martes, 19 de mayo de 2009

Prada: Bolivia (II)

Una vez terminado el tour por el Salar de Uyuni cogí un autobús (para variar) hasta la ciudad de Potosí, la ciudad más alta del mundo, aunque aún más célebre por su actividad minera.

Potosí es una ciudad mediana colgada a 4.100 metros de altura a la que llegué en compañía de Jesús, Hilton, Maria y Fede, quienes fueron parte del grupo con el que recorrí el Salar. Su principal atracción son, como decía, sus laberínticas minas, así que ya en el primer día de visita fuimos derechos a verlas. Junto a Fede, Alexandra y Orelí (dos francesas que conocimos en el hostal) nos unimos a una expedición para visitar las minas cuya guía era Helen, una auténtica leyenda viviente entre los guías locales. La verdad es que la chica lo sabía todo y más sobre las minas. Para visitarlas tuvimos que vestirnos de minero y comprarnos hijas de coca para soportar el calor, la altura y el cansancio físico que supone el caminar por sus adentros. Además, es tradición compartir las hojas de coca y algún refresco con los propios mineros, así que entramos a las minas bien cargados de provisiones.

La visita fue bastante impresionante y hasta cierto punto chocante por ver en qué condiciones trabaja esa pobre gente y el esfuerzo y horas de trabajo que conlleva trabajar en las minas. La verdad es que es increíble el peligro que supone para los mineros trabajar con explosivos en unos túneles tan pequeños y con tan poca equipación. Fue muy interesante tener la oportunidad de charlar con ellos, quienes nos hicieron una demostración de cómo explota la dinamita y todos nos quedamos perplejos. Vaya explosión.

En Potosí poco más hicimos. Todos íbamos con cierta prisa así que después de recorrer rápidamente el centro de la ciudad con Fede (incluido el campo de fútbol del Real Potosí, el más alto del mundo) pusimos rumbo a Sucre, ya sin Jesús, Maria y Hilton, que se quedaron algún día más en Potosí. En el autobús coincidimos con Lorena, Lucía, Inés y Sabrina, cuatro uruguayas que estuvieron en nuestro grupo de visita a las minas. Al llegar a Potosí, a las tantas de la madrugada, nos hospedamos en el que fue seguramente el peor hostal de todo el viaje.

Sucre es una ciudad bien distinta a La Paz o Potosí, sensiblemente más desarrollada y rica, y por ello algo más bonita. Después callejear un poco por la ciudad (a 3.500 metros de altura el callejeo es siempre duro) nos dirigimos a la ciudad (si es que se puede llamar ciudad) de Tarabuco, donde los domingos tiene lugar el mercado ambulante más grande de América del Sur. Ciertamente, el mercado es enorme y hay auténticas gangas, aunque, a decir verdad, esperábamos algo más. Nos habían vendido que en el mercado era además una especie de carnaval muy pintoresco que, quizá habiéndonos creado falsas expectativas, nos decepcionó un poco. El carnaval no estaba mal pero era algo rudimentario y el mercado era enorme pero solamente se vendían unos cuantos productos artesanales que iban repitiéndose de puesto en puesto. La mayor curiosidad fue ver llegar el helicóptero del vicepresidente boliviano, que aterrizó en la ciudad entre aplausos y gritos de los incondicionales de Evo Morales, muy querido en la zona, si bien muy odiado en otras partes de Bolivia. De vuelta a Sucre, salimos una noche con las chicas Uruguayas y poco más. Yo no hice muy buenas migas con algunas de ellas porque estaban un poco recelosas con los españoles y yo quemado de la gente recelosa con los españoles, que no es poca en Suramérica.

Desde Sucre viajé, ya solo, otra vez hasta La Paz, donde había quedado en verme con las ya archifamosas Rapitencas, con mayúscula. Y así lo hice; me instalé de madrugada en el hostal en el que ellas, me habían dicho, se hospedaban, y por la mañana me despertaron ellas mismas. Ellas se fueron al día siguiente a Sorata, un pueblito de montaña (no puede ser de otra manera en Bolivia) muy tranquilo perdido en las montañas bolivianas. Yo, por mi parte, me quedé en La Paz un par de días para hacer unas gestiones con los billetes de avión y quedé con ellas en reunirnos en Sorata al cabo de unos días.

