así que ducha caliente, cena, y de copas para entrar en calor. La verdad es que le grupillo fue muy acojedor. A veces me parece mentira como en una caminata de apenas 6 horas uno le puede coger tanto cariño a la gente. Será la altura.

A las 7 de la mañana siguiente recojo mis cosas y pongo rumbo a El Bolsón, mi próximo destino. Tras cuarenta horas de viaje por la Ruta 40 (la mítica que recorrió el Ché Guevara en sus viajes por Suramérica), unas diez películas pésimas y una muy buena ("Gone Baby Gone", de Cassey Affleck, el hermano de Ben) me planté en el Bolsón y me puse a buscar alojamiento con dos danesas muy verdes en esto de viajar (toooma el chulo del Prada). Tras varios intentos fallidos encontramos una habitación que parecía más un gallinero que otra cosa.

Dani, el ripollenc, me había recomendado que en el Bolsón hiciese una excursión hasta un lugar llamado el Cajón del Azul, así que ya tenía plan para mi primer día. Mochila a la espalda y a caminar. El Cajón del Azul no es más que el cañón del rio Azul, que tiene la particularidad de ser tan estrecho que casi llega a cerrarse sobre el río. Literalmente, el cañón tiene, en su parte más alta, tan sólo 1 metro de ancho, mientras que el ancho del río, que se ve abajo a lo lejos, debe tener al menos 4 metros.

Según me habían dicho, uno podía bañarse en el Azul justo antes de llegar al cañón, así que, ni corto ni perezoso, metí el bañador, junto a la crema para el sol y el bocadillo, en la mochila. Llegado el momento ví que nadie se bañaba, pero un servidor, con los humos bastante subidos ("yo me he bañado en Nueva Zelanda, pringaos", pensé) me metí en el agua sin pensarlo demasiado. Y casi me da un infarto. ¡Qué fría! Ni el hielo está tan frío, lo juro. Noté como la tráquea se me cerraba de cuajo y mis brazos y piernas empezaban a moverse como las de quién no sabe nadar. Si supiera poner males de ojo no dudaría en ponerle un par al tipo que me dijo que me podía bañar.

De nuevo al mando de mis piernas y brazos, en el camino coincidí con un americano muy majete que planificó toda mi ruta por Estados Unidos en un abrir y cerrar de ojos. Más tarde, cómo no, con dos israelitas que resultaron ser, aunque un poco flipadetes (esto, junto con la racanería, lo llevan en los genes), bastante amigables. Venga, seré justo: eran muy buenos tíos.

La otra atracción de El Bolsón es su mercado "hippie". Un mercado bastante interesante, en especial si tienes dinero y espacio en tu maleta para comprar algo. No es el caso.

Siguiente parada: San Carlos de Bariloche (Bariloche a secas para los amigos). Aquí sí reservé hostal de antemano porque no me podía permitir tener que suplicar por una cama otra vez. El hostal era flojito, pero tenía dos cosas: uno, el recepcionista alemán con acento argentino (el segundo en menos de dos semanas) que me dejaba repetir desayuno si no se lo decía a nadie; y dos, un ratio buena gente/huéspedes insuperable. Habían sólamente siete u ocho personas en todo el hostal, pero todos unos cracks. Presento a los más destacados:

Matan: Israelí de purísima cepa, con el toque de arrogancia característico, pero de gran corazón. Un tipo muy listo. Relisto, que diría un argentino. Le paso por alto lo de su nacionalidad porque me llevó a comer el mejor entrecote que he comido jamás (Mamá, no te confundas, sigo prefiriendo tu solomillo a la mostaza. Ya sabes qué dia vuelvo a casa...me entiendes)

Omri: El mejor tipo que haya nacido jamás en Israel. Hasta dudo de que fuera Israelita. Es con quién hice más amistad. Cocinero excelente (Giorgio, tú sempre seràs el millor), me hizo una pasta que no olvidaré nunca (Batlle, le hice un "ohh, em sento com un neeen" emulando al Rei del Tast que, obviamente, no entendió)

Matt: Surfista inglés, guapete, rubito, cachas y bastante locatis. Un gran tipo, muy cachondo, aunque un poco celoso (con razón) por...

Jess: Novia de Matt. Inglesa con la voz más espectacular que he oido en alguien que no se dedica a la música. Ahí va una de sus canciones: http://www.youtube.com/watch?v=UZ1N63daWjU

De hecho, ante tal panorama, la guitarra me vino que ni pintada. Primera noche en vela, todos escuchando a Jess cantar mientras yo le tocaba la guitarrita. Si Matt hubiera estado en Inglaterra... ;)

Los días en Bariloche consistieron en más excursiones; a pié, en bici, y en todo lo que se terciase. A destacar, la excursión al Cerro Campanario, desde donde se ve Bariloche como desde ningún otro sitio. En otra de esas excursiones, Omri y el menda alquilaron unas bicis (Cinto, te voy a dar de lo tuyo en cuanto vuelva a casa) para recorrer la zona, llena de lagos y rios en los que refrescarse. En ese recorrido encontramos a Andrea, Annemarie y un tipo inglés cuyo nombre no recuerdo. Andrea, alemana, con un español perfecto por haber vivido en España. Annemarie, alemana, con un español argentinizado (y ya van tres) por residir en Buenos Aires. Y el inglés, inglés (obvio), gimnasta que nos deleitó con mortales hacia atrás con tirabuzón (Jacobs, te hubiese gustado ver las piruetas que hacía el tipo, aunque no he vuelto a ver un Kick on the Moon como el tuyo). Resultó que Andrea también tocaba la guitarra e incluso cantaba, así que el dia acabó, como no podía haber sido de otra manera, haciéndonos unos guitarreos en el hostal dónde estaban los tres.