Nada que destacar de lo que hice en La Paz. Puro trámite. Así que a los dos días de haber llegado puse rumbo a Sorata donde me reencontré con las Rapis y toda su tropa de secuaces. Los presento; Pablo, bonaerense de 21 años, más argentino imposible, malabarista, equilibrista, payaso, violinista, guitarrista y todo lo que tenga que ver con el mundo del espectáculo y especial el circo; y Tico y Ana, una pareja de "gironins" (la parella més ben parida de Girona, tot sigui dit) que por entonces estaban recorriendo Suramérica durante unos meses. Por cierto, Tico es batería del grupo Fias-ko, que acaba de sacar disco.

Sorata es la gloria. Precioso y relajado. Nuestras actividades no fueron más allá de caminar, tocar la guitarra, el violín, aprender a ir en mono ciclo y montar unas jam-sessions a guitarra, violín y charango (como una guitarra pequeña) de mucho cuidado con los hippies del lugar, en lo más cerca que he estado en mi vida (de largo) de poderme autoporclamarme hippie. Menos en las drogas y la chaqueta North Face, fui en hippie por unas horas. Quién me ha visto y quién me ve ;)

De Sorata fuimos hacia Copacabana (Bolivia, no Brasil). Copacabana es un pueblito a las orillas del lago Titikaka, falsamente considerado el lago navegable más alto del mundo (los hay más altos en Perú). La idea en Copacabana era pasar un par de días antes de irnos a la Isla del Sol, una pequeña isla que flota a los 3,600 metros a los que está situado el Titikaka. Copacabana no tiene demasiado para visitar, así que nos dedicamos a seguir aprendiendo a hacer malabares, tocar el violín, la guitarra y todo lo que pudiera tocarse. De tanto teje y maneje a guitarra y violín, Pablo (el violinista) y yo nos convertimos en algo así como una pareja artística. Por eso, y como Pablo se pagaba el viaje a base de ir tocando el violín en restaurantes y garitos locales, me ofrecí para hacerle de acompañamiento con mi guitarra. Y allí estuve, con mis maneras de San Ignacio tocando tangos por restaurantes y garitos de un recóndito pueblo en las alturas bolivianas. ¡Hasta pasé la gorra! La verdad es que lo hice para ayudar a Pablo, pero me lo pasé "teta".

De Copacabana a la Isla del Sol en barco. En el barco conocimos a un chico de Sabadell, Icard, que se unió a nosotros durante los días que pasamos allí. El barquito nos dejó en el lado sur de la isla y, como no podía ser de otra manera, tuvimos que caminar unas cinco horas para llegar al lado norte, que era nuestro destino final. La llegada, después de haber pasado dos horas en un barco y cinco caminando con la mochila a la espalda, fue muy reconfortante. Nos hospedamos en un hostal familiar a orillas del lago y lo primero que hicimos fue ir a bañarnos. Agua helada, por cierto.

Lo que vino después fue ya lo de siempre; malabares, violín, y relax, mucho relax. Aprovechamos el estar a orillas del lago para alimentarnos bien a base de trucha. Una de ellas pareció no sentarme bien porque el segundo día de estar allí tuve la peor enfermedad que he tenido en el viaje. El dato: quince veces al lavabo en una sola noche. Ahí queda. Al siguiente día tuvimos que marcharnos a la fuerza ya que no nos quedaba dinero para pasar una noche más allí y en toda la isla no existe un misero cajero automático. Así que, con una bomba de relojería en el estómago, me metí en un barco durante dos horas hasta llegar a Copacabana. Tengo que decir que, aunque fue mejor de lo esperado (antes de subir al barco tuve pesadillas diurnas en las que tenía que sacar el trasero por la borda), fueron dos horas agónicas en las que tuve que desplegar técnicas avanzadas (Barbe, tú ya me entiendes) para no irme por la pata de abajo...

Ya en Copacabana de vuelta, me quedé un día más allí con Icard para recuperarme mientras las rapitencas y toda la troupe iban cruzando la frontera hacia Perú. Se acababa Bolivia, quizá el lugar dónde "peor" lo he pasado a causa de las enfermedades. Peor entre comillas, claro, porque ¿qué mal se puede pasar cuando se llevan diez meses de vacaciones? ;) Una vez recuperado, yo también salí camino hacia Perú, que será cosa de la siguiente entrada.

Hasta la próxima.

Fotos:

http://picasaweb.google.com/guillermo.de.prada2/PradaBoliviaII#

Un abrazo,

Prada

1 comentario:

2rapitenquesaroundtheworld dijo...

jajaja...siiiiiiiii...el guishe de Prada es el MALUKO-HIPPIE mes autentic que he conegut mai...i per si no von fieu del que conto...es tot veriat...dono fe de tot...sisis..."va pasarla gorra"...i venia CD falsos...que aixo si que no ho ha contat...jajaja
ahhh...soc una Rapi!!!
saluuuuuuuuuuuut