Las noches en Bariloche fueron las más moviditas de la temporada, con Omri arrastrándome al único pub decente del lugar, cada noche de manera religiosa.

(Esta entrada se me está yendo de las manos, así que el resto me lo voy a ventilar ripidito. Además, lo que sigue ya lo ha explicado Barbe en la anterior entrada, así que intentaré evitar repeticiones.)

Tras veinticuatro horas más de bus llegué a Buenos Aires. Ciudad bonita, pero seguramente más atractiva como residencia que como destino turístico. Me instalé en un hostal de la famosa Avenida 9 de Julio, lleno de israelitas (algo inevitable en Suramércia por esas fechas) que me había aconsejado Omri.

El primer paso fué llamar a Julia (la del Chaltén), que ya estaba de vuelta en Buenos Aires, para que me sacase un poco de paseo. Y así lo hizo. Tanto ella como Helene (su compañera de piso) y Matías (amigo de Helene), los dos franceses más agradables que he conocido, ejercieron grandes anfitriones sacandome por aquí y por allá. A destacar la noche de tango clandestino tras degustar una gran carne argentina.

En cuanto a la vida que hice por mi cuenta, consistió básicamente en visitar los "spots" turísticos más clásicos. El barrio de recoleta con su famoso cementeria dónde se encuentra la tumba de, entre otras celebridades, Evita Perón ("Don't cry for me Argentina...") y la mayoría de ex-presidentes difuntos; el barrio de San Telmo y su mercado de artesanías; y a poco más me dió tiempo porque enseguida me reencontré con Eva, la Rapitencaaroundtheworld.

Con Eva ya fué un no parar de reír; que si ir a este concierto, a esta otra discoteca, al Barrio de la Boca, al de Palermo, a Puerto Madero, a este otro bar que me han dicho que está muy bien, y un largo etcétera. Esta chica es un torbellino. Y para colmo se nos unió Graciela, una amiga argentina de Eva, si cabe aún más terremoto que ella...La verdad es que lo pasamos redivertido.

Dejando con tristeza a Eva, Graciela, Julia, Helene y Matías, otrás veinte horas de autobús me llevaron hasta la última parada en esta visita a la Argentina: las Cataratas de Iguazú.

Sería muy injusto decir que no me gustaron. Es literalmente imposible que a alguien no le guste ver un paisaje natural de tal magnitud. Son decenas de cascadas con millones de litros de agua cayendo de grandes alturas. Pero si debo ser sincero, tengo que decir que me decepcionaron un poco. Aquí el problema puede ser que desde incluso antes de empezar este viaje las cataratas de Iguazú me fueron vendidas como el espectáculo natural más grande que se puede ver en este planeta llamado Tierra. Recuerdo que, todavía estando en Londres, un tipo me dijo que cuando vió las cataratas arrancó a llorar com un niño. Incluso Barbe, que las vió antes que yo, me dijo "ya me puedo morir tranquilo"...Y claro, yo me esperaba algo desbordante, y no fué así. Las cataratas me parecieron espectaculares, pero ni como para llorar ni como para poder morirme tranquilo. Con perdón, pero el Perito Moreno me pareció más imponente.

Y lo voy a dejar aquí porque empiezo a escuchar bostezos (entre ellos, los míos).

Así que hasta la próxima, que ya será otra vez juntos.

Fotitos: http://picasaweb.google.com/guillermo.de.prada2/PatagoniaIIBuenosAiresEIguazu#
Un abrazo

p.s. Acabo de caer, el pobre inglés se llamaba Sam. Sorry Sam...

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Mensaje recibido: sin duda cuando vuelvas ración triple del solomillo de mi especialidad!

Mientras tanto aprovecha y disfruta todos los buenos entrecote que puedas.

Tu madre,

Ma Victoria

Òscar Santos Veiga dijo...

Grande Guille.
Pero no has puesto ninguna foto de Lago de los 3, al pie del Fitz Roy.

Y se te ha olvidado una conversación bien interesante que mantuvimos sobre "los colorados" en Argentina
¿recuerdas?... seguro que sí

Que siga el viaje...

Por cierto, que sepas que me han propuesto escribir unos artículos sobre mi viaje... ya os contaré.

ARRIBA GRUPO CHALTÉN

Unknown dijo...

Prada!!! Que chulo tu viaje!!! que landscapes tan impresionantes!!!

Con tanto colombiano de amigo creo que ya no tienes que ir a Colombia! jejeje sin presion, eh?? jejeje

A donde vas a ir ahora??? que tal brasil???

un besito!

Michelle

Anónimo dijo...

Bueno tio, eso espero, que cuando volváis me metáis caña!!!!

de hecho cuando volváis ya empiezan a haber planes montados!

un abrazo y vamos hablando por mail!!!!!!!!!!!!!!

Tarkus dijo...

Hola Coloo
menudo viaje!!
eso, pon alguna foto de la caminata al pie del fitz roy
Saludos de Julia y Carlos